Las Herederas es una película paraguaya que trata de las mujeres, de las relaciones que tejen entre ellas y también de sus referencias sobre las que establecen con los hombres. En mucho es un film construido con las miradas, los gestos, los silencios, las omisiones, los miedos, los sobreentendidos, las medias palabras que las mujeres intercambian entre sí.
Es una historia de ciudad cuyos alcances van más allá de Asunción. Pocos personajes, dominada por damas de edad avanzada y pertenecientes a la clase media. pese a la apariencia de no ser más que una historia pequeña de dos mujeres, el film se constituye en un agudo retrato de una perspectiva de género propio del país de origen pero con alcances que van más allá de su geografía original. Una casa ofrece para la venta un amplio menaje casero de indudable calidad, muebles antiguos, algún cuadro de firma reconocida, un reloj añoso y algunas cosas más. Los habitantes de la casa se desprenden de una parte importantísima de su patrimonio económico y afectivo.
En la celebración de un cumpleaños una mujer canta:
“Sufro al pensar que el destino logró separarnos
Guardo tan bellos recuerdos que no olvidaré
Sueños que juntas forjamos tu alma y la mía.”
Una circunstancia jurídica-policial que afecta a su compañera de vivienda y de vida deja a Chela sola. Producto de esa circunstancia comienza así a manejar el antiguo Mercedes Benz de su propiedad y a la manera de un taxi, traslada a señoras que se reúnen a jugar a las cartas o transporta a otras que requieren sus servicios para distintas actividades y que con ello evitan los taxis profesionales. Animarse a trabajar con el coche y así obtener ingresos es el punto de partida (el vehículo) de un cambio tanto en su su cotidianidad como en otros caminos cruciales de su vida.
Una película que se propone narrar los cambios personales que se operan en una mujer obligada por las circunstancias a modificar una gran parte de de sus hábitos y en especial, el modo que asume para relacionarse con el exterior, requiere una fotografía que privilegie el registro de las transformaciones que se verifican en Chela. Martinessi asume el desafío y desarrolla una estrategia fotográfica peculiar para dar cuenta de esos cambios. Cuatro son los escenarios fundamentales donde se mueve Chela: su vivienda, el coche, la cárcel de mujeres y la casa donde se reúnen las mujeres con las que trabaja. En ese universo se desarrollan los acontecimientos que transforman el modo en que la protagonista se planta ante la vida. Como es de esperar, en cada uno de ellos Martinessi privilegia el rostro de Chela y registra las mínimas modificaciones que en él se operan en el corto tiempo y también en el largo, cuando ya los cambios en su subjetividad operan en la mudanza de sus actitudes frente al mundo.
Dar cuenta de los diálogos que se suscitan en el coche y sus efectos en los participantes requiere de una cámara instalada en el propio vehículo que recurra a los primeros planos, en especial a los rostros de los protagonistas.
Es notable también el testimonio visual del cambio físico que Chela exhibe en las sucesivas visitas que realiza a la cárcel de mujeres. Allí, en sus primeros encuentros con Chiqui, su retrato fotográfico opera como un desnudo completo de su subjetividad. Su rostro la muestra devastada, temerosa, impotente frente a las nuevas circunstancias. Cuando comienza a enfrentar su soledad y empieza a modificar su modo de vida, la cámara da cuenta de un rostro curioso que observa los avatares carcelarios pero ya mucho más sereno. De su cara han desaparecido las huellas de aquella angustia inicial.
Alguien de la casa que no aparece en escena, que está fuera de campo, observa y quizás hasta vigila a las posibles compradoras, escucha sus comentarios y también las preguntas que hacen a la empleada doméstica que las atiende en torno a la transacción. ¿Con qué propósito Martinessi no recurre a una toma franca del recorrido de las compradoras por las mesas y, en cambio, patentiza el momento con una fotografía que queda asociada a un acto de vigilancia o voyeurismo? Todo indica que el director diseña la escena, por cierto repetida 2 o 3 veces, para presentarnos desde el principio a la primera Chela. Su timidez, su encierro personal, su dificultad para establecer relaciones interpersonales, todo eso queda condensado al situarla en un fuera de campo donde puede ver sin ser vista.
Ana Brun, la actriz que con esta película debuta en el cine, en gran medida es responsable de la enorme calidad de la película. Por su actuación recibió el Oso de Plata del Festival de Berlín a la mejor interpretación femenina. Marcelo Martinessi, en su calidad de director obtuvo el Oso de Plata a la Mejor Opera Prima de Ficción.