Las mantenidas sin sueños
La ópera prima del paraguayo Marcelo Martinessi (La voz perdida, 2016), ganadora de dos Osos de Plata en la última Berlinale, Las herederas (2018), refleja una sincera y elocuente mirada crítica sobre la sociedad paraguaya actual a través de una pareja de mujeres en medio de una crisis económica.
Chela (Ana Brun) es una mujer de buena posición social que vive de los resabios de una herencia familiar con Chiquita (Margarita Irun), su pareja pero de la que todos creen que es una amiga. El dinero ya no alcanza y debe vender todos los bienes al tiempo que su compañera termina en prisión por fraude bancario. Chela se queda sola y descubre con su viejo automóvil una manera de ganar dinero. Sus vecinas le piden que las lleve a partidas de pócker, y le pagan por ello. Pero la economía se derrumba y la mentira con ella.
Este punto de partida le da pie a Martinessi para desarrollar una historia crítica sobre el conservadurismo de cierto sector social paraguayo representado aquí por un grupo de mujeres que reflejan los últimos vestigios de una burguesía en plena decadencia. En ese contexto se ubica Chela que de la misma manera que esconde su declive financiero lo hace con su elección sexual.
Chela afronta la pérdida (de dinero, de su pareja, de la mucama, de los objetos) llevándola a una crisis existencial que le hace explorar sutilmente pasiones contenidas mientras, en el fondo, se mantiene fiel a su cómoda rutina. A través de sutiles gestos cargados de significados, primeros planos en penumbras, una inteligente utilización del fuera de campo, colores apagados y encuadres generales que son tan discretos como voyeristas, Martinessi retrata el dolor de un personaje plagado de matices pero tan hermético que resulta imposible terminar de conocer.
Las herederas enfrenta al espectador con la hipocresía social, la mentira y el dolor pero lo hace de una manera tan locuaz y directa que de ninguna manera resulta indiferente.