Dos señoras que han conocido tiempos mejores se van ajustando discretamente el cinturón. Cuando una de ellas termina presa por, digamos, una incorrección financiera, la otra, justo la “señora de la casa”, tendrá que salir a ganarse la vida. ¡Por primera vez en su vida! Pero así conoce algo de la realidad que la circunda, y conoce además a alguien que la reanima, una señora más joven. Quizás hubiera querido ser como ella, en vez de haberse quedado encerrada en el cascarón de su herencia y su pequeño mundo elitista.
Dicho así, ésta podría ser la sinopsis de un film americano sobre segundas oportunidades. Pero es algo más interesante, y menos remanido. Siempre manteniendo las formas con elegancia, entre la sonrisa y la melancolía, ésta es la fina pintura paraguaya de una decadencia no solo económica, entre clases sociales carcomidas y confrontadas, mentes cerradas que también forman parte de la herencia, y una relación sentimental. Todavía no lo dijimos, pero las antedichas señoras son pareja. Tampoco la película hace demasiada bandera sobre ese detalle. Pica más alto, y así levanta vuelo.
Para tener en cuenta: “Las herederas”, sorprendente debut del director Marcelo Martinessi, ya lleva más de 30 premios internacionales, empezando por el Oso de Plata a Mejor Película y Mejor Actriz, y ahora va por el Oscar y el Goya, es también la primera guaraní que encabeza una coproducción internacional, se ambienta entre la clase alta asunceña, refiere la existencia de amores que allá rara vez se mencionan, y tiene un elenco femenino admirable, encabezado por Ana Brun, Margarita Irún, y Ana Ivanova, que a cualquiera le mueve la estantería recitando aquellos versos del romántico Ortiz Guerrero “Oh, loca divina, que canta y que llora, que ríe y que reza;/ atrévete siempre, es ese un gran culto que pocos profesan”.