Las huestes del heavy metal
Muy divertida comedia guatemalteca.
Las marimbas del infierno es una comedia brillante y absurda por donde se la mire, graciosa y conmovedora a la vez, cuyo eje central resulta una excelente excusa para crear un relato divertido y original. A partir de la situación, aparentemente real y filmada cual documental, en la que se ve contando su historia de vida a un veterano músico guatemalteco, Don Alfonso, intérprete de ese enorme y folclórico instrumento que es la marimba (similar al xilófono), el director Julio Hernández Cordón lo enreda en una serie de situaciones absurdas.
Ya sin grupo propio y con la marimba a cuestas, Alfonso recorre bares y restaurantes para encontrar que a nadie lo interesa contratarlo y que prefieren reemplazarlo por un DJ. En su periplo se topa con su ahijado, Chiquilín, más interesado en aspirar pegamento que en cualquier otra cosa, y luego con Blacko, legendaria figura del rock guatemalteco (esto es verdad, no invención del filme), con quienes se termina uniendo para ser parte de una banda de death metal con Blacko como baterista, Chiquilín como improvisado (y bastante malo, por cierto) cantante y el agregado musicalmente insólito de un marimbista folclórico.
El choque de este trío podría ser un chiste que se acaba pronto, pero Hernández-Cordón lo aprovecha al máximo, no sólo en su potencial humorístico, sino en la forma en la que lo transforma en un retrato de tres generaciones: un músico folclórico indígena y tímido desocupado y perseguido por deudas, un adolescente villero y hip-hopero, y un veterano rocker que parece extraído de una cueva del Oeste bonaerense de los años ’80, con sus referencias satánicas y su carrera paralela como... doctor.
Todo esto lo consigue, además, manteniendo siempre la ilusión de un retrato documental. De hecho, los personajes son quienes dicen ser en la vida real, es sólo la situación que los reúne la inventada. Esa confrontación entre lo real y el gag hacen inmejorable a una película que, en otras manos, podría haber caído en la burla, la sorna o la condescendencia. Aquí eso no sucede jamás. Alfonso, Blacko y Chiquilín son tres personajes queribles, nobles y hermosos, a los que el director adora y respeta.
Cuánto tardarán los productores de Hollywood en ver el enorme potencial para una remake que tiene esta película no se sabe. De cualquier manera, sería deseable que nadie se quede a esperar esa versión: este notable filme de Guatemala es una de las mejores comedias latinoamericanas en mucho tiempo, una verdadera joyita que no conviene dejar pasar.