Con innegables inquietudes estéticas y visuales, uno de los hijos de Leopoldo Torre Nilson, el cineasta y novelista Pablo Torre arriba a su cuarto largometraje, dentro de una filmografía en la que se destaca El amante de las películas mudas. También autor de una novela afín a aquella película, La ensoñación del biógrafo, Torre despunta nuevamente en Las voces parte de esas obsesiones relacionadas con cines antiguos, films en blanco y negro y artistas de otras épocas. Especialmente a través del personaje de Jean Pierre Noher, un particular ventrílocuo y cómico que hace el “número vivo” en una misteriosa sala que guarda sus secretos. Uno de ellos es la presencia en el cine de una extraña niña que tendrá su correspondencia en el futuro. Porque Las voces durante todo su metraje alterna el pasado y el presente con cierta soltura, una virtud que sin embargo no ayuda a que su intriga y las diferentes subtramas cohesionen, fluyan y resulten atrayentes, dentro de una tónica sombría y algo estática.
En un personaje difícil Noher vuelve a apelar, como en la reciente El mal del sauce, a nutridas búsquedas expresivas, incluyendo singulares emisiones vocales y sonoras que se emparentan con el título del film. Ana Celentano, María Socas y Alejandro Awada aportan también buenos pasajes actorales enmarcados por las partituras del histórico Luis María Serra.