Un filme de cruces múltiples
Película de Pablo Torre, con Jean Pierre Noher.
Las voces, de Pablo Torre, es una película de cruces: de tiempos, de géneros, de historias, de realidad con fantasía. La trama, que combina elementos románticos, de misterio, de suspenso, de terror, de sagas familiares y de homenajes al cine blanco y negro, articula dos líneas temporales de un hecho, cuyo nudo es el vínculo entre un un oscuro ventrílocuo (Jean Pierre Noher) y una mujer hipoacúsica (Ana Celentano) que mitiga su soledad.
Ambos actores, talentosos, remontan un libro y una puesta que los obliga a ser ampulosos. El interpreta (con notable manejo corporal) a un personaje desamparado, enfermizo, algo siniestro, que -a fines de los ‘40, comienzos de los ‘50- vive obsesionado por una muñeca de porcelana en un cuarto de paredes descascaradas y vidrios esmerilados. La desesperación económica lo llevará a conseguir un trabajo y a cometer un crimen. Su trabajo será un número en vivo en un antiguo cine. Ahí conocerá a una mujer (Celentano) encargada de cuidar el guardarropas y a una extraña chica (Wanda Brenner).
Si bien Torre evita los lugares comunes del realismo, sin temor a la desmesura, en algunos casos sus puestas bordean un absurdo que no parece deliberado. Al principio del filme vemos a Celentano anciana, agonizando en una cama de hospital. Su imagen, con la cara tajeada de arrugadas no convence. Y, además, su audífono repite voces del pasado... En este punto, hay que aclarar que el director busca las atmósferas y los personajes ominosos, como si se volcara al terror, aunque no por completo. La música de Luis María Serra, bella, contribuye a la grandilocuencia.