La deidad no es una religión y el poder no tiene dueño eterno
En un hotel de lujo, el G8 reúne a sus ministros de economía con el objetivo de adoptar una medida secreta que tendrá consecuencias muy graves para los países más pobres. Entre ellos también se encuentran el Director del Fondo Monetario Internacional, Daniel Roché, y tres invitados: una célebre escritora de libros infantiles, una estrella de rock y un monje italiano, Roberto Salus. Un monje muy particular, porque no es del “establishment” católico, sino que parece más budista (por su silenciosa filosofía) que un pontífice convencional.
Salus se reúne por la noche con Roché, momentos antes de una drástica medida que el funcionario del FMI decide tomar. Ahí es donde la película se vuelve más interesante, porque empiezan a apurar al hombre religioso para que dé más detalles de su charla.
El suspenso aflora y es ese clima, lo más interesante que otorga la película. Su lentitud y las tramas que se desarrolla son hechas con una parsimonia muy atractiva. Y sobre todo, porque a pesar de ser un hecho demasiado grave para una reunión de las altas esferas de gobierno internacional, todo está narrado con la conducción y la atmosfera de tranquilidad que el monje impone.
Eso es algo inverosímil, definitivamente. En un principio, como espectador, lo percibí un poco chocante, porque por más inmunidad religiosa que tenga, ningún monje puede dominar la escena de esa manera, y no por no ser hábil, sino porque muchos de los hechos que se suceden no tienen ninguna correlación con lo que uno espera de la realidad. Pero en este caso, Roberto Ando eligió esa forma para mostrarnos su mirada del funcionamiento del mundo, sostenido en una fotografía opaca y apesadumbrada.
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Una mirada que no suena novedosa tampoco. Nadie cree que estos organismos realmente piensen en el bienestar general, entonces lo que se recita en los diálogos no suena a nada que no hayamos escuchado antes. Como se terminan desarrollando los hechos y las medidas importantes de gobierno mundial, pueden sonar interesantes en un principio, pero el film las deja en un segundo plano para demostrar que, a pesar de que el progreso, las medidas económicas y la austeridad financiera vayan por un lado, los tiempos de la vida pueden ir por otro.
Sólo hace falta plantarse ante el poder mundial y eso es en definitiva a lo que apunta el film. Si nos guiamos por el drama del FMI, los poderes mundiales, la desigualdad y la corrupción bancaria, “Le confessioni” puede resultar poco interesante. Hasta puede ser ingenua en algunos aspectos. E incluso con una resolución insatisfactoria. Pero Roberto Ando logró mostrar que la seguridad de las convicciones va más allá de cualquier organismo internacional, y que a pesar de todo, los hombres siempre van a ser hombres, por más fortalezas y poderes terrenales que tengan.