Receta espiritual para el FMI
Se estrena al fin esta película singular que su propio autor presentó en junio último durante una muestra de cine italiano. Curiosamente, ahora en diciembre se convierte en la película navideña de la temporada, no porque sea religiosa, al contrario, sino porque ofrece una esperanza, mínima, pero esperanza al fin. Y porque un hombre de oración les da una réplica bien emotiva y sin palabras a los oráculos de la religión moderna, es decir los economistas (ahora que la otra religión moderna, el marxismo, está en retirada).
La acción transcurre en el Gran Hotel Heiligendamm, de Mecklenburg, donde suelen reunirse los altos copetes del G8. Pues bien: hay una reunión de altos copetes, y para darle un toquecito humano algunos han invitado como consejeros circunstanciales a un rockero contestatario ma non troppo, una escritora de libros infantiles, y un monje cartujo. Hay pocos cartujos en el mundo. Son de mucha oración, mínima conversación y alta preparación. El de esta fábula, antes de ser monje, fue matemático. Cosa terrible: ya en la primera noche, el presidente del FMI se muere después de confesarse con él. Paranoicos o suspicaces, banqueros y funcionarios entran en pánico. Ese monje sabe algo. Tratan de cercarlo. El les responde con un algoritmo. Que lo descifren. Matemáticos que han visto la película dicen que es un algoritmo perfecto pero que no significa nada. Como muchos discursos de políticos y economistas. Como el tipo que levita falsamente al comienzo de la película.
Hay tensión, ironía, buen sustento, buen elenco, símbolos zoomorfos de mucha emoción (un ave del Amazonas que sólo canta muy de vez en cuando, un perro bravo que decide por sí mismo cambiar de dueño), hay cosas en común con pensadores del calibre de Leonardo Sciascia, Ermanno Olmi, La Rochefoucauld, Charles Chaplin (si, Carlitos Chaplin). Su autor es el realizador y régisseur Roberto Andó, el de la celebrada comedia "Viva la libertad", donde un viejo de espíritu libre es confundido con su hermano gemelo, político anquilosado, y aprovecha la confusión para cambiarle el discurso. El actor es el mismo: Tony Servillo. Maestro. La picardía es la misma. Pero en "Le confessioni" el espíritu vuela más alto. Música, el maestro Nicola Piovani, manejándose entre el thriller y el sonido interior. Temas adjuntos, "Walk in the wild side", de Lou Reed, y algo del "Winterreise" de Schubert, el viaje de invierno, cuando se espera que algo florezca. Vale la pena.