Atrapante intriga y sólida reflexión sobre la frialdad emocional inherente a la economía.
La figura del Ministro de Economía es una tanto o más observada que la del propio Presidente. Sus decisiones afectan a los bolsillos de todo un país. Así que una película que indaga en las decisiones, muchas veces cuestionables, de dichos funcionarios detona cuando mucho la curiosidad del espectador. Le Confessioni (Las Confesiones) se adentra en este peculiar mundo mediante una narración clara en sus ideas, recurriendo a emociones, decisiones, y defectos de carácter comunes a todos los seres humanos.
El silencio es oro.
En un lujoso hotel alemán, el director del Fondo Monetario Internacional reúne en una cumbre a los ministros de economía de diversos países. Aparte de los funcionarios, él ha convocado también al monje Roberto Salus, a quien la noche del encuentro le pide que le tome la confesión. La trama se complicará cuando la mañana siguiente el director aparezca muerto con una bolsa en la cabeza. Esto genera que los invitados se desesperen y recurran a técnicas cuestionables para hacer que el monje revele qué fue lo que le dijo antes de morir. Un secreto de confesión que no piensa violar.
Habitualmente cuando se hacen películas sobre la economía, se corre el riesgo de entrar en una cuestión muy técnica que puede perder al espectador cuando se hace un esfuerzo demasiado notorio en establecer un verosímil. Le Confessioni está plagada de dichas cuestiones pero el interés no se pierde jamás. Esto se debe a que Roberto Andó tuvo la enorme inteligencia de plantar un conflicto y un tema meramente universales, que cualquiera pudiera entender. Ese conflicto, esas preguntas que disemina la trama (¿El director se mató o lo mataron? ¿Qué le dijo al monje?) y sobre todo la manera de contestarlas es lo que hace que la película se vuelva interesante a pesar de la complejidad técnica de su universo.
“Las acciones hablan más fuerte que las palabras”, reza un viejo adagio; esta gente habla largo y tendido de bolsas, márgenes, utilidades, porcentajes, estratagémas, formulas etc. pero son sus acciones —físicas, emocionales y morales— en reacción al conflicto principal lo que hace a la película dinámica.
Ninguna película estaría completa sin un tema. El de Le Confessioni es claramente el silencio. Su valor, su apreciación, su oscuridad, su necesidad para poder escuchar a nuestra consciencia. No es tanto las palabras que se callan, sino el porqué, y cómo ese silencio puede hacer tanto bien como mal. En un guión sólido cada escena debe representar su tema y Le Confessioni demuestra esa solidez en la forma de los desafíos y las presiones que recibe el protagonista, pero que soporta estoicamente y alecciona con el ejemplo de sus acciones a estos economistas que creen que todo puede ser comprado, todo puede ser negociado y que nada es sagrado.
Por el costado técnico, la película posee un rico trabajo de cámara en Cinemascope, sostenido por un montaje de elegante pulso. Cabe destacar la utilización del diseño de sonido a lo largo de todo el desarrollo de la trama, haciendo énfasis en el tema del silencio al que desea aludir.
En lo actoral tenemos a un plantel de primera categoría, en donde destaca su protagonista Toni Servillo, que entrega una austeridad y una serenidad dignas de un monje y el inoxidable Daniel Auteuil, como el director del FMI, en uno de los personajes más amorales que se le ha visto encarnar (amén de que habla un inglés perfecto) y lo borda con mucha sensibilidad.
Conclusión:
Le Confessioni es un sólido drama sobre un universo complejo, pero narrado con una pericia que asegura su comprensión y su dinamismo. Si sumamos a esto unas actuaciones y una puesta en escena sobresalientes podemos decir que estamos ante un título altamente recomendable.