Le Confessioni, segunda película del director Siciliano.
En el Grand Hotel Heiligendamm, a orillas del mar Báltico, se reúne la cumbre del G-8 de ministros, mas el director del Fondo Monetario Internacional, con algunos invitados especiales, que no saben muy bien por qué están ahí: una escritora de cuentos infantiles muy exitosa, con clara referencia a J.K. Rowling (la autora de Harry Potter), un músico de rock (¿Bono?) y un monje de clausura. El director del organismo internacional aprovecha la ocasión para festejar su cumpleaños, pero al día siguiente aparece muerto.
Roberto Andó escribió y dirigió esta suerte de thriller de diseño conceptual de cómo se mueven los hilos del mundo económico, concentrándose en la frialdad a la hora de tomar decisiones de un puñado de personas cuyas ideas afectan la vida del planeta. En un ambiente lujoso y minimalista, algo está a punto de suceder que cambiará la vida de todo el globo terráqueo. En la lógica de Le confessioni, en el lugar en que transcurre la trama de lo que está sucediendo, está concentrada y reflejada, toda la humanidad. Y da la impresión que la película pretende ser tan abarcadora en su metáfora, que la frialdad que destila le juega en contra. La morosidad de sus secuencias, el cálculo preciso de cada plano la vuelven menos interesante de lo que el planteo promete.
Le confessioni está protagonizada por un elenco internacional con sólidas actuaciones del italiano Tony Servillo (Roberto Salus) y del francés Daniel Auteuil (Daniel Roché). Además de la actriz danesa Connie Nielsen (Claire Seth), la canadiense Marie-Josée Croze (Ministro de Canada), el actor francés Lambert Wilson, el italiano Pierfrancesco Favino (Ministro de Italia), el japonés Togo Igawa (Ministro de Japón), el alemán Moritz Bleibtreu (Mark Klein), el polaco Aleksey Guskov (Ministro de Francia), el inglés Andy de la Tour (Aleksey Guskov (Ministro de Rusia), el francés Stéphane Freiss Ministro de Inglaterra) y John Keogh (Ministro de EE.UU). El carácter multi étnico del casting, le otorga veracidad al relato.
La elegancia calculada de Le confessioni es a veces el lastre que impide discernir si lo que estamos viendo es un thriller con resonancias a Mi secreto me condena, de Alfred Hitchock o una metáfora sobre el concepto del poder económico, con el agregado de frases altisonantes de carácter religioso.
Y es esa misma falta de decisión, más el sobre explicado de algunos planos y situaciones que se resuelven fácilmente, sin el suspenso necesario, lo que la convierte en una película de buenas intenciones con demasiados altibajos a Le Confessioni.