Buscando verdad en la palabra, el realizador Poli Martinez Kaplun retrata a dos mujeres que sobrevivieron al exterminio nazi y pueden hoy contar su historia. Presentada como un documental clásico, el testimonio de las mujeres es rico, no así el tratamiento o puesta, que descansa en una mirada muy tradicional sobre el género. Así y todo, en la potencia de la palabra de Mira Kniaziew y Lea Zajac, cualquier vicio se supera, por lo que se termina por consolidar a la película como una herramienta necesaria para seguir comprendiendo la incomprendible materia y naturaleza humana.
Un legado conmovedor No sólo su relato, sino la presencia y la vitalidad es lo que invade la atmósfera de este documental de Poli Martinez Kaplún, concentrado en la subjetividad de Lea Zajac y Mira Kniaziew, sobrevivientes de la Shoá e incansables portadoras de la memoria bajo la premisa del legado para las generaciones venideras. Las anécdotas entremezcladas en Lea y Mira dejan su huella, de dolor, situaciones aberrantes, instinto de supervivencia y la sabiduría de los años, encuentran en la intimidad de la cámara un testigo clave y a través de ella el espacio para que la emoción aparezca sin golpes bajos y como sentencia vital frente a tanta muerte absurda. Tal vez en términos estructurales, la sencillez de la propuesta la aproxime a un formato televisivo pero la experiencia en cine seguramente sea adecuada como marco para la reflexión y el debate, sobre todo en tiempos donde el negacionismo histórico y del holocausto en particular encuentra semillas de odio diseminadas en Europa y discursos políticos xenófobos de absoluta vigencia. Sin lugar a dudas, la necesidad de recordar aquella época de los campos de concentración, cámaras de gas, hambre y marchas de la muerte, alimentan en Lea y Mira… por un lado la admiración en su testimonio de lucha y la no claudicación ante el avance del olvido. Algo que el documental de Poli Martinez Kaplún enfatiza sin estridencias y toma como bandera, que se agita ante la intolerancia.
Lea Zajac y Mira Kniaziew son nada menos que dos sobrevivientes del holocausto. Fueron niñas polacas judías enviadas al campo de exterminio de Auschwitz. Durante dos años habitaron el horror y cada día de sobrevida fue un milagro. Estas dos enormes señoras, llenas de sabiduría, inteligentes y abiertas a la actualidad, son amigas intimas, se conocieron en la Argentina, cuando ya la vida les había mostrado lo peor y a pesar de eso en plena resiliencia. En este documental de Poli Martinez Kaplan ellas recuerdan los momentos la crueldad organizada pero también los pequeños gestos de solidaridad anónimos que les permitió conservar la vida, una de ellas con una tía y la otra con su madre. Y no solo el infierno de los campos sino que una vez liberadas también sufrieron en el largo periplo del retorno al hogar destruido, con mínima ayuda y todo el dolor a cuestas. Inteligentes, únicas, adorables, son testimonio vivo de lo que ocurrió pero con la mente abierta a otros y nuevos horrores del mundo y a una comprensión de la naturaleza humana.
Luminoso diálogo entre dos sobrevivientes del nazismo Tendrían 15 a 16 años cuando Mira Kniaziew, la que tenía "el papá más lindo de Bialystok", pasó a ser solo la número 15538, y Lea Zajac la 33502. Una junto a su madre, la otra con una tía, vivieron y sobrevivieron en Auschwitz. Ya conocían las inclemencias del régimen nazi, pero allí tuvieron el dudoso honor de conocer al doctor Mengele. Y la Marcha de la Muerte. Y al fin, la llegada del Ejército Rojo. Los rusos las miraban espantados. Luego, ellas se espantaron al saber que la gente volvía a casarse, y tener hijos. ¿Cómo puede alguien casarse y tener hijos en este mundo? Ya cerca de los 90, Mira Kniaziew, de Stuptnik, y Lea Zajac, de Novera, grandes amigas, charlan entre ellas, nos hablan de sus hijos, nietos y bisnietos argentinos, no olvidan nada, reclaman no olvidar nada, pero también sonríen, se divierten, cantan. Viejitas vitales, bien arregladitas para la cámara, vale la pena escucharlas, y seguir sus consejos: "No den vuelta la cabeza cuando le pasa algo a otro". Cuando la cosa recién empezaba, un hombre escapó del campo de Treblinka y llegó a su pueblo desesperado por contar lo que había visto y sufrido. Nadie le creyó. Todos se quedaron ahí tranquilos. Esa es una de las anécdotas que cuentan. Muy interesante también, el recuerdo de gente inesperadamente piadosa: la médica protectora de Auschwitz, la secretaria austríaca que cambió el número de una planilla para salvar una vida, el soldado checo-germano que al ver a una de ellas caída le puso el fusil y en vez de disparar la instó a levantarse, "Sos tan joven, la guerra ya está terminando". Y la chica desconocida que en la posguerra compartía una rodaja de pan con mermelada. Cosas que tampoco se olvidan. Autora, Poli Martínez Kaplun, discípula de Richard Copans, socia de Lifestories, pequeña empresa de lindas aspiraciones.
MÁS ALLÁ DEL HORROR Mira: Dios no estuvo en Auschwitz. Lea: Para mí sí. Recuerdo el día en que se llevaron a todos a la cámara de gas, menos a mí. Salvo Josef Mengele, no estuvo nadie. Tampoco sé si fue un “milagro”, el azar, o el destino que les permitió salir vivas de ese infierno. Y eso es lo que importa. Porque el Holocausto en sí mismo aliena cualquier tipo de interpretación posible. Durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945, el régimen nazi organizó la mayor maquinaria de muerte con el propósito de depuración racial. En los campos de concentración y exterminio del nacionalsocialismo se asesinaron seis millones de judíos, y cientos de miles de gitanos, homosexuales y discapacitados. El documental dirigido por Poli Martínez Kaplún nos presenta la historia de Mira Kniaziew de Sputnik y Lea Zajac de Novera, dos polacas de 90 años sobrevivientes del genocidio nazi. Ambas fueron enviadas junto a toda su familia al campo de exterminio de Auschwitz. Tenían 12 y 14 años. Allí permanecieron dos años hasta que la guerra terminó. Desde hace décadas, residen en Buenos Aires donde pudieron conseguir trabajo y formar una familia. “Quería hacer una película sobre los sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial porque gente que la padeció aún está viva”, comenta la realizadora. Uno piensa que es algo que sucedió hace mucho tiempo. Fue tan atroz, tan siniestra que parece una historia de la Antigüedad o de la Edad Media y sin embargo, es una historia contemporánea…”. Frente a cámara las mujeres relatan gran parte de su historia con una fluidez asombrosa, mientras las fotos personales y las imágenes de archivo se intercalan como marco histórico. No hay preguntas que desvíen la atención de testimonios estremecedores, al contrario, frente a un contendido tan denso y dramático, Martínez Kaplún logra un registro íntimo, respetuoso frente al tema. La luz cálida y el tono nostálgico de las imágenes dan paso a un cámara que recorre lentamente los hogares de las protagonistas, sus objetos y los detalles de su vida. Hay fotos de sus hijos, de sus nietos, y filmaciones de los lugares o actos donde asisten para contar su historia. “Luchar en contra de la discriminación para que el mundo saque sus conclusiones”, dice Lea. Y agrega: “siento una obligación moral de hacer esto…Yo necesito que la gente se entere y se de cuenta de que seis millones no es un número de una estadística. Eran seis millones de seres humanos y entre ellos, un millón y medio de niños, jóvenes que recién empezaban la vida”. Los diálogos entre Lea y Mira contagian vitalidad y despiertan preguntas metafísicas que quedan por contestar a lo largo de un documental cuasi de observación. Presenciar ejemplos de tanto estoicismo, conmueve y maravilla al mismo tiempo. ¿Cómo lo lograron? Ellas siguen sin entender el comportamiento humano, ni el accionar de un mundo que no aprendió de sus errores y atrocidades. Sin embargo, tienen clara su misión: bregar por la memoria y concientizar a las nuevas generaciones sobre los hechos más aberrantes de la humanidad. LEA Y MIRA DEJAN SU HUELLA Lea y Mira dejan su huella, Argentina. 2016. Dirección: Poli Martínez Kaplún. Duración: 52 minutos
¡Memoria, verdad y justicia! Con una estructura más televisiva que cinematográfica, la importancia de Lea y Mira dejan su huella (2016) radica más en lo que dice que en la puesta en escena. Mira Kniaziew de Stuptnik y Lea Zajac de Novera son dos nonagenarias que de adolescentes pudieron sobrevivir a Auschwitz, el más grande de los campos de concentración y exterminio construido por la Alemania Nazi luego de la invasión de Polonia a principios de la Segunda Guerra Mundial. Tras la guerra se instalan en Argentina donde construyen una amistad unida por el horror que les tocó vivir y la voluntad de transmitir lo vivido para que el mundo no olvide lo pasado. En épocas en que funcionarios del gobierno niegan las víctimas de la última dictadura, Lea y Mira dejan su huella toma una connotación diferente a la que podría haber tenido unos años atrás. No por la universalidad de tema sino por el negacionismo que estas dos mujeres tratan de evitar. Lea y Mira se pasaron toda su vida transmitiendo el horror vivido en primera persona, pero no cómo una forma de lástima o piedad, sino para evitar que el mundo se olvide de uno de los hechos más crueles del siglo XX. Ambas narran su propia historia para que la historia se apropie de ella y nadie pueda negarla. ¿Cómo se sigue viviendo después del infierno? ¿Existe el perdón? ¿Para qué sirve recordar el horror? ¿Cómo se sigue? Preguntas que encontrarán respuestas a lo largo de los 52 minutos que dura este interesante documental de Poli Martínez Kaplún, que sin lugar a duda algún que otro funcionario debería mirar.
En menos de una hora, una documentalista, Poli Martínez Kaplún, registra los recuerdos de sus protagonistas, dos señoras mayores que sobrevivieron al infierno de las campos nazis. Lea y Mira eran unas nenas que terminaban la primaria cuando pasaron de una infancia feliz a ver morir a su familia en los trenes que los llevaban al exterminio. El documental es excesivamente didáctico para una historia que conocemos, pero la gracia de las abuelas enhebrando la memoria íntima con la histórica lo transforma en una experiencia valiosa.
Dirigido por Poli Martínez Kaplún, Lea y Mira dejan su huella es un documental íntimo sobre dos sobrevivientes de Auschwitz. La importancia de la memoria. Una de las protagonistas, Lea, recalca su misión en esta vida, tras la inexplicable experiencia vivida en Auschwitz: la de mantener vivo aquello que pasó, para que no se vuelva a repetir. Contar su historia, traspasarla generación a generación. Lea y Mira se conocieron después de haber vivido y sobrevivido a Auschwitz, encontrándolas el destino a las dos viviendo en Argentina. Con el tiempo, fue más que esa experiencia compartida lo que terminó convirtiéndolas en mejores amigas. El documental de Kaplún retrata en una hora el horror que vivieron ambas mujeres a través de sus propias palabras, pero también se permite momentos para dejarlas ser, mostrarlas en su cotidianeidad, por separado y en conjunto, como las amigas que han sido desde hace décadas. Es así que más allá de lo duro y oscuro del hilo narrativo que mueve a la película, éste está teñido de esperanza y optimismo, con dos mujeres llenas de vida y sabiduría. La voluntad de recordar una época que muchos quisieran olvidar convierte a Lea y Mira, sus protagonistas, en dos ejemplos llenos de vida. Sin muchas pretensiones, la realizadora expone y transmite, tal como ellas lo piden, un mensaje para generaciones actuales y futuras.
PEQUEÑOS GRANDES TRIUNFOS Hablar sobre Auschwitz o la Shoah trae implícito el problema acerca de lo que se puede decir al respecto, y cómo se lo debe decir. Y no hablamos de la ociosa especulación acerca de los límites del lenguaje ni demás desviaciones filosóficas; realmente el Holocausto es un tema cuya esencia es difusa y que tiende a escaparse. Tan inabarcable es su maldad que su verdad parece bifurcarse hasta el infinito. Basta con ver la perpleja expresión en la cara de Raul Hilberg, historiador autor de La destrucción de los judíos europeos, mezcla de excitación y angustia profunda mientras le muestra al director Claude Lanzmann a la mitad del metraje de Shoah (1985) los cínicos documentos alemanes probatorios de la solución final. De paso digamos que la película de Lanzmann es probablemente el mejor prisma a través del cual buscar la comprensión del Holocausto, porque el director francés crea el lenguaje de la catástrofe, que se deja intuir en las nueve fascinantes horas que dura su documental. Podemos rastrear algo de Shoah en una película amable y pequeña como Lea y Mira dejan su huella, sobre todo porque se las arregla para salir airosa construyéndose a través del testimonio oral de primera mano, sin recurrir demasiado al archivo, la misma clave que utiliza Lanzmann. Sin embargo, la directora Poli Martínez Kaplun no se detiene a reflexionar acerca de los problemas expresivos de la narración sobre Auschwitz sino que se dedica a ubicar la cámara con prolijidad ante la cara de las dos amigas sobrevivientes, alejada de los virtuosismos pero con la habilidad de captar tanto los momentos justos de ternura y melancolía que expresan las protagonistas como la perplejidad y la crudeza cuando relatan el horror. Lea y Mira repiten una constante de algunos sobrevivientes del holocausto: sienten la necesidad de vivir para dar testimonio, aunque también se encargan en demostrar que la vida continuó a pesar del gigantesco trauma y que han tenido la delicadeza de ser felices. Es cierto que Lea y Mira dejan su huella puede llegar a caer en algún exceso melodramático pero es muy difícil no sentir empatía por estos personajes, por su voluntad de vivir y por encontrar su triunfo particular sobre el mal absoluto en el amor, la amistad y el cariño. Esto que puede sonar abrumadoramente cursi es también una verdad evidente en la película de Martínez Kaplun. Por eso decimos que es un film amable, porque aún nacido con el casi único fin de perpetuar el testimonio de las dos protagonistas, testimonios que se parecen a otros y que con mucha facilidad podían llegar a caer en el algún regodeo innecesario, o en la sentencia fácil, no se deja llevar y ni siquiera estira su duración con repeticiones redundantes de cosas que sabemos desde el principio. Lea y Mira dejan su huella encuentra su propia belleza sin demasiadas pretensiones y expresa un triunfo por sobre el mal que puede parecer pequeño al principio, demasiado particular, pero que se agiganta en apenas 52 minutos.
Como el cineasta Rithy Panh, Lea Zajac y Mira Kniaziew también vislumbraron cierta lógica en su trágica historia personal cuando empezaron a preguntarse ¿Para qué? en vez de ¿Por qué?. “Vivir para contar” es la versión resumida de la respuesta interior que les permitió, al realizador camboyano exiliado en Francia y a estas dos amigas polacas radicadas en Argentina, aceptar con lucidez el destino que los convirtió en víctimas sobrevivientes de un genocidio. Zajac y Kniaziew no escriben ni dirigen películas, pero sí hablan de su infancia en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau cuando las invitan a participar de jornadas sobre el Holocausto. Aunque filmadas, y por lo tanto susceptibles de ser reproducidas en otras circunstancias, estas presentaciones convocan a un público reducido. Acaso la constatación de esa limitación haya inspirado en Poli Martínez Kaplun la ocurrencia de dedicarles un documental a estas dos mujeres excepcionales. Sin dudas, Lea y Mira dejan su huella contribuye al propósito moral de rememorar para combatir el olvido y el negacionismo colectivos y, si fuera posible, para inhibir la pulsión humana de aniquilación masiva. Además, el largometraje ofrece un retrato entrañable de estas protagonistas octogenarias, que incluye una sentida aproximación a la amistad que trabaron -otra vez por obra del insondable destino- años después de haber migrado por distintas vías a nuestro país. Martínez Kaplun filma a Zajac y Kniaziew por separado, cada una en su casa, y juntas mientras conversan en el domicilio de una de ellas. La inserción de viejas fotos familiares, de imágenes de archivos históricos, de algunos registros hogareños de Lea (los libros de su biblioteca, el cuidado de sus plantas) refuerzan la elocuencia de las entrevistadas y estimulan en el espectador la recreación mental de los sucesos relatados. El trabajo de musicalización de César Lerner es tan delicado como el repaso de recuerdos todavía dolorosos. En ocasiones, el piano utilizado para la mayor parte de la banda sonora reproduce melodías de viejas canciones polacas para niños que Lea y Mira entonan encantadas ante cámara. Martínez Kaplun presenta a Lea primero. Justo después del título del documental, la muestra mientras murmura algunos versos de Las hojas muertas. Esta canción que Jacques Prévert y Jospeh Kosma compusieron en Francia al término de la Segunda Guerra Mundial evoca un tiempo perdido, días soleados de amor y felicidad que “el viento del Norte” y “la fría noche del olvido” se llevaron. La conmovedora secuencia adelanta una de las características principales del documental: su sutileza. A través de Lea y Mira dejan su huella, la realizadora les rinde homenaje a todos los sobrevivientes que pueden contar su experiencia, y de esta manera sumar una voz al reclamo colectivo de Nunca más. De paso, señala o recuerda que a veces es necesario cambiar de pregunta para encontrar una respuesta esclarecedora y por lo menos mínimamente reparadora.
En el apéndice de su libro Si esto es un hombre, Primo Levi divide a los sobrevivientes de los campos del nazismo en dos grupos: los que no quieren hablar del tema, los que olvidaron todo o quisieran hacerlo, y los que, al contrario, consideran que recordar es un deber. Levi, a quien le tocó Auschwitz III (Monowitz), se anota en el segundo grupo, e incluso considera que su oficio de escritor nació en el campo de concentración, sin el cual nunca hubiera tenido un motivo para volcarse a las letras. Algo así dice Mira Kniaziew de Stupnik, sobreviviente de Auschwitz II (Birkenau) y una de las protagonistas de este documental de Poli Martínez Kaplun. Hay quienes no pueden hablar -nos explica- y quienes no pueden callar. Ella admite que no sabe cómo sobrevivió, pero sí para qué: “Sobreviví para contarlo”. Lea y Mira Dejan Su Huella (2016) consiste en una serie de entrevistas a Mira y Lea Zajac de Novera, ambas judías polacas que, de adolescentes, fueron arrastradas a Auschwitz y, tras la Segunda Guerra, emigraron a la Argentina. Ya en América, se hicieron amigas. Uno de los grandes aciertos del documental es entrevistarlas juntas, porque no solo narran sus recuerdos sino que también reflexionan y debaten entre ellas. Lea explica cómo, gracias a una doctora rusa y una secretaria austríaca, se salvó de las cámaras de gas. Si uno cree en Dios, dice, entonces Dios estuvo ahí, a lo que su amiga le responde, tajante, “¿Dónde estuvo Dios? En Auschwitz seguro que no”. Si bien ambas atravesaron el mismo horror, no han llegado a las mismas conclusiones o, mejor dicho, no han adoptado la misma postura ante el fenómeno de los campos de concentración. En sus desacuerdos intuimos la dificultad -algunos dirían la imposibilidad- de explicar algo tan desmesurado como un genocidio. A lo largo de apenas 52 minutos, Kaplun y sus entrevistadas cubren una asombrosa variedad de temas. No solo hablan sobre Auschwitz sino también sobre lo que vino después, la readaptación a la sociedad. Lea y Mira todavía no entienden cómo hicieron para seguir adelante, para casarse y tener hijos, luego de lo que vivieron. Lamentan que el Holocausto no haya sido un hecho aislado, que las matanzas se hayan multiplicado, bajo otras formas y contra otras víctimas, acá (con el Proceso) y en todos los continentes. Para ellas los campos no son lejanos hechos históricos, porque los sufrieron y porque siguen siendo ejemplos de lo humanamente posible. Y además porque un trauma colectivo tiende a actualizarse con cada generación y debe ser abordado continuamente. Lo que conmueve del documental, como sucede con el famoso texto de Levi, es el esfuerzo que hacen las protagonistas para relatar su experiencia, aunque les cueste y deban contener las lágrimas. Para ellas, el futuro es lo que está en juego. Y por eso se sienten obligadas a alzar la voz, ayer, hoy y mañana. Hay momentos en los que las palabras les fallan, en los que un verbo o un adjetivo se les escapan, pero inmediatamente retoman el rumbo y redoblan la apuesta. Sus recuerdos son un dolor viviente y cada aproximación es nueva, necesaria y vital. Lea y Mira repasan tanto su vida -en Polonia, en Auschwitz, en la Argentina- como su cambiante relación con el pasado. Y este es el aporte de Kaplun a la extensa bibliografía y filmografía sobre el Holocausto: mostrar que dicha relación no es estable, porque el presente está siempre en marcha y exige renovados enfrentamientos con la Historia.
De gestos contradictorios trata este mediometraje de 52 minutos que se estrena mañana domingo en MALBA. El gesto de la solidaridad vrs el del abandono, el de la esperanza y la fe contra la desesperación, la felicidad de la infancia vrs la adultez humillada. La vida frente a la muerte. De decisiones y milagros trata este film que con buena cantidad de fotografías y los conmovedores testimonios de dos mujeres que hoy viven en Argentina (la Lea y Mira del título) se vale la realizadora Poli Martínez Kaplún para describir el Holocausto nazi, 83 años después del comienzo de la guerra y 71 años de la liberación de Auschwitz. Lea (Liza) Zajak de Novera nació en Bialystok, Polonia, donde pasó una infancia feliz; pero, a sus 12 años, en Septiembre del 1939, al estallar la Segunda Guerra mundial, su vida se quiebra para siempre y fue liberada por los rusos a orillas del Río Elba el 23 de abril de 1945. Mira Kniaziew Stupnik nació en Bialystok, Polonia en 1928. Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, la armonía del hogar que compartía con sus padres y hermano fue quebrada. Al producirse la división de Polonia entre URSS y Alemania, su ciudad quedó controlada por el ejército soviético, pero en 1941 ingresaron las tropas alemanas y se desató la cacería humana. Se traen hijos a este mundo tan horrible? es una de las grandes preguntas que quedan resonando. Las respuestas están en el presente de ambas al que se llega despues de atravesar el relato de la infancia feliz y sus canciones, los horrores de los campos de concentración, su llegada a la Argentina. Hoy, Lea y Mira se vuelven a contar esas historias (es buena la elección del diálogo entre ellas donde se prometen pasar los domingos mirando películas) que seguramente contaron miles de veces, pero que se propusieron dar a conocer al mundo para luchar contra la discriminación. Lo mejor de todo es que la cámara sabe capturar estas historias como si fueran narradas por primera vez.