Una mujer en el tránsito de la adolescencia a la adultez, que no encaja ni en la sociedad en que se mueve, ni con su padre que se ha vuelto a casar, ni con su madre que siempre tuvo en claro la falta de instinto maternal. Entre un mundo y el otro la chica se hace adicta al alcohol y las drogas y pasará por amores, rebeldías, peligros y una estabilidad tan deseada. Historia romanticona, con muchos lugares comunes para mostrar la parte de los amores, la profesión de fotógrafa, y una salida demasiado fácil para dramas tan graves como las drogadependencia y el alcoholismo. Buenos actores, como Cumelen Sanz, Gabriel Gallicchio, Ana Celentano y Daniel Kuzniecka. Buena fotografía.
Lejos de casa, tercer largometraje de la directora María Laura Dariomerlo, retrata de manera intimista un fragmento de la vida de Florencia (Cumulén Sanz), una joven con tendencias adictivas que solo busca su lugar en el mundo. Florencia estudia fotografía en un terciario, vive con su padre y la nueva pareja de éste. En apariencia lleva una vida con algunos excesos -alcohol y drogas- cuya causa resulta difícil de determinar, aunque el relato por momentos da algunas claves o hipótesis: ausencia de una figura maternal fuerte, sentimiento de desplazamiento por la búsqueda de un nuevo hijo por parte del padre. Desde este lugar, sin pretender construir una historia que venga a “explicar” el ABC de todo exceso, Lejos de casa tiende a ser más descriptiva que narrativa. Es una apuesta idónea en tanto que intentar dar cuenta de los motivos precisos por los cuales un individuo elige el exceso como recorrido de vida, generaría otra película en donde el foco tal vez sería la propia sustancia y no tanto la riqueza y complejidades de los personajes. Frente a un cuadro de impotencia, el padre decide enviar a Florencia a Pinamar, lugar en donde Diana -madre de Florencia- vive y se desempeña como médica. Pero la joven no está “lejos de casa” porque se encuentra ahora en un pueblo de la costa, Florencia no puede determinar dónde y qué es ese espacio simbólico del hogar, que indirectamente también remite a la infancia. Le expresa a su madre “no soy una pendeja” pero sus acciones no superan la madurez de una chica de 15 años: al consumo desmedido, se suma pegar chicles debajo de la mesa de la madre, llamar a los padres por su nombre cuando está enojada, lo cual implica trasladar su problema al desempeño de los roles paternos y maternos, etc. En la costa conoce a Sebastián -con quien entabla un romance- y Lunguito -quien le provee de algunas drogas-. Estos personajes funcionan, de alguna manera, como el ayudante y antagonista respectivo de la historia y, aunque se deja entrever que hay un vínculo entre ellos, la película se niega a revelar el estatuto de esa unión. Entre paseos en bicicletas y caminatas por el pueblo, la playa, el bosque, etc. Florencia va registrando con su cámara analógica algunos de los personajes que se cruzan por su camino. En un mundo digitalizado, la incipiente fotógrafa elige el soporte de celuloide, el viejo rollo que atrapa las huellas de luz, índices que le permiten registrar la realidad. Resulta casi una paradoja que compulsivamente se intente conectar con el mundo, a través de las imágenes de su cámara, al tiempo que se pierde en sus excesos y en la desconexión de sus deseos. Hacia el final se verá cuál de estos polos tiene más peso que el otro. Para entender el verdadero sentido de la historia es necesario llegar a dos de las escenas finales que no revelaremos pero podemos adelantar algunos aspectos. La anteúltima escena, sin duda, explica el título de la película, mientras que la última, gracias a una pequeña cita u homenaje a Love Story (libro y película), expresa que el camino no siempre es del amor y la vida a la muerte, sino que puede ser también a la inversa. LEJOS DE CASA Lejos de casa. Argentina, 2020. Dirección: María Laura Dariomerlo. Intérpretes: Cumulén Sanz, Gabriel Gallicchio, Ana Celentano, Abel Ayala, Daniel Kuzniecka. Guión: Javier Martínez Foffani. Montaje: Javier Favot. Música original: Hernán Matorra. Dirección de fotografía: Adrián Lorenzo. Productora: 3 Mentes.
“Lejos de casa” en los jueves de estreno de Cine.ar Una carismática joven que lucha contra las adicciones. Florencia debe volver a encontrarse con su madre, con quien comparte un vínculo distante y de resentimiento. “Lejos de casa”, el estreno semanal de Cine.ar, nos presenta la compleja vida de una joven perdida entre el alcohol y las drogas. Es la tercera película de la directora María Laura Dariomerlo. Por Lautaro Franchini. La cerveza y las pastillas dominan la vida de Florencia (Cumelén Sanz). Heridas abiertas logran que la joven amante de la fotografía decida alejarse de la realidad en reiteradas situaciones. Los escapes adictivos son causados por dolores adjudicados a sus padres separados, en especial con su madre, quien estuvo ausente en la niñez por temas laborales. Un lamentoso episodio hará que Florencia deba alejarse de su casa en la ciudad y volver a convivir con su madre en la Costa Atlántica. La búsqueda de sanar y el perdón de su familia seguirán causando adicciones, pero el nuevo escenario, junto a la aparición de un buen muchacho, llegará como una posible salvación para la protagonista. Tras los largometrajes “Rosa fuerte” (2014) y “La chica que vino del espacio” (2018), Dariomerlo estrena su tercera obra hoy 22hs en Cine.ar. Y a partir de mañana estará por seis días de forma gratuita en la plataforma Cine.ar Play. Puntaje 70/100. Dirección Montaje Arte y Fotografia Música Actuación
Las historias de madurez (conocidas como coming of age) constituyen un género irresistible para el cine y para el público, en gran parte porque posibilitan una mayor cercanía con los personajes y las situaciones que les tocan atravesar. En Argentina hay exponentes muy interesantes y con diferentes miradas. Lejos de casa es uno de los casos más recientes. Florencia (Cumelén Sanz) es una joven a la deriva, que sólo parece encontrar alivio en los excesos y en la fotografía. El padre (Daniel Kuzniecka) ya no sabe cómo controlarla, por lo que decide enviarla con la madre (Ana Celentano), una médica que vive en Pinamar. Allí debe aprender a adaptarse, lo que al principio parecerá menos difícil: entabla amistad con Sebastián (Gabriel Gallicchio), un kiosquero de buen carácter. Sin embargo, la relación entre Florencia y la madre no termina de ser tal, más allá de los buenos sentimientos mutuos. Para peor, los vicios todavía están al alcance. Se trata de la tercera película de Laura Dariomerlo como directora, luego de Rosa fuerte y La chica que vino del espacio. Como en aquellos films, el aspecto sobresaliente reside en las complejidades de los vínculos, pero sin emitir juicios. En este caso, de una madre y una hija con sus propias personalidades y sus maneras de ver la vida. Una hija que, de por sí, no se sentía valorada por el padre y que trata de encontrar su lugar en el mundo. Dariomerlo consigue escenas poderosas mediante la mezcla de actores bien elegidos -y bien dirigidos- y un guión con diálogos intensos pero sin ser redundantes. Cumelén Sanz ya había interpretado a una chica sin rumbo en Penélope, de Agustín Adba. De hecho, los primeros minutos hacen pensar en una continuación de ese film. Pero el personaje aquí es más humano; lo que permite conectar con ella, comprender sus tormentos y seguirla en su crecimiento. Una prueba de las capacidades actorales de Sanz, que además tiene una importante presencia escénica. No menos destacable es el desempeño de Ana Celentano, haciendo creíble a una madre que, por sobre todas las cosas, es una mujer con sus propios objetivos, una mujer libre, sin por eso dejar de sentir amor por sus seres queridos. Lejos de casa es un drama real con sus momentos de crudeza, pero provisto de un corazón grande y un sabor de esperanza.
CÓMO SER FELIZ A Florencia sus padres se la han ido pasando de aquí para allá sin detenerse a pensar un momento qué es lo que pasa con ella, por qué manifiesta tal carácter autodestructivo. Cuando arranca Lejos de casa, sus problemas de adicciones generan el hastío de su padre. La solución, claro, es mandarla a pasar unos días con su madre en Pinamar que -nos enteraremos luego- la abandonó cuando era muy chica. La película de Laura Dariomerlo traza un prólogo veloz y feroz (algo que se repetirá en el epílogo), donde muy pocas escenas le alcanzan a la directora para construir un retrato de la desolación de su protagonista. El viaje de Capital Federal a Pinamar, entonces, servirá como remanso para el relato, que encontrará a partir de ahí otros tiempos, y también para la vida de Florencia, que se acercará a una suerte de epifanía y caminos posibles mientras transita las calles arenosas de la localidad balnearia. Es cierto que la película de Dariomerlo se recuesta en algunos clichés: Florencia anda siempre con su vieja cámara de fotos a cuesta, en un estereotipo algo peligroso de chica indie torturada. Claro que hay algo interesante en cómo la película va horadando ese lugar común hasta reconvertirlo en otro y, también, en cómo Cumelén Sanz construye una criatura que se aleja del perfil bucólico del que buena parte del cine argentino independiente abusa. Es como si en su derrotero ella pudiera aceptar que muchos de sus modos son formas de la autodefensa, como así también el estereotipo es un recurso de la película para identificar al espectador. El desacople de ese lugar de seguridad al que Florencia persona y personaje pertenecen llega en su fricción con los personajes que la rodean, especialmente su madre (Ana Celentano) y un kioskero que le alquila una pieza (Gabriel Gallicchio). Ambos se alejan de los estereotipos y se vuelven complejos, incluso con espacios que no terminan de ser rellenados por la película, como el vínculo que mantiene el kioskero con un dealer que recorre la ciudad, tal vez el personaje más flojo de Lejos de casa. En definitiva serán ellos los que alejen a Florencia de su zona de confort y la hagan discutir con sus demonios. Una vez que Florencia se enfrente a una situación límite, su mundo parecerá acomodarse nuevamente. O no. El epílogo de Lejos de casa presenta sus particularidades: otra vez las elipsis, otra vez una alteración del tiempo narrativo diferente a la del nudo del relato. Pero lo que en el comienzo era un viaje a la oscuridad del corazón de la protagonista, es ahora su reverso exacto. Los conflictos parecen haber llegado a su fin y el amor, lectura de Love story de Erich Segal mediante, surge irrefrenablemente. Hay algo en la música, que ya había generado su sorpresa extra-diegética en algún paseo en bicicleta, que baña todo con el espíritu de un cuento. Lejos de casa reconstruye así una mirada de la felicidad estereotipada. Como si Florencia no pudiera escapar, en todo caso, de construcciones prediseñadas para evidenciar sus emociones. Ese juego resbaladizo con la percepción de lo que es real y lo que no vuelve a Lejos de casa más interesante aún.
Un drama de reconciliación y recuperación es Lejos de casa, la nueva película de María Laura Dariomerlo, que se estrena en Cine.Ar TV y Cine.Ar Play. En los primeros minutos de Lejos de casa, Flor (Cumelén Sanz) se besa con una chica, toma cerveza y vino (directamente de la botella), se droga y no le importa deberle dinero a su dealer ni intercambiar con él besos o golpes. Al espectador no le quedan dudas, dadas las “claves” referidas, de que algo le pasa. Algo profundo que trata de tapar con lo que tiene a mano. Su padre (Daniel Kuzniecka), harto de sus posturas irresponsables y sus enojos constantes, la envía a la costa con su madre para tratar de encauzarla. Así andará por la vida ahora trasladada a una ciudad ajena, con una progenitora (Ana Celentano), profesional, con la que no parece tener un vínculo, y con la relación que entabla con un joven kiosquero (Gabriel Gallicchio) que alquila una habitación en la casa materna. Quizá en la manera de trabajar el film hay algunos lugares comunes o clises que se entienden y aceptan como “verosímiles ficcionales”: si alguien lleva una cámara colgada del cuello todo el tiempo es fotógrafo (en este caso fotógrafa), pareciera que no se necesita nada más que algún momento en donde el personaje hace que saca fotos y está construida la profesión o rol vocacional. En esos usos, la cuestión es la mayor o menor capacidad de guionistas y directores para la construcción, pero hay otras decisiones que son más cuestionables: dar a entender que los problemas de adicción o en los vínculos humanos (la madre aunque la ama la tuvo como “regalo” a su esposo que le posibilitó hacer su carrera de médica) son fáciles de resolver y en lo que lleva la duración de una película. Desarrollar ciertos temas como si fueran menos complejos de lo que son es algo a revisar. Y no me refiero a lo que espeja como reflejo de una verdad/realidad sino por el mismo verosímil que requiere una ficción. Más allá de eso, Dariomerlo realiza una película correcta en todos sus rubros, que se apoya en las buenas actuaciones de su elenco y que avanza en algunas cuestiones interesantes como lo es el tratar el instinto maternal como un constructo cultural (en una de las mejores escenas del film). Lejos de casa es un drama que no derrocha originalidad pero cumple con su cometido, aunque ostenta cierta mirada demasiado positiva o naif frente a los problemas que toca.
“Tocando fondo” Un viaje y una reconstrucción necesaria. De aquella premisa nace la película escrita por Javier Martinez Foffani y dirigida por Laura Dariomerlo. Lejos de casa (2020) nos adentra en la vida de Florencia (Cumelen Sanz), una joven estudiante de fotografía que se encuentra atrapada en un mundo de adicciones que no hacen mas que encerrarla en un círculo sin salida aparente. Ante la desesperación por el estado de su hija, el padre de la protagonista (Daniel Kuzniecka) decide alejarla de la ciudad y enviarla a vivir a la costa junto a su madre (Ana Celentano), ausente durante su crianza. Entre reproches y falta de motivación para llevar a cabo la orden de su padre, Florencia emprende un viaje con su mochila al hombro y un repertorio de nuevas posibilidades. En los días alejada de su casa, la joven encuentra una oportunidad para indagar en la relación con su madre y conoce a Sebastián (Gabriel Gallicchio), con quien comenzará a sentir un vinculo cada vez más fuerte. Lejos de casa respeta el formato clásico narrativo, frecuentemente visto en las películas de viajes en los que el traslado de ciudad no es el único cambio, ya que su protagonista se ve en presencia de situaciones que sacuden su estructura cotidiana. "La tan escuchada frase que comenzó su recorrido por una de las películas del Caballero Oscuro, comenta como la noche es más oscura justo antes del amanecer; Lejos de Casa se acerca a aquel instante en el que el fondo alcanza su nivel más bajo, momentos previos a transformarse en una oportunidad de resurgir."
La vida de una joven perdida entre las pastillas y el alcohol. Florencia tiene una vida ajetreada tratando de escaparse de sus conflictos pero que finalmente la lleva a reencontrarse con su madre. Ambas tienen una relación distante con heridas abiertas y resentimiento. La película busca una mirada esperanzadora y es menos sórdida y terrible que otros films argentinos con temáticas parecidas. La sensación de que esta clase de títulos da para más pero se queda en un tono de cine independiente resignado a no alcanzar un público mayor. Hay muchos elementos valiosos en la película, pero también algo que la limita, una conexión que no termina de desplegarse del todo. Aun así algo de luz muestra un humanismo digno de ser reconocido.
Florencia (Cumelén Sanz) es obligada a compartir tiempo con su madre (Ana Celentano), tras no poder el padre de la primera (Daniel Kuzniecka) controlar sus pasos y por eso decide enviarla Lejos de casa (2020), como dice el título de la nueva película de María Laura Dariomerlo (Rosa Fuerte), una propuesta que se destaca por la sustancia de los personajes presentados y una búsqueda que trasciende su formato. Propuesta que prefiere en silencios y en lo no dicho avanzar con un guion, de Javier Martínez Foffani, que explora vínculos filiales y relaciones amorosas y pasionales, en el derrotero de Florencia, de encontrarse tras años con su madre, luchar contra sus propias adicciones y deseos, se despliega un universo con reglas propias y en el que llegada al pueblo en donde Diana (Celentano) se destaca como médica configurará el material para que Lejos de casa consolide algunas ideas que deben celebrarse. Los cuerpos que muestra, libres, deseantes, hacen progresar la narración hacia lugares inimaginados y dependiendo mucho de aquello que el guion depara a Florencia como próximos pasos, pero también por el peso del pasado, enunciado de manera superficial en algunos momentos. Personajes satélites, como Sebastián (Gabriel Gallicchio), o Lunguito (Abel Ayala), amigos otrora, compañeros de negocios turbios, tal vez algo más, impulsan las acciones de la joven hacia situaciones en las que tal vez Florencia no pueda regresar ilesa, pero, principalmente, en su perderse en el pueblo, en alcohol y drogas, donde hay un pedido de más información a gritos, una necesidad de terminar de cerrar una historia de la que poco conoce. Y mientras busca, dolida, con inseguridades, deposita en los otros sus propios miedos y miserias, aun en sus objetos de deseo, como cuando le cuestiona a Sebastián su permanencia allí “¿no te deprime tanta chatura?”, siendo que en realidad desea profundamente pertenecer a algún lugar. En ese pertenecer gran parte del atractivo radica en Diana, un personaje fantasmagórico, para Florencia, pero también para el espectador, que trata de hilvanar la decisión de dejar al cuidado del padre a la hija, constituyendo, además, una imagen sobre la maternidad diferente, anómala para el cine nacional, y que junto a un pequeño puñado de películas, como Mi amiga del parque (2015), o recientemente, Las buenas intenciones (2019), no hacen otra cosa que reflejar la decisión de mujeres que si bien son madres, la maternidad no completa sus verdaderas intenciones, como, en este caso, dedicarse a sí misma y a la profesión. Una puesta clásica, pero no por eso menos efectiva, que dosifica la información de los personajes, menos de Florencia, logra generar la inquietud de querer saber más de ellos, eslabón necesario para avanzar empatizando en la historia. La delicada fotografía de Adrián Lorenzo, quien también asiste a Dariomerlo en cámara, juega con los comportamientos y estados de ánimo de la protagonista, configurando así, en su paleta apagada, con claroscuros contrastantes, la atmósfera ideal para que la narración cuente también desde ese lugar. A las logradas composiciones de la protagonista, se suman Gallicchio, la recuperación de Kuzniecka para la pantalla, y una composición de Celentano potente y justa, necesaria para que Lejos de casa trascienda sus propias leyes y se convierta en un manifiesto sobre otros posibles vínculos entre padres, madres e hijos, amigos, parejas, más allá de su disfraz evidente de coming of age.
Florencia se crió con una madre ausente y pasa sus días entre drogas y alcohol. Por eso, su padre la envía con la madre, donde pondrá en jaque su vida. La historia acompaña a Florencia, una estudiante de fotografía con problemas de adicciones que vive con su padre y su pareja. Su madre siempre estuvo ausente y apenas tiene contacto con ella en la actualidad. Toda esta realidad deprimente y tediosa, Florencia la conlleva sumergida en el mundo de las drogas y el alcohol; pero cuando este comportamiento es insostenible, su padre la envía a vivir con la madre en un pequeño y aburrido pueblo de la costa atlántica, en el que comenzará tanto una búsqueda interior como una paulatina recomposición de la relación madre-hija. Con guion de Javier Martinez Foffani (Sentadas en el umbral), el tercer largometraje de Maria Laura Dariomerlo (Rosa Fuerte, La Chica que vino del Espacio) aborda la compleja intersección que se produce en las libertades individuales de una mujer como madre y médica, así también como hija y fotógrafa. Un vínculo planteado desde una perspectiva poco habitual y, por lo tanto, muy original. Al tener ambas un sólido sentido de identidad y emancipación, el encuentro entre sus fuertes personalidades se va dando de a poco, tanteando mutuamente los límites de la otra hasta llegar a una impactante conversación largamente postergada en sus vidas. Son libres, pero se dan cuenta de que se necesitan una a la otra. Lejos de Casa, Laura Dariomerlo, Cumelen Sanz Lejos de Casa reúne en su elenco a Cumelen Sanz (No te olvides de mi, Penélope), Gabriel Gallicchio (Simona), Ana Celentano (Las Viudas de los Jueves), Abel Ayala (El Marginal) y Daniel Kuznieka (Valientes). Apenas una hora de estupendas interpretaciones y talentos en lo que es una trama de confrontación y aprendizaje. Sanz y Celentano tensan una conexión genuina entre ambos personajes, descubriendo valores a los que renunciaron por ser quienes son hoy. Ya sea el interés romántico de la protagonista (Gallicchio) o el dealer de estupefacientes del pueblo (Ayala), los papeles secundarios tampoco se quedan atrás, sacando a Florencia de su eje y disputándola para sus respectivos ámbitos. Flaquea aquí la trama, tal vez, en dejarnos un deseo de mayor lectura de estos últimos personajes para tan poca duración del film. Si bien contiene algunos estereotipos clásicos, la película de Dariomerlo apunta en mayor medida a la singularidad de elegir entre perseguir los sueños vocacionales o dedicarse de lleno a la crianza. Cuando la vida y la verdad de una madre es lo único que tiene para ofrecer, ¿es suficiente? Una directora a tener en cuenta, ya que cataloga nexos familiares desde nuevos puntos de vista a los que acostumbra el cine nacional, animándose a abarcar cuestiones complejas en historias simples.