Nacido en Puerto Iguazú, formado en Rosario, Maximiliano González viene desarrollando un cine atento a la expresión del interior, las localidades del interior, y los padecimientos femeninos. En su opera prima, “La soledad”, un hombre abandonado por su mujer se ocupa de ayudar a la hija de su vecina, una nena de apenas 13 años, ya embarazada. En “La guayaba”, una joven prostituida vive su calvario al costado de una ruta provincial, hasta que encuentra la salida gracias a un supuesto viejo reblandecido. En su tercera película, que ahora vemos, filmada en Formosa y Misiones, una mujer y su segundo esposo esperan a la hija adoptiva que ella sueña. Pero la madre biológica, que inicialmente había aceptado el trámite, parece haber cambiado de opinión.
Durante la noche de espera en el hotel, bajo una copiosa lluvia subtropical, los miedos y recuerdos de la pareja se disparan, igual que se disparan algunos habitantes huyendo de una posible inundación. Otros siguen firmes bajo el agua. Al mismo tiempo, el hombre debe atender, cada vez con menos interés, las llamadas de un socio que está literalmente en las antípodas (de ahí el título). El autor no exagera los símbolos, simplemente sintoniza las situaciones y maneja de este modo un clima de tensiones internas. Esa es la noche. Después vendrá el día.
Buenos intérpretes, Elena Roger y Javier Drolas, junto a interesantes artistas del interior y en escenas especiales Cecilia Rosetto, José María Marcos (como un hombre que justo en el 40° aniversario de casados le confesó a su mujer que tiene dos hijas naturales) y Pascual Condito. La música también es buena.