Leones

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

Jazmín López filma con seguridad y talento. Su ópera prima es audaz y experimental, una película de climas en la que resulta difícil resumir la “historia” sin revelar la clave y la resolución. Cinco amigos caminan en un bosque con un andar despreocupado, filmados casi siempre de espaldas. Los jóvenes son, ante todo, cuerpos en el espacio, presencias, proyectos de personajes. Los vínculos entre ellos son igualmente misteriosos, y el ambiente, de una extrañeza inquietante, nos sitúa al borde de lo fantástico. La película por momentos estremece: en el bosque abundan sonidos y variaciones luminosas que provocan una tensión permanente entre lo trivial y lo sobrenatural, entre los impulsos de vida y muerte, entre estar arriba o debajo de la línea de flotación en la escena acuática. Las hojas y las ramas producen sonidos confusos, a veces de manera brusca, como si la realidad se quebrara. Para confirmarlo está el partido de vóley que cita a Blow up de Antonioni, aunque en este caso la pelota invisible esté sutilmente sonorizada.

Leones traza una trayectoria en la cual los cinco cuerpos evolucionan. Las perturbaciones enuncian una instancia interior, otro lugar, otra temporalidad desde donde volver a transitar un episodio traumático. La película crea una atmósfera borgeana con frases de poetas suicidas y conversaciones que rozan lo abstracto. La directora instala una amenaza sorda en el bosque, mezcla la cronología temporal, filma largos planos secuencia con lentas circunvalaciones en tiempo real y hace entrar y salir del cuadro a sus personajes con una precisión notable. Jazmín López posee el aplomo de una cineasta experimentada, una mirada infrecuente, una verdadera singularidad.