Tras un amplio recorrido por festivales como los de Venecia, Viena y el reciente Bafici porteño, se estrena esta ópera prima de Jazmín López que, analizada con una mirada superficial, podría ser otra película más del (ya no tan) nuevo cine argentino sobre jóvenes atribulados que no hacen más que caminar por el bosque o nadar en un lago, mientras comparten juegos de palabras, cierta angustia existencial y alguna que otra experiencia sexual. Pero, si se le presta la debida atención, si se logra ingresar en el universo íntimo de estos cinco adolescentes, la experiencia contemplativa y sensorial, se convierte en algo bastante más complejo, profundo, casi hipnótico.
Hay un misterio que tarda en revelarse y tiene que ver con un hecho trágico, pero Leones deja esa intriga en segundo plano, como un "sedimento", como un aire turbio que va contaminando los climas cada vez más lúgubres y opresivos de estos muchachos que deambulan por la naturaleza sin rumbo fijo. La narración construida con largos y virtuosos planos-secuencia es muy atractiva, sobre todo por el trabajo de fotografía y cámara a cargo de Matías Mesa (habitual colaborador de Gus van Sant) en exteriores de Bariloche, de El Bolsón y -en la secuencia final- de las playas de Claromecó.
Precisamente, con el Van Sant más radical de films como Gerry y con el cine de Michelangelo Antonioni y Alexander Sokurov intenta "dialogar" esta película dedicada -nada menos- que a Alejandra Pizarnik, Kurt Cobain y Alfonsina Storni. Laberíntica y esquiva (es más lo que se esconde o se sugiere que lo que se muestra), Leones es de esas propuestas que dividen aguas (irrita o fascina), pero que -más allá de las diversas sensibilidades de los espectadores- demuestran una gran inteligencia y convicción para una directora debutante. Habrá que seguirle, entonces, sus próximos pasos.