La vida de una mujer peruana que mantiene a su familia trabajando como empleada doméstica en una casa en Santiago de Chile parece un tema típico del cine latinoamericano. Lo original de Lina de Lima es la mirada precisa y cariñosa de su directora y la forma en la que cuenta esta historia, combinando un relato realista que muestra las actividades cotidianas de la protagonista con musicales llenos de color y brillo, en los que expresa su rico mundo interior y su propia cultura.
La película presenta de forma inequívoca pero sutil las desigualdades económicas y sociales que sufre Lina, quien se sacrifica estando lejos de su hijo y trabajando mucho para darle algunos gustos. Pero no pone a la protagonista en el lugar de víctima, ni de heroína. La muestra como una mujer real a cargo de sus propios deseos, con mucha personalidad y sentido del humor, que lleva lo mejor que puede la soledad y encuentra diversión en pequeñas cosas, yendo a bailes y teniendo encuentros sexuales.
Para lograr este profundo retrato, María Paz González no se guió por prejuicios y modelos repetidos sino que se acercó a mujeres que tienen vidas como la de Lina para conocerlas mejor y contar una historia genuina, desde una perspectiva con pura empatía y sin lástima. Esta intención se completa con la excelente interpretación de Magaly Solier, que toca la nota justa propuesta por el film, un trabajo nada sencillo, y se luce en los números musicales.