Una mujer peruana mantiene a su familia trabajando como empleada doméstica en una casa en la ciudad de Santiago de Chile. La película se inicia como un retrato realista de la vida de esta mujer, pero lo que parece un film más sobre las problemáticas sociales del continente, sorprende de pronto al convertirse en un musical. Así, al naturalismo de muchas escenas se le contrapone números musicales donde la protagonista es la estrella.
No es la primera película que utiliza este recurso. De hecho es un recurso usado muchas veces para contraponer la crudeza de la vida cotidiana con el mágico universo de la ficción, en particular el musical. Los musicales no son enormes despliegues de producción pero sí un fuerte quiebre en la narrativa. Son bellos momentos, cargados de ternura y genuina luminosidad. No hay manera de no encariñarse con la carismática protagonista y la película. Un poco de afecto en un presente cinematográfico donde la crueldad paga más que la bondad, es motivo de festejo, en particular cuando está hecho con convicción, como ocurre acá.