Cómo atrapar un personaje esquivo Liniers, el trazo simple de las cosas es, en su concepción, un documental poco convencional. En 2007, Franca González, su directora, hizo una beca en una Montreal helada, intransitable, compartiendo casa con otro becario argentino: el historietista Liniers, creador de “Macanudo”. Allí, ella tuvo la idea de filmar una película sobre él. Una idea que funcionó... en Canadá, pero que se complicó, y bastante, en la Argentina. ¿Cómo? Sí, a su regreso, el dibujante -que en el encierro obligado se había mostrado feliz como en un útero- le dijo a documentalista que prefería evitar una película sobre sí, que su vida no tenía nada de raro ni interesante, que todo lo que tenía que decir lo decía a través de sus historias. La comunicación de esta negativa, en un bar porteño, aparece en la película: la tensión parece ser real, no el producto de una puesta. ¿Qué hizo, entonces, Franca González? Decidió hacer un filme sobre la imposibilidad de hacer un filme. O no tanto, porque Liniers terminó abriéndose, aunque con permanentes reparos, a la propuesta. Los puntos más fuertes de este documental son: 1) la sensibilidad de la directora para filmar escenas, sobre todo de interiores y de paisajes, de gran belleza y significación 2) La participación de Liniers a través de sus dibujos, animados por Pablo Goitisolo (Del plano fijo pasó al audiovisual: evidentemente, el medio que prefiere -con razón- para comunicarse) 3) El montaje, que articula con agilidad los elementos anteriores. González, en off, se pregunta una y otra vez como abordar a la persona que, supone, se esconde detrás del personaje. Y sigue a Liniers en distintas presentaciones públicas: desde el populoso lanzamiento de un libro de él hasta su trabajo conjunto con Kevin Johansen (Liniers, también músico, es el autor del arte de La lengua popular , de Andrés Calamaro). Mientras tanto, el dibujante se muestra como un hombre con algo de niño: muy simpático y al mismo tiempo tímido; de estilo ingenuo aunque finalmente mordaz. Lo que transmite en su arte, de apariencia naif, aunque cargado de sensibilidad y reflexión, antes que de mero humor. El Liniers dibujante es o parece ser, como el mismo lo advierte, más interesante que el Liniers hombre común. Sus admiradores sabrán, a través de este filme, algo más de él. De su inclinación por el trabajo manual, por ejemplo. “La sensibilidad que le saqué a la acuarela no se la pude sacar a la computadora. Soy como un viejo que hace dibujos con sus manos”, dice. Así como en Montreal, en momentos de mayor apertura, da detalles de su intimidad: “No me gusta la suciedad, pero el desorden me parece interesante. En un estado fascista no hubiese funcionado nunca”. No es raro: su impronta principal es la libertad creativa, la que transmite en sus tiras. Libertad a la que también apela González cuando, por ejemplo, le entrega la cámara a él y deja que en el final se inviertan los roles. Así logra cerrar un filme que pudo naufragar, pero que se convirtió en cine.
Un documental sobre el mundo de Liniers De cómo abordar el universo creativo de un artista Hace tres años, la directora de Tierra sin mal y Atrás de la vía ganó una beca que la llevó a vivir dos meses en el crudo invierno de Montreal. Allí conoció y compartió casa con el historietista (Ricardo Siri) Liniers. De aquella relación fortuita surgió en la documentalista pampeana la idea de concretar un retrato del autor de la popular tira Macanudo, Cosas que te pasan si estás vivo y Bonjour . Y del largo y complejo camino que siguió para convencer a este talentoso dibujante/guionista para que aceptara ser parte del film se trata El trazo simple de las cosas , película que es tanto una aproximación al proceso creativo como una reflexión (de la propia directora) sobre cómo abordar la vida y la obra de un artista. Entre esas dos vertientes pendula -con más hallazgos que carencias- este largometraje que va de lo autobiográfico y confesional (con algunos vicios del documental "de autor" en el abuso de una voz en off en primera persona demasiado pretenciosa y artificial como ordenador del relato) a la exploración del apasionante universo creativo de Liniers. De Québec a Buenos Aires, González sigue a un Liniers que afronta importantes cambios íntimos (como la paternidad) y profesionales (como sus colaboraciones con Kevin Johansen), mientras conoceremos su forma de trabajo siempre artesanal en tiempos de dibujo en computadora, la intensa actividad en su blog personal o su pasión por Charles Chaplin, Bob Dylan, Los Simpson y el jazz. Las notables animaciones de Pablo Goitisolo (a partir de dibujos, tiras e ilustraciones del propio Liniers) son lo más logrado y sorprendente del film y la muestra contundente de que la obra tragicómica, ese humor nostálgico y existencialista del autor, está pidiendo a gritos su arribo al cine. Liniers -más allá de su histrionismo y de su simpatía- opta por mantener una distancia prudencial, casi pudorosa con la directora y su película. Así, no es mucho lo que se puede conocer de sus facetas más íntimas. Son interesantes, de todas maneras, las reflexiones que hace de sus creaciones, su postura en contra de la "dictadura" del chiste y del remate, y la forma en que se involucra personalmente (como la "liberación" que sintió cuando dejó de dibujarse como hombre y comenzó a hacerlo como conejo). Habrá que ver hasta qué punto los miles de incondicionales admiradores del arte de Liniers entenderán y aceptarán las propuestas del documental. Por lo pronto, González propone un trabajo honesto desde lo intelectual y humano, muy cuidado desde lo técnico y lo más profundo que le fue posible a la hora de explorar el rico, fascinante, contradictorio e inasible universo del creador de pingüinos y duendes, de un robot sensible y una vaca cinéfila, del misterioso hombre de negro y del trío Enriqueta, Fellini y Madariaga, personajes ya incorporados a lo mejor del imaginario popular.
Un historietista que no quiere ser filmado “Creo que empieza a tener confianza en mi película”, dice la voz en off allá por la media hora de proyección, que en total dura hora y cuarto. La voz es de la realizadora, Franca González, y el que recién en ese momento empieza a confiar no es otro que el protagonista de la película, Ricardo Liniers. Liniers, para llamarlo por su nombre artístico. El historietista, autor de Macanudo, de Bonjuour, de Conejo, de Olga, de Enriqueta, de Fellini, de Cosas que te pasan si estás vivo, de buena cantidad de libros y de tiras en La Nación y el suplemento NO de Página/12. Recién en ese momento, a la media hora de película, Liniers acepta que Franca González lo filme. Filmación de cómo convencer a Liniers de ser filmado, work in progress de sí misma, Liniers, el trazo simple de las cosas se suma así al linaje –reducido pero fascinante– de documentales sobre personajes reacios a las cámaras ajenas. Linaje que cuenta entre sus máximos exponentes a Dirigido por John Ford (P. Bogdanovich, 1971) y Marlene (Maximilian Schell, 1983), donde ambos protagonistas intentaban dirigir a sus directores. No es el caso de Liniers, que no quiere dirigir a nadie, pero pone objeciones a que alguien –Franca González, por caso– dirija una película sobre él. El precioso afiche narra esa resistencia en forma de historieta, reconociendo que si algún eje tiene la película, es ése. “¿Un documental sobre mí?”, pregunta en el afiche Conejo, alter ego del autor, sobre fondo verde agua. “¿Te parece? ¿No conocés a alguien más interesante?” Claro que, en otro cuadrito, Conejo/Liniers reconoce que no le gusta nada eso de que una cámara se meta en su vida privada. De allí que durante un buen tramo, Liniers, el trazo simple de las cosas se reduzca a filmaciones en lugares públicos. Liniers y otros colegas pintando un mural, Liniers dibujando en vivo en un show de Kevin Johansen, Liniers presentando libro nuevo en una librería, Liniers firmando un autógrafo en un colectivo. Lo otro que González está “autorizada” a filmar son trabajos del autor (incluyendo perladas animaciones a cargo de Pablo Goitisolo) o al autor hablando sobre sus trabajos. Su ética y estética: aunque por suerte no se usen palabras tan griegas, una de las cosas más valiosas que González atina a documentar es el pensamiento vivo de un artista responsable. Liniers reflexiona (piensa en voz alta, más bien; no hay en él la menor pose de “artista”) sobre su relación con el humor, su rechazo por la mecánica demasiado pautada del chiste, el surgimiento de sus personajes, su necesidad de sorprenderse a sí mismo en cada tira, la relación no servil con el público: al no apelar al clásico esquema presentación-nudo-remate, a veces hay quienes se quedan afuera. Un “mala suerte” más resignado que altivo parece ser el credo del autor en esos casos. Ablandado, a la larga Liniers se deja ver como Ricardo Liniers, joven cuarentón de gorro de lana, jeans y camperón, y termina mostrando a cámara sus cuadernos de bocetos y hasta las cartas en forma de viñeta que manda a sus amigos. De ahí a hablar con franqueza sobre su condición de padre primerizo, sobre sus gustos personales (Chaplin, Simpson, Thelonious Monk) y hasta levantar la copa de vino, brindando por el éxito de la película, no hay más que un paso. Tarea cumplida: Liniers ha sido filmado.
Retrato de un tipo "Macanudo" El documental de Franca González Serra retrata de manera acertada la obra de Liniers, reconocido dibujante e historietista argentino autor de Macanudo o de Cosas que te pasan si estás vivo. Una beca en Quebec (Canadá) para la realización de un proyecto une a Franca González Serra y Liniers en una misma vivienda de la ciudad del norte de América, única condición para acceder a dicho beneficio. De esa convivencia, producto de la casualidad o de la causalidad nace Liniers, el trazo simple de las cosas (2010). Lo que empieza siendo solo un raconto imágenes casuales de los momentos compartidos durante algunas semanas en Quebec, terminará por convertirse en un material único que permitirá reconstruir la obra de un gran autor que como sus personajes derrocha talento y humildad. Con las primeras filmaciones, realizadas como al descuido, Franca González Serra regresa a Buenos Aires y se choca con lo que puede dar inicio a una película, un material interesantísimo sobre un hombre que trasciende por sobre su obra. Se reencuentra con Liniers y le cuenta sobre su proyecto: hacer una película sobre su vida. Él no parece muy convencido y rechaza la idea, pero días después le hace una contrapropuesta “si el documental no es sobre su vida sino sobre su obra el aceptará”. Y así comienza la historia. La cámara sigue durante días al artista capaz de generar en segundos una historieta, mientras se intercalan las imágenes con animaciones que reflejan la obra completa del autor. Así durante más de 70 minutos vamos conociendo al hombre detrás de los dibujos por más que este no haya accedido a mostrar su vida, ya que en este caso vida y obra van de la mano, complementándose y no por separado. Pese a la reticencia inicial, como el trazo de un lápiz, la cámara va dibujando los momentos de la rutina de este hombrecito para presentarnos un retrato simplista pero no por eso incompleto. El trabajo, la tecnología, las ideas, los conciertos con Kevin Johansen, nos van mostrando a un Liniers que -como dice la directora- "se enciende junto a la luz roja de la cámara" para abrirnos su alma como la del mismo Macanudo. Y así con sencillez, como la misma que derrocha nuestro personaje retratado Liniers, el trazo simple de las cosas nos sumerge en un mundo que como sus historietas tiene la dosis necesaria de todo lo que hay que tener, nada le sobra, nada le falta. Descubra el alma del artista detrás del papel.