Las reuniones familiares conforman un subgénero en sí mismo, con fiestas como el Día de Acción de Gracias o Navidad como disparadores más frecuentes. En este caso la excusa convocante es una enfermedad: un episodio que marca el agravamiento del cuadro de Alzheimer de una madre hace que la hija cruce los Estados Unidos para tratar de ayudar a sus padres y su hermano.
El conflicto visible es el choque entre el hermano (otro buen trabajo de Michael Shannon, el mejor de un sólido elenco) y el patriarca: uno quiere internar a su madre en un geriátrico y que el padre se mude a una residencia cercana, mientras que el otro se niega a separarse de su mujer e insiste en seguir cuidándola en la casa. Pero más allá de este contrapunto, el comienzo de disolución de la familia expone la dinámica que guió el funcionamiento de este grupo durante toda la vida.
Por su insistencia en mostrar cómo los padres son capaces de marcar a fuego la vida de sus hijos, el guion de Lo que fuimos -escrito por la actriz Elizabeth Chomko, que hace su debut como directora- es un banquete para psicoanalistas. Pero, a pesar del dramatismo de los temas que aborda, la película se cuida de caer en la solemnidad: la fina línea que separa tragedia de comedia está hábilmente trazada.
Casi todo está observado desde el punto de vista del personaje de Hilary Swank, esa mujer que ante la emergencia viaja a la casa paterna junto a su propia hija. El reencuentro con sus padres detona en ella la crisis de la mediana edad, con las consabidas preguntas de ocasión sobre su matrimonio, el vínculo con su hija, la vida que se forjó. En fin: cuestionamientos que llegan cuando se vislumbra que por delante queda menos tiempo que el ya transcurrido.
A medida de que la memoria de la madre va desvaneciéndose, la hija parece por fin madurar, conectarse con su deseo y tomar las riendas de sus días. Como si la conciencia de que llegó ese momento en que debe ser madre de sus propios padres tuviera, al contrario de lo que podría esperarse, un efecto liberador.