El séptimo largometraje de Rodolfo Durán -después de El karma de Carmen- se sumerge en una realidad que no ofrece segundas oportunidades y en una familia que utiliza el robo como forma de vida. Un drama policial que expone vínculos alterados.
¿"Cuánto tiempo más me dará el cuero?" pregunta Nieto -Daniel Fanego, en otro personaje oscuro que se permite algunos rasgos de humanidad- mientras espera al volante para robar un automóvil o que sus cómplices ingresen en una casa marcada.
Entre personajes marginales -Potrillo sale de la cárcel y se une a la banda-; Molina, el comisario corrupto -un acertado César Bordón, recientemente visto en El tío- y una hija que quiere montar una peluquería junto a su marido -Alberto Ajaka-, el relato también pone en primer plano a Cáceres -Luciano Cáceres-, el único miembro del clan que quiere salir del negocio y trabaja como vigilador en un barrio. Todos saben lo que se hace en familia y en la sombra en medio de un clima de corrupción generalizada en el que se salva el que puede. Claro que las cosas no salen como se esperaban y una muerte cambia el rumbo de los acontecimientos.
El filme de Durán cuenta con el guión de María Meira y deja al descubierto la actividad delictiva de los Nieto, que si bien el público sabe que están del otro lado de la ley, también saben imponer su cuota de empatía a través de vínculos claroscuros que se van tejiendo con sus propìos códigos.
Los sueños en Lobos aparecen sintetizados en un día de pesca alejado del mundo criminal y de un secuestro express en la parte final del filme. Entre silencios cómplices, asaltos y un entramado policial que empuja a sus personajes al límite, el relato concentra suspenso e intriga bien manejada que explora los crímenes de familia.