Cal tiene un buen trabajo, una linda casa, unos hijos encantadores y está casado con su amor de la secundaria. Cuando Emily le pida el divorcio, se sentirá perdido en el mundo de los solteros. Allí entrará en su vida Jacob, un donjuán treintañero que lo tomará como su aprendiz en el arte de la conquista.
Crazy, stupid, love es una comedia romántica, pero diferente. Glenn Ficarra y John Requa, sus directores, suelen hacerlo en sus trabajos. Ya lo habían hecho como guionistas con la genial Bad Santa en el 2003, en esa historia de extraña amistad entre un gordito inocente y adorable con el ser más despreciable con quien uno pudiera cruzarse. Lo volvieron a lograr hace dos años, en su primer trabajo como realizadores, con una divertida y tierna historia de amor entre dos hombres titulada I love you, Philip Morris. En esta oportunidad, con un guión que no solo no escribieron sino que además es de Dan Fogelman, hombre de Disney-Pixar, nuevamente alcanzan su objetivo. Y si bien la previsibilidad que marca a fuego la pertenencia de género hace que se trate de la menos lograda entre las tres mencionadas, es igual una muy buena película, y como ya dije, diferente.
Cal es un hombre de mediana edad que ve su perfecta vida derrumbarse ante el pedido de divorcio de su mujer. Lo hicieron cornudo, como él se encarga de señalar numerosas veces y, si bien enfoca su enojo a Emily por su debilidad, mucha de la culpa es para sí mismo por haber permitido que la rutina y el asentamiento desgastaran un matrimonio de 25 años. Abandonado por su esposa y amigos, aceptará los consejos de Jacob, un mujeriego y talentoso conquistador que le enseñará a sobrellevar la soltería a base de noche, tragos y mujeres.
La historia, que podría ser una más del montón, no sólo se diferencia por quienes están detrás de cámara, sino también por quienes están frente a ella. Steve Carell hace un buen trabajo como suele ocurrir cuando no sobredimensiona los rasgos de sus personajes. Julianne Moore, Jonah Bobo y algunos secundarios como Kevin Bacon y Marisa Tomei, llevan bien sus papeles y hacen que la historia fluya. Sin embargo hay dos presencias que de un tiempo a esta parte parece que convierten en oro todo lo que tocan. Se destacan entonces, por un lado Ryan Gosling, que se desenvuelve con total fluidez entre el drama y el humor, pasando por la acción (Drive parece muy buena) y el romance, y por el otro Emma Stone, uno de los rostros más frescos que la comedia dio en los últimos tiempos, y que una y otra vez da cuenta de una gran capacidad para elegir proyectos.
Pero si bien hay un intento constante por reírse del cliché y el género, en ciertos puntos se lo hace en forma literal, la historia nace envuelta en ellos y falla en su intento de ruptura. Es no obstante un filme distinto, un compendio de buenos realizadores y actores conducen a que una historia sencilla sea algo más que una más. Ellos hacen que el humor rinda, que el chiste funcione, que el timing sea el preciso y que una comedia romántica de casi dos horas sea efectiva y entretenga en su totalidad. Porque si bien el género marca el destino de obviedad, son Requa y Ficarra los que marcan el camino para llegar.