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Steve Carell demuestra por qué es un gran comediante.
Tal vez nadie lo haya previsto, pero en lo que va de este 2011 se han visto varias comedias estadounidenses que se alejan tanto del clásico slapstick como del humor más burdo y/o sexual.
Loco y estúpido amor cabría dentro de lo que comúnmente se suele denominar “comedia de humor inteligente”, eufemismo para diferenciar un filme del resto de la producción en la que, para lograr una sonrisa, se echa mano a recursos resabidos, aprovechados hasta el hartazgo, o al simple doble sentido.
La nueva película de los directores de Una pareja despareja puede verse desde distintos cristales, si se piensa en quién es el protagonista. Tiene un aspecto coral (de hecho hay siete roles importantes), pero con el personaje de Steve Carell (Cal) como eje sobre el que pivotear las historias.
Sentado a la mesa en un restaurante, Cal está inseguro sobre qué pedir de postre. “Quiero... el divorcio”, le dice su esposa (Julianne Moore, con su perfil cubista). Cal no le cuestiona nada, ni cuando se entera de que lo engañó con un compañero de trabajo (Kevin Bacon), y se tira del auto de regreso al hogar. No sufre más que un rasguño. El dolor vendrá luego.
La trama se irá complejizando con el arribo de otros personajes, como Robbie, su hijo de 13 años (Jonah Bobo), que está enamorado de la niñera de 17 años (Analeigh Tipton), quien ama en secreto a Cal. Y con Jacob, un playboy que en un bar levanta mujeres como papelitos del suelo (Ryan Gosling) y que ayuda al buenazo de Cal –se casó con el amor de su vida a quien conoció en la Secundaria y nunca estuvo con otra mujer más que con ella- en cómo conseguir chicas. La séptima participante del juego es Hannah (Emma Stone), que cree que van a proponerle matrimonio, y rechaza alguna noche a Jacob.
Lo de “humor inteligente” va por los remates de los gags y la encadenación de situaciones. A la hora de pensar a qué se parece Loco...
, por momentos los personajes de Cal, Jacob y Robbie recuerda a la estructura de Two and a Half Men , pero esta película tiene su cuota de romanticismo empedernido que le falta a la serie que dejó Charlie Sheen.
Carell no sólo está mucho más tiempo en pantalla que el resto –los directores saben cómo “sacar” o hacer desaparecer algunos personajes para luego meterlos de prepo en la historia, creando sorpresa, y eso también es signo de astucia e ingenio-, es algo así como el nexo en común con el resto. Además de ser coproductor (con Denise Di Novi, antigua productora de Tim Burton), tiene bien ganado su lugar en la historia. El comediante es dueño de una simpatía que hace sentir al espectador cerca de sus problemas, y genera con sus gestos y tonos de voz la empatía para ponerse siempre de su lado.
La comedia a veces sucumbe ante el llamado hollywoodense de crear circunstancias con aroma a clisé, pero siempre hay una línea de diálogo que la rescata. No hay muchas comedias que ofrezcan la oportunidad de concatenar situaciones reideras, que cuando uno comienza a lamentar que termine una secuencia, ya arranca mejorando la otra.
Entre tanta oferta infantil en la cartelera, Loco y estúpido amor no tiene ninguno de los dos calificativos del título, sí humor… y amor.
Por qué sÍ
Comedia inteligente, que sabe encadenar situaciones reideras con un elenco de lujo.