VIVA LA RIVALIDAD Durante la presentación a la que asistí de Los convencidos, Martín Farina ofreció algunos detalles con respecto a su método de trabajo pletórico de escenas y personajes, siempre proclives a reaparecer en diversos formatos. Son los actores sociales quienes despiertan su interés, a quienes registra y a quienes después va ubicando -en la medida en que lo juzga pertinente- en diversos proyectos. Podría pensarse su obra como un corpus uniforme, que de a poco va horadando para extraer piezas individuales: una suerte de archipiélago de películas, vinculadas a través de un mar de ideas. El título nos anticipa algo de lo que veremos. A lo largo de cinco segmentos breves aparecen personajes que sostienen, enfáticamente, alguna postura: en el primero, una joven ha decidido cambiar su relación con el dinero de acuerdo a sospechosos lineamientos financieros; en el segundo, una mujer mayor busca conectarse con su intuición mientras su hijo, cariñoso pero un poco condescendiente, insiste en protegerla; en el tercero, el hijo de la mujer mayor se reúne con su grupo de amigos y evocan turbios episodios de infancia en un colegio parroquial (lo cual remite a su vez, a otros “convencidos”); en el cuarto, un grupo de jóvenes mira The Founder (2016) y discute en torno a un capitalismo que premia el éxito individual a costa de pisar cabezas ajenas; en el último, el dibujante Sergio Langer y Willy Villalobos debaten posturas antagónicas en torno a Roma de Alfonso Cuarón y su mirada con respecto al servicio doméstico. En este conjunto de apariencia tan heterogéneo -homologado por la imagen monocromática y por cortes a negro que proponen intensificar la escucha sobre el estímulo visual- van apareciendo, de a poco, algunas constantes: la preocupación por hacer dinero, las diferencias generacionales y también el cine, tanto como referente como lugar de enunciación. Para ser una película en la cual se verbalizan tantas opiniones, la postura de la cámara parece ser la de una escucha acrítica, de prudente distancia. Es esta misma distancia la que abre la puerta también al humor cuando registra los silencios, titubeos, disparates y risas de los personajes, como si cualquier dogmatismo fuera susceptible de quebrarse o toda rivalidad pudiera diluirse con un buen chiste. Estos elementos nos devuelven a la mirada del director, que incluso aparece de cuerpo completo en un partido de fútbol: pudiendo ser el árbitro, Farina se coloca en la cancha. “Vos querés contar historias para emocionar”, lo interpela la amante de las finanzas. Dudo que la reacción emocional sea el objetivo primordial de sus películas: sí creo ver en ellas una reafirmación de la horizontalidad, un intento de ubicar al espectador lo más cerca de estas conversaciones para que termine, inevitablemente, mirándose a sí mismo.
En Los convencidos, el joven y muy activo Martín Farina registra conversaciones a lo largo de una hora, en blanco y negro (salvo un fugaz momento en color en el que se alude a una película de Alfonso Cuarón), dividiendo el conjunto en cinco capítulos. En seguida surge una inquietud: ¿qué hacer cuando se está ante personas que no conocemos hablando o discutiendo? Una opción podría ser detenerse en sus miradas, gestos, risas y movimiento de sus manos; otra, prestar atención a lo que dicen y la convicción con la que lo dicen: teniendo en cuenta estas posibilidades, los dos últimos episodios resultan más simpáticos. En esas charlas asoman temas indudablemente importantes (capitalismo, monopolio, abusos sexuales), pero también diferentes grados de paciencia y apertura al diálogo, e incluso cierto larvado machismo. Un ejercicio de observación de usos y costumbres, un sencillo experimento, lejos del imaginativo despliegue audiovisual del anterior film de Farina, El fulgor (2022).
Martín Farina, una vez más, explora vínculos a partir de una mirada lúcida en donde el diálogo y los fundamentos se funden en acaloradas exposiciones que refuerzan su lógica.
Martín Farina es un director difícil de encasillar gracias a una filmografía que alterna proyectos tan disímiles como, por ejemplo, Mujer nómade (2018) y El fulgor (2021). Si en una mostraba la vida cotidiana de la epistemóloga y ensayista Esther Díaz, deteniéndose en los puntos más relevantes de su obra filosófica y, por lo tanto, poniendo el foco en el poder de la palabra, en la otra la cámara estaba al servicio de la observación dionisíaca de los cuerpos marcados y sudorosos de dos laburantes que, durante el verano, desfilan en el carnaval de Gualeguaychú. Su última película, Los convencidos, comparte la matriz de Mujer nómade , pero quienes hablan aquí no son académicos, sino “ciudadanos de a pie” –a excepción de uno de ellos, un dibujante que no se nombrará para evitar spoilers– que exponen sus pensamientos y opiniones con un convencimiento innegociable, como bien adelanta el título. Una chica intenta vender las bondades de las inversiones y la educación financiera como la única manera de salir adelante; un hombre y una mujer discuten sobre la dicotomía populismo vs. liberalismo; esa misma señora recibe las enseñanzas de una escuela espiritual que propone abrazar una “conciencia integradora”; un grupo de amigos, tomando como punto de partida una película, reflexionan sobre ganancias empresariales, monopolios y las posiciones de cada uno ante ese escenario... Dividida en capítulos dedicados a cada uno de esos debates y filmada en blanco y negro, Los convencidos hace del arte de la escucha una norma ética y estética, en tanto la puesta en escena se articula con el devenir de diálogos en los que la retórica ocupa un espacio central. Si bien no hay un entramado dramático que justifique el orden establecido –al punto que podrían ser varios cortos “unidos” por su comunión temática–, Los convencidos consigue dar cuenta de un momento histórico donde las disputas orales están a la orden del día, convirtiéndose en un buen muestrario sobre las inquietudes y preocupaciones sociales del presente.
Hay una leve sensación de cuando algo se aleja de los cánones establecidos, cuando realiza algo distinto, cinematográficamente hablando, es bueno por definición. Pues bien esto no es así. Este filme dividido en cinco cortometrajes, presenta gente hablando de distintos temas, pura palabra, que en muchos casos ronda por “pseudo” filosofía de café. El director, quien también aparece en los créditos como guionista, graba conversaciones de muchos personajes, la sensación es que entregó una idea directriz en cada segmento y el resto es pura improvisación. Lo que si es una constante que atraviesa todos los segmentos, es la elección estética del blanco y negro, que agrega nada, una idea de cámara testigo articulada en planos fijos, mayormente enteros, lo que redunda en un montaje lineal, clásico, sin ninguna ruptura. El primero
“Los convencidos” de Martín Farina. Crítica. El arte de la discusión. Luego de su paso por la última edición del BAFICI dentro la sección “Competencia Argentina”, llega a las salas de cine “Los convencidos”, el último film del director Martín Farina (“El Fulgor”, 2021). Este nuevo trabajo propone un recorrido a través de 5 historias independientes unidas por un lazo en común: la discusión, pero no vista desde el lado agresivo sino desde el intercambio de posturas enfrentadas que se combinan para volverse un arte con el objetivo de convencer al otro. Si hay algo que caracteriza al ser humano es que desde su percepción de la realidad uno siempre cree tener razón y cuando se trata de algo que cala bien hondo en la persona va a tratar de defender sus ideas e ideales con toda la energía posible. En base a esto el director plantea cinco situaciones que muestran debates sobre distintos temas. En primer lugar, una joven de 20 años que crea una teoría de cómo lograr la independencia financiera y así jubilarse tempranamente. Seguida de una madre mayor con su hijo que enfrentan ideologías políticas. Por otro lado, un grupo de amigos que debaten sobre la educación católica y los abusos que ocurren allí. Pasando a otro grupo de amigos que luego de un partido de fútbol discuten sobre el imperialismo tomando como base el film “Hambre de Poder” (“The Founder”, 2016). Hasta llegar al final donde el humorista gráfico Sergio Langer y el director y guionista Willy Villalobos debaten el cuán progresista o no fue la película “Roma” (2018) de Alfonso Cuarón.
Un documental curioso e inteligente, no exento de humor e ironías que se explaya en el mundo de las discusiones, de los que argumentan porque sienten el placer de debatir, que recorre en cinco capítulos universos diversos, divertidos, acuciantes nunca aburridos. Con una duración de no más de una hora, Martin Fariña, el mismo de Mujer Nómade, El Fulgor, demuestra que su talento siempre sorprende y puede expresarse en distintos temas con su toque personal e inteligente. Desde una joven que está convencida de su éxito y su futuro como millonaria, a una hijo y su madre discutiendo sobre liberalismo y populismo junto a enseñanzas de una escuela espiritual, de amigos que se trenzan en la visión económica del creador de las hamburguesas mas famosas mostrados en un film (Hambre de poder) a los que confiesan los abusos de las escuelas religiosas, pasando por debates sobre el falso progresismo de la película “Roma” de Alfonso Cuarón. Una invitación a la agudeza de observaciones, fanatismos y pinturas de nuestro mundo real.
Los convencidos (Argentina, 2023) es un largometraje de 60 minutos dividido en cinco grandes bloques en los cuales los protagonistas de cada uno de ellos discuten o exponen sobre un tema con la absoluta certeza de tener razón. Inversiones, política, cine, economía, clases sociales. Cada uno de los episodios parece un poco más divertido e interesante que el anterior, aunque no todos los espectadores lo descubrirán, ya que el primero de ellos es una perfecta máquina de expulsar a cualquiera que quiera ver una buena película. Es un ejercicio cinematográfico con puntos de interés, con algunas ideas acerca del concepto de debate y con el genuino placer de la discusión civilizada entre personas que se conocen y tienen confianza entre sí. El director, guionista y editor Martín Farina plantea una búsqueda pero no produce a cambio una película relevante. Tal vez sea más un proceso que una obra terminada. Son opciones, por supuesto, pero si los sesenta minutos quedan un poco largos es porque no es tan satisfactorio el resultado.
La última película del especialista en retratos solamente añade otro episodio notable a una carrera sin fisuras y pletórica de aciertos.