Secretos de familia
Con películas como La elección, Entre copas y Las confesiones del Sr. Schmidt, Alexander Payne se ha convertido en algo así como el más mainstream de los directores indies (o viceversa). Es, también, uno de los narradores que mejor pasan -muchas veces sin anestesia- de lo trágico a lo cómiico (y hasta hacen convivir situaciones extremas y opuestas en la misma escena). Por último, su cine puede caer de lo trascendente a lo banal (un gran diálogo arruinado a los pocos segundos por una ampulosa voz en off) y, casi de inmediato, recuperar el ímpetu, la gracia, la inteligencia y su poder de seducción.
Por todo eso, más allá de sus desniveles, de algunos momentos que están demasiado al borde del patetismo, del sentimentalismo y del golpe bajo, Los descendientes es una buena, muy buena película.
Vamos con una sinopsis (tranquilos: todo esto ocurre en los primeros minutos). George Clooney es el líder de una familia tradicional, adinerada y emblemática de la paradisíaca zona de Hawaii, cuya esposa -con la que estaba atravesando una crisis profunda de pareja- sufre un accidente motonáutico y queda en un coma irreversible. Además, nuestro antihéroe se entera de que ella le era sido infiel con un empresario inmobiliario. En medio de semejante sacudón, debe ocuparse (como nunca lo hizo antes) de sus dos conflictuadas (y conflictivas) hijas preadolescentes y de decidir si finalmente concreta o no la millonaria venta de unas tierras que podrían salvar de la ruina a más de un pariente.
Película sobre las segundas oportunidades, los dilemas existenciales, las contradicciones íntimas y la posibilidad del perdón, la reconciliación y la redención, Los descendientes tiene un tono difícil de conseguir y, más aún, de sostener (ese humor negro en medio del drama lacrimógeno) y una actuación de Clooney a la medida del Oscar (es el máximo candidato a quedarse con la estatuilla). No es ninguna obra maestra y hasta se le notan ciertas costuras, cierto cálculo, pero es un film que también transmite sensibilidad, emoción, ingenio y talento. En el cine norteamericano de hoy, no es poca cosa.