Leerá mucho sobre Alexander Payne. Es el realizador de varios films que combinan lo cómico con lo trágico, con acento en lo primero, e ironizan sobre el mundo y las relaciones. Ahí están Entre Copas y Las confesiones del Sr. Schmidt, sus films más conocidos en estos pagos. Pero si tuvo la suerte de ver Election o su opera prima Citizen Ruth (una extraordinaria y salvaje comedia sobre el aborto), notará que parece ir perdiendo el filo. Quizás sea una elección. Los descendientes narra la historia de un tipo en buena posición económica que, tras el accidente que deja en coma a su esposa, tiene que hacerse cargo de sus hijas adolescentes. Peor: se entera de que la esposa lo engañaba. La idea es, pues, construir una relación paternal casi imposible desde la ambigüedad de sentir, al mismo tiempo, dolor y resentimiento. Y el desafío es darle una forma cinematográfica a ese tapiz complejo. Bueno, no: Payne se dedica a escribir un texto que suena irónico, ingenioso, agridulce, perfectamente conductista incluso en sus indefiniciones (podemos decir que son “indefiniciones a reglamento”). Es cierto que no carece de secuencias emotivas, pero son eso: secuencias, malabarismos del actor para ganar el aplauso, cortometrajes dentro de un largometraje. Clooney está muy bien, pero es siempre Clooney y nunca ese personaje dispar que debe crear, por el que tenemos que olvidar a la estrella George Clooney. Un paso en falso, aunque amable.