Historias pequeñas en apariencia, íntimas y cercanas que terminan siendo un buen disparador reflexivo, Alexander Payne es un director sagaz a la hora de plantarse ante un conflicto que no necesita de grandes estridencias para hacerse oír. Y si en About Schmidt teníamos a un personaje apático de la vida que tras la pérdida de su esposa su vida pareciera recién acomodarse en jerarquías, en The Descendants Payne vuelve a rescatar aquellas cosas que realmente deberían importarnos antes de perderlas por completo.
También aquí el director y co guionista recurre a la adaptación, la novela de la hawaiana Kaui Hart Hemmings quien además tiene un pequeño cameo en el film, para contar la historia de un hombre que tras el accidente sufrido por su esposa y que la ha dejado en coma, debe rearmar un hogar quebrado mientras intenta hacer malabares con el resto de sus responsabilidades. George Clooney interpreta quizá uno de sus papeles más emotivos y sinceros que bien le ha ganado el Globo de oro reafirmando su talento fuera del canon de galán que desde años atrás tiene como estigma.
Pero Clooney no es el único acierto de la película, su personaje cobra fuerza gracias al increíble trabajo de un reparto que funciona como un gran rompecabezas para darle sentido al argumento. Nadie es opacado y cada uno se mueve con fluidez generando simpatía o antipatía por igual. Incluso los jóvenes actores, Shailene Woodley y Amara Miller, como las hijas del protagonista y hasta el insoportable amigo de la mayor de ellas, Nick Krause, articulan un trío correcto en el desarrollo de los acontecimientos.
El film se esfuerza por demostrar que aun en pleno paraíso terrenal como es Hawái la vida puede ser tan complicada como en cualquier otro rincón del mundo, y aun cuando los aciertos del film son muchos, sobre todo los escasos toques de comedia que favorecen el desarrollo de la cinta dándole un sabroso equilibrio, pareciera que en algún punto hay ingredientes que sobran haciendo que el ritmo por momentos sea un tanto lento y hasta por momentos melodramáticos. Las interacciones con el personaje de la madre en coma, interpretado por una irreconocible Patricia Hastie emocionan tanto como abruman, pareciera que todos tienen que escupirle algún reproche a la cara y si bien es entendible dentro del conflicto general no deja de tener aires, aunque muy suaves por suerte, de manipulación emotiva.
Indudablemente pese a todo lo que uno podría encontrarle de positivo y negativo, este es un film que tiene grandes chances camino al Oscar. Es una historia honesta, pequeña y grande a la vez, que bien sale airosa con lo que cuenta y cómo lo cuenta. Armada con un reparto nada desdeñable, aun cuando varios apenas aparecen unos instantes, como aquel primo interpretado por Beau Bridges o el huraño abuelo en la piel de Robert Forster, y sobretodo con una banda de sonido que no termina por ser la protagonista como muchas veces suele suceder en films de este tipo.
Puede que la algarabía que generó The Descendants en esta temporada de premios, con su Globo de oro a Mejor drama incluido, puede generar altas expectativas en los espectadores, algo tan bueno como peligroso; pero ciertamente no puede negarse que Payne vuelve con un drama sólido que no pasará inadvertido. Y en una época donde la industria pareciera apostar a lo seguro con tantas remakes y reboots siempre se agradece que surjan historias cotidianas en las que las relaciones humanas y los valores de la vida toman protagonismo.
Este bien puede ser un film que pareciera no contar algo nuevo, es un tipo de drama que ya hemos visto pero su narrativa es fresca, reconfortante aun cuando el conflicto es doloroso. No es por ello un guión perfecto, insisto que tiene momentos que parecieran desbordar pero es gratificante y bien vale la pena verla. The Descendants es una historia que se disfruta, que emociona de la misma manera que nos arranca alguna sonrisa, es agridulce y contemplativa.