Allí donde pertenecemos
Magnífica comedia dramática con George Clooney sobre el amor en sus infinitas formas.
Estábamos hablando del amor”, se dice en un momento de esta comedia de trazos negros de Alexander Payne. Y es una de las mejores síntesis que puede hacerse sobre Los descendientes , un tipo de comedia dramática adulta. Adulta por los temas que aborda (el ya apuntado amor, y sus infinitas formas, el adulterio, la posibilidad de perder a un ser querido por enfermedad, el egocentrismo, la cobardía, las raíces, la identidad) y por su tratamiento.
¿Cuántas veces se está ante una película con la que se pueda conectar desde varias aristas? Payne se está convirtiendo, lejanos los tiempos de Election , en un director especializado en relaciones de pareja. En Las confesiones del Sr. Schmidt , Jack Nicholson -cuya pareja moría y tenía, casi por primera vez, su misma edad- se encontraba descubriéndose a sí mismo. Ahora, tras siete años sin dirigir luego de Entre copas , adaptó una novela en la que Matt (George Clooney), de ancestros reales hawaianos, se encuentra de buenas a primeras con que debe hacerse cargo de algo con lo que nunca había querido: su familia. O sus hijas, que viene a ser lo mismo luego de que su esposa sufrió un accidente náutico y esta en estado de coma vegetativo. Con su hija menor, Scottie (10) hace siete años que no tiene una salida a solas, y Alexandra (17) está pasando por esa etapa adolescente en la que confronta todo y es capaz de ser tan filosa como hiriente.
Y Matt debe decidir qué hacer con la herencia que administra, suya y de todos sus primos, hectáreas cuya venta en Hawaii dejarían 500 millones de dólares. En eso está cuando su hija le arroja en la cara que su esposa lo estaba engañando con otro.
En Los descendientes los personajes femeninos tienen una fuerza y entereza que les falta a los masculinos. Mattie es, a toda vista, un cobarde. Inmiscuye a Alex en la búsqueda del amante de su madre cuando debía hacerlo él solo. Pero también es cierto que se comporta como un caballero con su suegro, que uno adivina lo ha maltratado durante los últimos 20 años.
Decíamos que el tema del filme es el amor. Matt irá cambiando de parecer a medida que los hechos se le vayan precipitando. Es el protagonista casi absoluto y el guión le confiere escenas individuales con sus hijas, su suegro, una pareja amiga -más de su esposa que de él- para que cada secundario gane su importancia, pero siempre terminan actuando en función de la construcción del personaje central.
Y que sea George Clooney el engañado no deja de ser un giro en la carrera del actor, que si bien repite algunos tics que le vienen de fábrica, está frente a un desafío dramático del que sale muy bien parado y la opción del Oscar al que aspira suena como muy posible. Y merecido, si lo gana.
Payne supo cómo sacar de Clooney aspectos que sólo habíamos intuido en él. Shailene Woodley (Alex) es otra perla dentro de un relato en el que las risas y las lágrimas fluctúan, con preponderancia de las primeras.
La familia, también se escucha, es como un archipiélago: islas separadas y en soledad, pero que se necesitan juntas. Payne muestra que el auténtico amor familiar puede ser tan atrapante como un documental sobre la Antártida.