Vamos a denominar documental a “Los días”, sólo porque no es ficción, aunque intenta contar una historia, intenta contar algo… una situación. O mejor dicho, un momento en particular en la vida de dos personas reales.
Para ello, Ezequiel Yanco toma elementos del reality, una experiencia que ya tuvimos este año con “Natal” de Sergio Mazza quien, en franca charla con éste crítico expuso su visión sobre la importancia como artista de experimentar con todos los elementos visuales disponibles. Hay que darle la derecha al director de “Graba”.
En este experimento el realizador se mete en la vida de Martina y Micaela Méndez, dos gemelas de unos 9 ó 10 años que viven en algún barrio de Capital Federal, o del conurbano. Nunca queda muy claro.
Lo primero que notamos es una intención de meterse en la intimidad del funcionamiento de esta familia. La madre oficia como una voz de mando ante la ausencia física del padre. Todo parece funcionar por mandato, así que las chicas van al colegio, hacen la tarea, miran la tele, comen, van a catecismo… Hay una única actividad que se sale de lo común. La madre las lleva al castings de distintas agencias pues son gemelas y bonitas. En “Los días” el momento en el que escriben un formulario de scouting para una agencia, es el más logrado en términos de mostrar a los padres proyectándose a través de sus hijos. Paradójicamente, esto también parece predestinado.
Obviamente, no hay guión. Sólo un registro de imágenes buscadas y encuadradas deliberadamente con (suponemos) una gran cantidad de horas de grabación, luego editadas para darle cierta forma de relato. Se puede endilgar algo de post producción, cierta búsqueda estética en los encuadres y atisbos de recortar la realidad para transformarla en subjetividad.
No hay pies, no hay cabeza. Sólo un cuerpo de 75 minutos donde el espectador es el conejillo de indias y el encargado de construir el resto.
Es cierto, “Los días” logra un nivel de intimidad interesante con las imágenes y la preservación de algunos silencios.
¿Alcanza esto como propuesta al espectador? Quiero decir, con el producto terminado, ¿alguien se plantea la posibilidad de estrenar un experimento pase lo que pase con el público? Ya sé. Pagando la entrada siempre se corren riesgos. Ya sé (¡Uf!), la tangente de siempre es esa de que el arte es arte y cada uno lo recibe según su subjetividad y… bla bla. Yo creo en todas esas cosas, todos los espectadores de arte creemos en esas cosas pero… vidrio no comemos.