Infancia interrumpida
Cuando se es chico un aspecto de la fantasía de actuar como los adultos forma parte de los juegos cotidianos. La imitación de lo que hacen los grandes como fumar, decir malas palabras o hablar raro, también entra en el código de un juego.
Martina y Micaela Mendes tienen 8 años; viven en una casa modesta, en el suburbano barrio de Quilmes, junto a su madre Norma Poncio y a su padre. Duermen en la misma cama; concurren a la misma escuela y van a misa algún que otro domingo. Asisten a clases de catecismo, prontas a tomar la primera comunión, y cuando viajan a capital es para quedar seleccionadas en algún casting con la esperanza de los padres (el hombre prácticamente ausente y fuera de campo) depositadas en el anhelo de que las hijas se conviertan en famosas y ganen el dinero suficiente para paliar la situación económica.
La infancia de ambas hermanas no dista de la de cualquier niño de esa edad hasta que las circunstancias y la realidad de su entorno familiar se alteran y entonces quedan solas tanto para educarse como para aprender y sobrellevar el tránsito de la niñez a la pre adolescencia a diario, como retrata este documental de observación, opera prima de Ezequiel Yanco, presentado en el Bafici y que ahora se estrena a partir del sábado 9 en un reducido circuito de salas cinematográficas.
Los Días bucea en la intimidad de estas dos niñas que sueñan con transformarse en la imagen de lo que la televisión les enseña y entonces la espontaneidad demostrada a cámara se contamina de cierta manera en la propuesta, pero la observación no deja que ese elemento exógeno modifique la mirada o actúe disruptivamente en la distancia emocional que es la adecuada, algo muy difícil de sostener tratándose de niños que transparentan su fragilidad y vulnerabilidad, sin especulación o sobreactuación.
Los tirones de pelo que forman parte de la pelea entre Mica y Martina son creíbles, así como esos berrinches que surgen durante el lapso en que su madre intenta educarlas con ayuda en los deberes escolares o en el acompañamiento doméstico antes de que su situación se modifique drásticamene y tenga que salir a trabajar todo el día.
Los Días no es otra cosa que una radiografía perfecta de un presente que a veces no se quiere ver y de un futuro mucho más oscuro y peligroso en el que los niños dejan de ser ingenuos e infantiles a fuerza de convertirse sin escala en adultos y adquirir responsabilidades para las cuales no están preparados.
La virtud en este caso de Yanco respecto a la puesta en escena y al cuestionamiento interno sobre la representación cinematográfica de la infancia es haber encontrado el equilibrio entre el aspecto social y el cotidiano, exponerlo sin especulaciones ni reveses discursivos como dos caras de una misma moneda: la de la supervivencia de una clase media baja que hace mucho tiempo abandonó la infancia, forzada a convertirse en adulta en un país donde ya nada forma parte de un juego, ni siquiera uno de niñas.