Mariano González es guionista, productor director y actor de su ópera prima, Los globos que se estrena el 6 de julio próximo. El film había ganado el concurso de óperas primas del INCAA allá por el 2012 y en el 2016,el premio Fipresci en el Festival Internacional de Mar del Plata.
El inicial universo fabril, pero artesanal, es un mundo donde César procesa chapas con formas de globos haciéndolas entrar en un liquido plástico y de color, para después entalcarlas y clasificarlas en parsimonioso ritmo. Algunos globos saldrán pinchados, otros irán a la caja, por lo tanto a la venta. Ese trabajo en un galpón precario y desordenado, donde César tiene una habitación y comparte el trabajo con otra persona, a quien despierta haciendo ruido al mover la chapa de la ventana.
¿Quién sabe cómo se fabrican los globos?. O en todo caso, ¿qué sabemos de la fabricación de las cosas? César también cocina y hace secar las milanesas tal cual hace con los globos que cuelgan en las máquinas; hay una circunspección en esas tareas, como l de aquel que conoce los oficios rutinarios y desganados, sin ninguna maravilla.
La rutina, un día, se rompe ante la obligación de hacerse cargo de su pequeño hijo. Algunos llamados telefónicos preceden a ese momento. El espectador siempre se moverá en un terreno poco claro: no se expondrán muchos datos concretos, como por ejemplo por qué César tiene una herida en la cabeza, o quiénes son los personajes que lo rodean, o quién llama por teléfono, tampoco se sabe adónde va la ruta, cuál es el lugar concreto de esas casas o por qué los ejercicios físicos grupales que interrumpen con la misma fuerza con la que se llevan a cabo.
Todos los datos que se hagan visibles, los que importen, sí y sólo sí tendrán que ver con la percepción que Cesar tiene del mundo, incluido esa paternidad que le imponen. Por eso tal vez, lo mejor que tiene la película son los diálogos entre padre e hijo, pequeños y breves pero que van construir un lazo que tendrá su nudo en el estallido de llanto, también suficiente para saber en qué consiste la fuerza de ese vínculo, que no es otra cosa que un amor por construir.
Cercano al cine de Santiago Loza, los recursos fílmicos de Mariano González son sencillos pero potentes: sus elipsis, sus movimientos de cámara sobre el personaje, sus trabajos con el fuera de campo son prometedores de un cine personal y emotivo que ojalá tenga continuación.