Se viene el estallido
Mariano González es el director y protagonista de esta más que interesante ópera prima, que retrata a la paternidad con una rispidez pocas veces vistas en el cine argentino.
Una repetitiva labor en una fábrica de globos en el conurbano y un exigido entrenamiento de crossfit parecen ser las únicas actividades de César. Tiene, de tanto en tanto, encuentros sexuales de forma casual, que parecen responder más a una mecánica y no tanto a una necesidad afectiva. César es un hombre joven de poco hablar y mirada dura. Precisamente es allí, en su mirada, en donde podemos apreciar desde el comienzo de Los globos (2016) algo más que una personalidad. Hay un pesar, un sopor, una tristeza, que revelan carencias de afecto y un pasado oscuro. La primera película de Mariano González lo revela como un realizador atento, puesto en servicio de generar tensión ya desde el encuadre. La decisión de no apartarse demasiado de César genera paulatinamente una sensación de angustia que, lejos de disiparse con la llegada (irrupción) del pequeño hijo, se termina pronunciando.
Sucede que César estuvo preso por un crimen que la película no aclara (pertinente decisión del guion) y que enviudó joven. El abuelo del chico no se puede hacer cargo de él, y Los globos se concentra en los momentos previos a una posible adopción. La película se ciñe a la teoría del iceberg: ese presente es lo que vemos, pero debajo hay un pasado que no se termina de exponer pero que demuestra que las cosas incluso pudieron haber estado peor. Cuánto de todo ese pasado era no necesario revelar es posiblemente el punto débil de la película; por momentos, tenemos la sensación de que era importante saber un poco más.
A las cualidades argumentales apuntadas, hay que agregar la sólida actuación de González, en la piel de un personaje que genera una marcada antipatía pero al que, poco a poco, iremos comprendiendo. Hay, casi hacia el final, una secuencia clave en medio de un bosque que de alguna forma promueve un acercamiento más compasivo hacia él. Una suerte de síntesis de lo mejor de la película en términos formales, con una cámara en mano y un trabajo sobre el fuera de campo equiparable a la puesta de los hermanos Dardenne. Luego de esta película sobre la paternidad y el encuentro con los afectos habrá que prestarle atención a los próximos trabajos de Mariano González.