César es empleado en una pequeña empresa familiar de globos, donde le dan casa y comida a cambio de trabajo. Mantiene una rutina dura, callada, que se interrumpe cuando tiene que salir a buscar a su pequeño hijo, que vive con su abuelo. Un chiquito del que no puede, no sabe, no está preparado para hacerse cargo. Madre no hay. Los Globos, ópera prima del actor Mariano González (también protagonista junto a su hijo real, ver reportaje aparte) es una crónica realista, seca y atrapante que indaga, sin complacencias, en los temores la paternidad en conflicto. Con un registro directo, siguiendo a su protagonista de cerca, la película se preocupa por el tono: con el niño en lugares y situaciones no infantiles, frente a un padre al que no se le cae ni un abrazo ni un gesto de afecto, expone su dureza. Sin embargo, no hay drama, ni redención, ni mucho menos el trillado aprendizaje que cambia al personaje para siempre. César es un tipo golpeado. Que tiene un hijo del que hay que ocuparse. Y a esa premisa, poderosa, no le hacen falta adornos.