Catorce años atrás, Brad Bird realizaba su debut como director en Pixar con The Incredibles, film que dejaba en evidencia una vez más su talento para la animación además de su pasión por el mundo de los superhéroes. Su segundo largometraje animado lograba unificar toda la iconografía comiquera, en una época donde esta clase de films no abundaban, junto al contexto realista del estereotipo de familia modelo y la crisis de mediana edad. Dos mundos opuestos que aquí funcionaban en el mismo código dentro de una obra con una fuerza imparable que hasta el día de la fecha, y con una avalancha de producciones de este género que llegó tras de sí, se yergue como el mejor film de superhéroes.
Manteniendo el amor incondicional de director y espectadores para con la heroica familia de los Parr, The Incredibles se ganó una digna secuela que mantiene el carisma de sus personajes y la tridimensionalidad que poseen (no debido al estilo de animación digital) sigue allí de manera palpable en una realidad donde los poderes de velocidad o teletransportación conviven con los conflictos de índole familiar. Si bien la historia comienza al minuto exacto en que finalizó la primera entrega, con el inesperado ataque del villano Underminer (John Ratzenberger), Bird ingeniosamente se permite anclar a la trama principal y las problemáticas de la misma en un contexto de actualidad. Helen (Holly Hunter) es esa mujer que debe encargarse de la economía saliendo a trabajar y Bob (Craig T. Nelson) el padre que se encarga de las tareas del hogar y el cuidado de los niños.
Dicha premisa, acorde a los tiempos que corren, funciona de manera perfecta para englobar no solo los conflictos nacidos de la inversión de roles que se produce en el eje de la familia, sino también para traer un cambio dentro de un género que siempre ha sido dominado por la testosterona de la hombría que salva el día. Así como gran parte del público no estaría preparada aún para dar lugar al paso de mando, Bob tampoco lo está. Y de ello mismo nacen algunos de los aspectos más interesantes del film.
El hombre con súper fuerza que siempre ha sabido lidiar con la salvación de la humanidad, ahora debe depositar aún más los pies sobre la tierra para afrontar y entender las necesidades y los problemas de una adolescente como Violet (Sarah Vowell) que ahora pasó de ser invisible a estar completamente borrada de la mente del chico que le gusta, o de la educación y rebeldía de Dash (Huck Milner). Si a eso se le suma los cuidados del bebé Jack-Jack, trasladados a un nivel más dificultoso debido a sus poderes polimorfos como cómica metáfora de la crianza, la labor del padre de familia y amo de casa representada funciona tanto como comic relief como también de lazo emocional en la relación parental.
Siendo lo segundo parte del enorme corazón del film y lo primero un recurso que por momentos funciona muy bien, sobre todo cuando se refiere a la relación entre Jack-Jack y Edna Mode (Brad Bird), pero que a la vez le juega en contra ante el exceso de recurrir al tierno bebé. Elemento del slapstick que termina resultando un tanto fastidioso. Un abuso del niño (con todo lo feo que eso suena) símil a la irritante ardilla de la saga de Ice Age. Es así como esta segunda parte comienza a encontrar paulatinamente ciertos problemas dentro de su narrativa que en el film original nunca llegaban a acontecer. Mientras que la primera gozaba de un ritmo in crescendo que maneja con precisión el balance justo entre la comedia familiar y el mejor cine de súper acción, esta secuela pierde su equilibrio debido a la división estructural que se escogió para narrar.
Así como en su mayor parte lo que respecta a Bob y Helen se mantiene en líneas separadas, cada cual por su arco, toda la familia y por ende el film terminan sufriendo dicha elección. El corazón y el cariño continúan estando, pero ya no con el sentido de unión con el que cual el público conoció y conectó con estos personajes. La independencia y responsabilidad de Helen haciéndose cargo de ser un ícono como mujer y heroína cuenta con una fuerza única y admirable que entra en sintonía con las “increíbles” secuencias de acción que protagoniza. Una incluso digna de pertenecer a un film perturbador como lo es Se7en de David Fincher. Pero es tal vez debido a ese factor unilateral que predomina en gran parte del film, y un poco también a lo predecible de ciertas resoluciones que antes era impensado que ocurriera, que Incredibles 2 se presente como una historia que no se encuentra muy a la altura de la fortaleza de sus personajes.
Tampoco hay que olvidar que esta segunda parte inicia con una de las mejores secuencias de acción y apertura de la historia del cine, donde se ve a toda la familia Parr peleando en conjunto para derrotar al mal. Y si bien fracasan en su cometido, lo hacen estando unidos. Algo que si luego es separado de manera tan abismal, es imposible que no tenga como efecto el echarlo de menos y que no salga un tanto perjudicada la esencia misma de sus personajes. Incredibles 2 es sumamente disfrutable pero la pérdida de cierta unión tanto familiar como narrativa atenta con el total de la obra y termina dejando un leve y triste sabor de insatisfacción. Algo que en otro caso sería resultado más acorde en relación a una familia de padres divorciados.
El amor del director Brad Bird por su obra, si bien no es perfecta, se sigue respirando como atmósfera del mundo creado y pone sobre los hombros del film la capa que hace que sea una digna secuela (CAPAS NO!!!). Tal vez el mayor peso que lleva consigo es ser el producto de una primera parte tan perfecta que, ni volando con el mayor poder del mundo, es posible de superar. Paradójicamente a como funcionan los personajes, visto de manera separada y valiéndose de accionar independiente, Incredibles 2 celebra a sus personajes, celebra a los héroes y recuerda que unidos o individualmente, con sus fallas y virtudes, la familia Parr sigue siendo el mejor ejemplo de lo que el mundo superheroico puede ofrecer.