The Lodgers (Los Inquilinos), lo nuevo de Brian O´Malley (Let Us Prey) es dificil de reseñar contando lo necesario para lograr hilvanar una idea, pero sin pasarse de la raya y arruinarle el clima al espectador. Pero lo voy a intentar.
Los gemelos Rachel (Charlotte Vega) y Edward (Bill Milner) viven en una enorme casa derruída, y las deudas los apremian. Quedan pocas joyas heredadas para vender y se niegan a desprenderse de la casa, pero la preocupación mayor es otra. Todas las noches deben encerrarse en sus habitaciones porque, hasta que amanece, la casa es propiedad de ciertos seres. Estos inquilinos, relacionados con el agua, atormentaron a sus antepasados y ahora los acosan a ellos.
La historia se va desarrollando mediante algunos giros que, como dije antes, no vale la pena mencionar. Lo primero a destacar es el clima que genera. El ambiente rural casi en ruinas, la iluminación escasa que parece de velas y te envuelven en una historia lenta pero atrapante. Todo reforzado con una mezcla sonora que te pone la piel de gallina. Las actuaciones de los hermanos, por momentos estan llenas de una tensión que te invade. Cierta ambigüedad en su vinculo hace el resto, logrando por momentos incomodar.
Nunca busca generar un sobresalto o un susto fácil, sino que apunta a perturbarte de modo más profundo. Lo logra con creces. Coquetea de tal manera con algunos tabúes que no sabes si apunta a eso o es tu idea.
Algunos personajes secundarios que viven en la aldea cercana, como Sean (Eugene Simon, un joven veterano de guerra) o Kay (Roisin Murphy, la chica acosada por los bravucones del pueblo) acompañan una trama que no se desarrolla demasiado. Pero la escasez narrativa está lejos de ser un defecto.
En un cine donde cada vez prima más lo explícito y lo obvio, una propuesta sugerente como Los inquilinos se despega del resto. Muy recomendable para ver en sala, sobre todo por los ambientes sonoros que logra.