DRAMA, INTRIGA Y DENSIDAD EN UN THRILLER ESPAÑOL
“Los ojos de Julia” es un entretenimiento sin demasiadas ínfulas, más que hacer pasar un buen (y escalofriante) rato, que cumple sobradamente con su cometido. Una buena muestra de suspenso terrorífico, con una historia bien armada y bien contada y una factura visual de lo más acabada.
Guillermo Del Toro, coproductor también de "El orfanato" de J. A. Bayona, puso mucho de sí en este proyecto, y se nota, dado que la cinta tiene considerables elementos de la estética del filme de 2007. Esto es cine de género, uno de los marcos más propicios para contar cosas interesantes.
Aquí, una mujer, Julia, sobrelleva un padecimiento degenerativo de la vista y está perdiendo visión progresivamente. Cuando su hermana gemela, ciega a causa de la misma enfermedad, aparece ahorcada en su casa, Julia decide investigar por su cuenta, ya que vislumbra que se trata de un asesinato. A medida que va develando la escalofriante verdad sobre los últimos días de vida de su hermana, ingresa cada vez más en un mundo de oscuridad, hasta que una serie de enigmáticas muertes y desapariciones atraviesan su camino, poniendo en riesgo su propia vida.
Uno de los aspectos más notorios del filme es la fotografía de Óscar Faura. Dada la temática de la ceguera del personaje principal, hay que iluminar la oscuridad. Los encuadres son bellamente compuestos, y todos ellos aportan desde lo dramático. La dirección de arte de Balter Gallart es impecable. Al estar su personaje principal vendado en gran parte del metraje, todo es prácticamente oscuro en el filme, con poca saturación, donde el único rojo lo aporta la sangre; lo demás es verde, azul y gris. Por momentos la pantalla negra, sólo con audio, lo inunda todo, y vivimos lo mismo que su heroína protagónista.
Belén Rueda es ya una experta en este tipo de roles y resulta creíble en su papel de Julia: una mujer normal metida en una situación insólita para ella, para intentar encontrar a un hombre invisible y combatirlo. Un viaje desde la calma y el control hacia un desbarajuste por el cual debe reinventarse. Ella se sumerge en un mundo de oscuridad, con el peligro de quedar atrapada en él. Rueda, al igual que en “El orfanato”, dota de gran humanidad a su Julia, no resulta como esos personajes sin dimensión de los típicos filmes de terror norteamericanos.
Todas las angulaciones, todos los tamaños de planos, todos los movimientos de cámara se hacen presentes, dotando de una estética bellísima al filme, que es muy oscuro dado su tratamiento. Apagones, velas, linternas, flashes y relámpagos son las principales fuentes de luz (y penumbra); el cielo siempre se ve nublado, siempre llueve. Dramatismo, intriga y densidad son la clave para iluminar y sonorizar este guión, que su joven director Guillem Morales presenta como una historia de amor, melodrama y suspenso, mezclando géneros y articulándolos perfectamente. La dosificación de la información va sumando y complejizando la historia a medida que avanza, haciéndola crecer, aunque, tal vez, en otras instancias, el guión se desvíe un poco con la resolución del enigma y la figura algo exagerada del asesino lunático y su psiquis, así como también el tufillo de querer repetir el impresionante éxito comercial de “El orfanato”. Pero todo lo demás es tan bueno y se notan las ganas de querer contar un cuento de miedo, que da gusto vivir la experiencia inquietante de esta cinta española.