Informe sobre ciegos.
Una chica de enormes, tremendos ojos azules de ciega se pone alrededor del cuello una soga que cuelga de una viga de su casa para terminar con su vida por propia voluntad. Suena una canción pop en inglés y ella le habla a alguien, que solidariamente no vemos, diciéndole que no aguanta más, que por favor pare. En otra parte, su hermana gemela llamada Julia tiene un colapso. “Es mi hermana”, dice cuando los que están a su alrededor se le acercan alarmados y le preguntan qué es lo que tiene. Poco después la policía investiga el lugar donde ocurrió la desgracia, los forenses se llevan el cuerpo de la hermana de Julia y se llega a la conclusión de que se trata de un suicidio liso y llano. Todos están de acuerdo con la versión oficial menos Julia. Claro, si nadie se opusiera no habría caso. Ni película. Los ojos de Julia resulta ser un thriller que se ve como un suspiro mientras el espectador acompaña la carrera contra el tiempo de la pobre Julia, que padece la misma enfermedad degenerativa de su hermana muerta y está perdiendo progresivamente la visión. Para colmo de males, cada crisis nerviosa le produce una ceguera momentánea a modo de preámbulo de la oscuridad total que la espera de un momento a otro. La actriz Belén Rueda interpreta a las dos hermanas, rueda por la película con los ojos espantados de Julia y el escote siempre a punto mientras pasa las de Caín: sufre como una condenada. El director catalán Guillem Morales provee pequeños golpes de efecto de la vieja escuela para sobresaltar e incomodar al espectador –fragmentos de música que estallan, movimientos bruscos de cámara así como angulaciones rutinariamente poco convencionales– al igual que giros de guión constantes que aseguren que la máquina de contar que es la película simule proseguir su marcha impelida por el mero peso de los acontecimientos. El marido de Julia parece sospechoso, pero también el vecino libidinoso de la que pasó a mejor vida, su médico, el comisario, el enfermero de la clínica para ojos, la hija del vecino, el empleado de la playa de estacionamiento, y siguen las firmas. En el fondo la pobre Julia está sola en el mundo con su pena y lo que aparenta cerrarse sobre ella es la negrura sin nombre de un extrañamiento que crece despiadadamente a su alrededor. Allí parece jugarse parte del núcleo de nobleza que anima la película. Casi no hay sangre acá, el pulso del horror se mantiene sobre las precipitadas ruinas de una vida que no se resigna a convertirse en sombra espectral de sí misma. Mientras se acumulan los cadáveres en manos de un asesino siempre escurridizo y ubicuo, Los ojos de Julia parece exhibir las mañas venerables de un giallo hablado en español y se revela como un moderado e inofensivo entretenimiento en tiempos de un cine de género globalizado.