Un culto a lo obvio
El film de Morales es una pavada fina. Es fina porque se muestra prolija y cuidadosa, digna heredera de las recientes producciones españolas de género preocupadas por un marcado academicismo, con sus precisos encuadres, variedad de planos y una llamativa paleta de colores que tienden al preciosismo formal. No obstante, esta corrección técnica es tan solo la cáscara de una fruta vacía. La pavada empieza cuando uno se percata tristemente de que la trama se refugia en la acumulación de signos arbitrarios y trillados poco aguantable. Dada la escasez de películas industriales interesantes, ya se pueden perdonar los lugares comunes (de hecho ésta se encuentra plagada de ellos) pero la constante subestimación hacia el espectador con rasgos elementales sacados del perfecto manual del guión vendible ya colman la paciencia.
Sara, una joven ciega, se suicida, aparentemente asediada por la presencia de un ser espectral y perverso. Su hermana gemela, Julia (Belén Rueda), que arrastra los problemas de ceguera de la otra, decide investigar la extraña muerte con la ayuda de su marido (Lluis Homar). A partir de allí, una ensalada de escenas que son como un corte y pega de cien películas de terror (manos que tocan y detrás no hay nadie, vecinos sospechosos, caminatas y corridas por largos pasillos o calderas, etc.) a lo que se le suman una lista de objetos harto vistos que desfilan al ritmo de un clip (llaves, tarjetas, cuchillos, etc.). Cada pasaje obliga al comentario típico de “esto ya se ha visto” y lo que es peor, para toda historia que se inscribe en el campo del policial, se adivina lo que sigue. La investigación de la protagonista (y también su tormento), pilar de una trama convencional de intriga, aporta información a un ritmo acelerado que desvirtúa un trabajo interesante y reposado de cámara, único rasgo poco rescatable en esta montaña rusa argumental. La película de Morales arremete en algún punto contra los aportes que hicieron grandes directores al suspenso (Hitchcock a la cabeza), quienes con dos o tres elementos eran capaces de sostener una historia y poner en vilo al espectador. Aquí, la acumulación, por momentos inverosímil, provoca hastío y ponen lo obvio a la orden del día: una hermana que repite la historia de la otra, un psicópata y una relación conflictiva con su madre, más otras que no vale la pena revelar por respeto a quien se anime a ver el filme. En conclusión, la película se apaga, como los ojos del personaje, porque nunca estuvo encendida