Una película ciega
Tal como lo exponían películas como Los crímenes de Oxford y El orfanato, cierto cine español de género cultiva una gravedad, un culto por el correcto acabado académico, que lo ponen siempre bajo amenaza de pesadez. Producida por el mexicano Guillermo del Toro (casi, casi, español por adopción, desde que dirigió allí El espinazo del diablo y El laberinto del fauno; productor además de El orfanato) y dirigida por el catalán Guillem Morales, Los ojos de Julia traspasa ese borde, intentando autorrescatarse de allí mediante el recurso a modelos ajenos. Con algo de El orfanato (la claustrofilia como de convento, el clima de historia de fantasmas, la puntillosa construcción narrativa), mucho Hitchcock recocido (Psicosis, sobre todo) y un sangriento juego final de gato y ratón que está entre el Dario Argento de segunda y el craso gusto estadounidense, todo suena súper armado, trabajoso y poco convincente aquí.
De la película de los huérfanos viene también la protagonista, Belén Rueda, rubia de aspecto más televisivo que hitchcockiano. Rueda es aquí Sara y Julia, hermanas mellizas con un mismo trastorno retiniano, que ha condenado a la primera a la ceguera y pone a la segunda en camino directo hacia ello. Acosada por una figura quizá fantasmal, tal vez real, Sara se cuelga de una soga. Julia va tras ella, acompañada de su marido (Lluis Homar, ¡el mismo que en Los abrazos rotos hacía de ciego!), con la intención de averiguar qué la llevó a esa decisión. Obviamente, una melliza terminará repitiendo el destino de la otra. O estará a punto de hacerlo, en manos de un sustituto sobreactuado de Norman Bates (Pablo Derqui), de relación tan enfermiza con su madre como aquél e igualmente inclinado al acuchillamiento de mujeres rubias. Encarnada por la veterana Julia Gutiérrez Caba, la señora también es ciega, faltaba más.
Larga (dura casi dos horas), mecánica (todo tiende a encajar como en un Rasti), morosa y derivativa, Los ojos de Julia es la clase de película que parece cargar sobre ella con el peso de mil películas, motivos y clichés previos. Una película ciega, hasta el punto de no comprender que en cine, la ceguera jamás puede ser una incapacidad como cualquier otra: si aparece debe convertirse necesariamente en tema, autorreferencia o motivo de reflexión. Y ése no es el caso aquí.