Hacer un largo o un cortometraje no es fácil. Es una actividad mucho más compleja de lo que imaginan los espectadores, aún en la actualidad. Pese a contar con filmadoras digitales, tarjetas de memoria y computadoras, que acortan y facilitan los tiempos de producción y post producción, como así también, el tan necesario y considerable abaratamiento de los costos, la actividad está mucho más ligada a la pasión que al negocio.
Al dar los primeros pasos en este oficio las esperanzas son muchas, las ilusiones grandes, y la incertidumbre, total. Porque en un país como el nuestro, donde el apoyo escasea al igual que los estudios cinematográficos, las autoridades que manejan los destinos del cine argentino pretenden y fomentan la autogestión, es decir que uno escriba, produzca y dirija, convirtiendo la tarea en titánica. Bajo este reglamento los audaces, arriesgados y, porque no, ilusos futuros realizadores deben recorrer los mismos caminos y situaciones que Lucas Bucci, director, guionista y protagonista, junto a Tomás Sposato, quien también ofició de camarógrafo, cuando realizaron hace unos años el cortometraje “Los Payasos”. Ellos, especialmente el realizador, enviaron el film a varios festivales internacionales con la intención de ser seleccionado para alguna competencia, entrar en el circuito y ser considerado en ese ámbito por otros colegas. Pero, los no rotundos recibidos mellaron la autoestima, hasta que, en 2014 fue aceptado en un festival de Florianópolis, Brasil.
Viajaron hacia allá con renovadas expectativas y filmaron unas 16 horas, con el objetivo de registrar la totalidad del viaje a la competencia de cortos en la conocida playa brasilera
Ellos no fueron solos, los acompañó también uno de los actores, Jerónimo Freixas, durante los cinco días que duró el periplo.
Varios años después a Lucas Bucci le surgió la idea de reflotar la historia, como una suerte de cerrar un ciclo. Así creó éste documental, compaginando la gran cantidad de horas en “crudo” que tenía guardadas. Para eso, recurrió a un estudio que se dedica a trabajar las imágenes. Además de filmarlo, se contactaron nuevamente con el actor.
Durante el documental vemos distintas situaciones, muchas desprolijas, algunas un tanto más elaboradas, y otras ficcionalizadas, porque se involucraron en un proyecto faraónico y no saben cómo darle un sentido, coherencia e identidad a tanto material. De vez en cuando musicalizadas o con sonido ambiente. Pero lo más destacado es ver la trastienda, o el lado B, de un mundo donde el sol no ilumina ni calienta a la mayoría de los actores y directores. Sólo unos pocos privilegiados tienen la oportunidad de utilizar estos festivales como un confiable y sólido trampolín de una carrera cinematográfica. La mayoría, como los tres protagonistas, deben cargar con la frustración, el desánimo y la desesperanza de no saber realmente si tienen talento, o los espectadores y jurados no pueden comprender lo realizado con tanto esfuerzo y dedicación.