Los márgenes del universo rockero revisitados por seis directores que bucean en los recuerdos de los protagonistas para traer relatos en primera persona sobre el mundo de la música y sus lugares. Más allá de las diferencias técnicas y conceptuales, el relato se suma a una serie de proyectos recientes que mantienen vivo el espíritu más indie de la cultura popular.
Los periféricos es un documental sobre rock que explora la historia de varios personajes de la periferia del rock en Argentina. Ocho directores produjeron seis cortometrajes que cuentan las historias del rock que casi nadie conoce, que se parecen en muchos aspectos a una idea más ideal del rock, con la rebeldía marginal del género y de la que solo queda el nombre en la mayoría de los músicos. No se discute el valor musical de los que han construido la historia oficial del rock nacional ni tampoco la de los que aparecen en la película. Hay muchos hallazgos y curiosidades, muchísimo potencial para entender y seguir estas historias. Toda una idea de lo que significa hacer rock y toda una idea del arte. Pero todo eso, plasmado en esta película que también es periférica, no consigue dar un paso más para mantenerse periférica y a la vez con valor y calidad artística que haga la diferencia. Llena de descubrimientos para los que estén interesados en el rock nacional, la película ofrece algunas historias de ser rescatadas.
“Los periféricos”, del Colectivo Los Periféricos Por Ricardo Ottone Los Periféricos es el nombre del colectivo de seis directores responsable del documental del mismo título, así que este funciona de alguna manera como carta de presentación. Pero el nombre Los periféricos también hace referencia a la forma de encarar el objeto del film, en este caso el rock nacional, y en particular a la elección de sus personajes, entendiendo aquí periféricos como marginales no necesariamente en el sentido del reviente o la marginalidad más lumpen sino el estar y haber pasado por la historia desde los bordes. Personajes que no ocupan el centro de la escena, no forman parte del canon establecido del rock nacional, no están consagrados ni tienen la prensa de las grandes figuras. El largometraje está compuesto a su vez por seis cortometrajes, cada uno con un director distinto abordando un tema o personaje diferente. Y si bien hay una temática común, cada realizador realiza su corto con su propia estética, su propia narrativa, haciendo uso de recursos diversos. Así, mientras algunos eligen un formato de documental más tradicional, otros exploran otras variantes. Como Juan Riggirozzi con Viva CualKier Revolución que introduce animaciones y texto escrito que subraya o comenta lo que se cuenta, en función de adecuarse a la estética desprolija propia de lo que está relatando que es la historia del emblemático salón Pueyrredón, reducto histórico desde los 90 hasta hoy del Punk y el activismo contracultural. Otros, como Luis Histoshi Díaz y Gonzalo Hernández con aDDRogué, prefieren una fotografía en sobrio blanco y negro y un uso muy expresivo del sonido para que el baterista y técnico de grabación Marcelo Belén cuente las particularidades del ya legendario estudio de sonido que regentea en la localidad de Adrogué. Algunos personajes como el escritor y periodista Enrique Symns, que protagoniza el corto La Mala Suerte de Gabriel Patrono, son figuras clave de la escena desde sus libros, desde su ya mítico papel de presentador de Los Redonditos de Ricota y como director y redactor de la revista Cerdos & Peces, pero aquí se lo ve en otra faceta, la de poeta en vivo acompañado en escena por una banda de blues rock. En entrevistas los realizadores contaron que cada uno de ellos filmó su propio segmento sin meterse en el del otro hasta llegada la instancia del montaje y recién ahí trabajaron en conjunto. Esto, que podría hacer pensar a priori en una pura unión de fragmentos, posee sin embargo una ilación trabajada para que el relato fluya y se pase naturalmente de un corto a otro, de una historia a la otra, sin separadores o transiciones, y logre su carácter de obra completa y coherente en su diversidad. Y lo que le da también esa coherencia, esa lógica propia, es la actitud que está presente en todos ellos. Una actitud que podríamos llamar punk, aun cuando este no es el único género que se muestra y se llega incluso a los verdaderos inicios del rock en la Argentina. Una disposición abierta, una vocación de cuestionar y no quedarse con las ideas cristalizadas y los preconceptos en torno al rock argentino y su historia. Riggirozzi en su corto hace una reivindicación pero trata de desmarcarse en lo posible de una épica o de la pura celebración, y así cuanto entrevista a los responsables del Salón Pueyrredón muestra todas las dudas, el hartazgo y hasta el pesimismo de uno de sus artífices, Gustavo López, que hasta se permite dudar de la pertinencia de este material para un documental. El último corto, Mi Historia del Rock de Iván Wolovik, ejemplifica claramente esta voluntad desmitificadora. El joven historiador de rock Victor Tapia parado en el baño de La Perla de Once cuenta la consabida historia de cómo Tanguito y Litto Nebbia compusieron allí La Balsa en lo que la historia oficial ubica como inicio del rock nacional. Lo que hace luego es ubicar este mojón como un momento fundacional, quizás necesario y hasta hermoso, pero que no solo es una convención sino también un acto de injusticia con unos cuantos artistas que ya venían haciendo rock en la Argentina desde fines de la década del 50. Acto seguido se desplaza de este baño legendario (que ya no es igual al del mito), pasa por el boliche La Cueva (de la cual no queda nada) y recorre la ciudad en un relato que reintroduce para la historia del rock a figuras como Johnny Tedesco y principalmente Eddie Pequenino, a quien los que tenemos cierta edad lo recordamos como humorista pero que fue uno de los primeros músicos en grabar canciones de rock en nuestro país (varias de las cuales no cuentan con copias que hayan sobrevivido). Como un arqueólogo desplazándose por una locación en ruinas pero con la voluntad rigurosa de traer visibilidad a una historia que fue ignorada o menospreciada. El género documental de música, y en particular el de rock, al que a veces se bautiza como rockumental, está teniendo un bienvenido auge en el mundo y también en la Argentina. Basta observar su presencia en los festivales y también en las plataformas de streaming. Los periféricos es un buen exponente de esta tendencia que además deja en claro que, además de las figuras consagradas y omnipresentes, hay muchas más historias en nuestro rock que merecen ser contadas. LOS PERIFÉRICOS Los Periféricos. Argentina. 2019. Dirección: Colectivo “Los Periféricos” (Juan Riggirozzi, Iván Wolovik, Tomás Makaji, Luis Histoshi Díaz, Gonzalo Hernández, Gabriel Patrono, Lautaro Aledda, Pablo Arias). Con la participación de Máximo Martín Soto (Max Secuestro), Marcelo Belén, Enrique Symns, Raúl “Rulo” Fernández, Batra Luna, Gustavo Lopez, Victor Tapia. Montaje: Iván Wolovik, Juan Riggirozzi. Música: The Tormentos. Diseño y gráfica: Nancy Lopez. Post Producción de Imagen: Filmódromo. Post Producción de Sonido: Santiago Greco. Producción: Idealista, Filmódromo, La Nave De Los Sueños, Divagario, Arti Films, Boca Seca. Duración: 60 minutos. Todos los jueves de mayo en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543, CABA)
Historias de rock Todos los jueves de mayo a las 21 horas en el Centro Cultural de la Cooperación se proyectará Los Periféricos, documental realizado de manera colectiva por ocho realizadores que se encargará de hacernos llegar seis historias de rock que, hasta el momento, permanecían a la sombra. El rock argentino es una máquina de generar historias. Son tantas las proezas que surgen, tantos los protagonistas que forman parte de la historia oficial del rock nacional, que deben ser aún más aquellos intérpretes que se mantuvieron al margen. Los Periféricos agrupa seis de estas historias para demostrar que también existen maravillosos personajes fuera de lo que está escrito o, mejor dicho, de lo que está escuchado. El documental está realizado de manera colectiva por ocho directores relacionados de manera íntegra por el género musical abocado. Juan Riggirozzi (Ellos son, Los Violadores), Iván Wolovik (Transformación), Tomás Makaji (Desacato a la autoridad, relatos de punks en Argentina 1983-1988 (Capítulo 1)), Luis Hitoshi Díaz (Héroxs del 88), Gonzalo Hernández (Héroxs del 88), Gabriel Patrono (Blues de los plomos), Lautaro Aledda y Pablo Arias Ulloa se encargan de dirigir este film logrando recorrer de manera sincera distintas maneras de vida a lo largo de seis décadas con el rock siempre como eje. Con una excelente dinámica que parecería estar atada al mencionado ritmo musical, cada historia emerge a la superficie y es inevitable la empatía con el espectador. La atracción por cada uno de los relatos que retratan Los Periféricos requiere de investigación y explora de forma eficiente el amor por el rock. Si bien cada vivencia está atravesada por este género, las mismas son diferentes entre sí. Algunas de ellas invitan a la reflexión a través de debates, otras nos exponen a históricos artistas muy queridos en sus barrios y otras hasta nos colocan como un invitado de lujo en un espacio que atesora los mejores recuerdos de guitarras y baterías. Cada historia cuenta de propia personalidad y eso lo convierte en un documental muy necesario de recorrer de forma completa, pese a estar compuesto de relatos independientes entre sí. Aquel mundo del rock que nos resulta conocido guarda otro lado que está oculto, el de historias que se mantuvieron al margen. Damos las gracias que un grupo de realizadores funcionen como nexo para conocer sensacionales personajes ya que, de otra forma, seguirían estando a la sombra para el común denominador de personas.
En un momento del documental se escucha lo siguiente: "En la Argentina se imponen héroes que a la larga no son tanto y hay otros que se olvidan y son los verdaderos héroes...". Éste es un poco el espíritu de "Los Periféricos" que intenta rescatar bandas, técnicos, solistas, vocalistas y músicos que hicieron a la historia del Rock Nacional desde sus principios. Un poco caótico en el relato pero con anécdotas muy interesantes y personajes dignos de retrato es que esta peli se asoma con 8 directores y 58 minutos en donde se oirán las voces, se verán a los actores en la vida actual y habrá material de archivo de esa época de la vuelta de la democracia donde hubo un renacimiento cultural y nuevos movimientos provocaron a la sociedad con sus acordes y sus letras. Hacia el final del filme, luego de haber pasado por el punk rock, el Salón Pueyrredón, el blues y algunas pastillas más, un joven estudioso trae el recuerdo de Eddie Pequenino como una herramienta que hizo que el rock no fuera una importación sino una creación autóctona con el valor agregado de la creatividad nacional. Como peli se queda corta, a lo mejor se podría hacer miniserie que en estos tiempos de streaming siempre esta ávida de contenidos y los que se ven en "Los Periféricos", bien pueden aspirar a este lugar.
Es la verdadera historia, quien quiere oír que oiga, decía un inspirado Litto Nebbia uno de los consagrados del rock nacional, una leyenda oficial. Pero dentro de toda reconstrucción de la memoria, existen los que fueron y vivieron en las márgenes de la fama, puede ser un profesor de la facultad de medicina que fue un referente del punk en la argentina y un precursor del graffitti como forma de expresión cultural, o un poeta que enhebra versos malditos con la persistencia de los locos sabios, o el numen de un estudio de grabación que lleva el peso de una fama para entendidos o los creadores de un espacio de encuentro que se cargó de una mitología que a veces les hace bien y otras mal. O un investigador que revela qué le debe la historia del rock a Eddie Pequenino. Un colectivo de directores, de ocho creativos en total, en una experiencia singular y original nos regalan este trabajo de rescate, de justicia poética, de necesidad y urgencia. Hay que enterarse y aprender. Juan Riggirozzi, Ivan Wolovik, Tomás Makaji, Luis Histoshi Díaz, Gonzalo Hernández, Gabriel Patrono, Lautaro Aledda y Pablo Arias son parte de una experimento nuevo que quizás con el tiempo merezca otra película con sus protagonismos.
El mito del aguante rockero El documental colectivo reúne un conjunto de seis historias que sugieren que quizás el rock está muerto, pero que las leyendas son inmortales. Existe un territorio en el que el relato mítico sobrevive aun en pleno siglo XXI. No, no es el cine, que tal vez perdió ese poder cuando se convirtió en una máquina de hacer chorizos (que serán más ricos o más feos, pero siguen siendo chorizos), sino el rock. No faltará quien afirme que este género, que durante décadas fue emblema de la rebelión juvenil y catalizador de la eterna búsqueda adolescente, lleva muerto unos cuantos años, también convertido en fábrica de embutidos. Lo cual es parcialmente cierto, porque el rock perdió su carácter revulsivo más o menos con la muerte de Kurt Cobain. A partir de ahí el marketing le ganó la pulseada a la actitud y lo que en la actualidad sobrevive a nivel masivo es apenas el packaging dentro del cual se vende la fotocopia color del rock. Sin embargo existe un núcleo de resistencia en el que todavía habita el principio esencial del alma rockera. No por nada uno de los sinónimos de resistencia es aguante y el aguante es una de las características que definen a esa corriente subterránea en la que hoy encarna aquel espíritu original. El documental colectivo Los periféricos reúne un conjunto de seis historias que conjuran el mito del aguante rockero y con ellas demuestra que tal vez sea cierto que el rock está muerto, pero que las leyendas son inmortales. Estos seis episodios, cada uno contado con el estilo que le imprimen sus directores, rescatan distintas figuras que si bien remiten a un pasado de gloria, también demuestran que la llama sigue viva. Así cuentan el mito de Max, cantante de los punk Secuestro, cuyos graffitis invadían las paredes porteñas allá en los ‘80, quien hoy es docente en la facultad de medicina. O el de Raúl “Rulo” Fernández, violero de La Máquina, combo que integra la genealogía básica del rock nacional pero de quienes hoy casi nadie se acuerda. O el de Enrique Symns, el Henry Chinaski argento, legendario editor de la revista Cerdos y Peces que sigue acoplando su poesía proletaria a los acordes que le prestan un grupo de jóvenes bluseros. O las figuras de Gus y Batra, responsables del Salón Pueyrredon, emblema de la contracultura que resistió al menemismo y, si el rock quiere, también sobrevivirá a la era Macri. O el de Eddie Pequenino, padre del rock local al que todas las enciclopedias se han encargado de olvidar. El carácter ecléctico de estos registros le da a Los periféricos una estética de fanzine punk, aquellas revistas autogestivas cuya diagramación le debía todo al arte bastardo del collage. En esos saltos un poco desprolijos que la película va dando de un episodio al otro se encuentra la riqueza de este trabajo, que también recupera el espíritu de grupo que suele identificar al rock. Los periféricos vuelve a demostrar que una buena película no siempre es el resultado de una forma sublime, sino el producto de una búsqueda propia que ayude a potenciar la historia que se cuenta. Y en este documental fondo y forma no podrían estar más entramados. Como en todo mito, en estas historias lo popular juega un rol decisivo, en tanto que la mitología siempre lo es por definición. En este punto vuelve a ser necesario distinguir entre popular y masivo: ninguna de las historias de Los periféricos retrata a una figura o un fenómeno masivo. Tal vez lo más cercano a eso sea el caso de Pequenino, pero al que el olvido le ha quitado ese carácter. En ese sentido el título del film también resulta adecuado: se trata de personajes y de historias que se han quedado en los márgenes y es desde ahí que su aura se proyecta de una forma casi siempre heroica. Porque por lo general el mito no encarna en la figura del que triunfa, sino en la de quien es derrotado pero aun así pelea por mantener su dignidad. Eso es el aguante. Eso es el rock y de eso trata también Los periféricos.
En los últimos tiempos, un creativo movimiento cinematográfico de revival del mundo rockero invade Buenos Aires y permite no sólo que los fanáticos disfruten, sino que los que no son del palo conozcan. En este caso, ocho directores se alinean con seis historias a puro rock. Y son de esas auténticas que permiten acceder a, quién sabe, los más orilleros cultores del rock. Los que se quedaron en los bordes. Quienes gozaron profundo, sintieron el sentimiento auténtico y no pintaron sus nombres en todos los medios con la pintura del éxito. Seres en blanco y negro con corazón en tecnicolor. PERSONAJES Así, hay un repaso por la Facultad de Medicina, donde el doctor Max ya no tiene el antifaz que usaba con "Secuestro 66", su banda de rock punk, identificada con los graffitis que ensuciaban las paredes (era época en que el arte popular tenía condición de trash). Hoy su realidad pasa por la investigación, la docencia y ese modo juvenil y fluido que lo acerca a sus alumnos jóvenes. "Los periféricos", con multiplicidad de estilos en los formatos, se mete en un estudio de grabación de Adrogué donde algún representante de rock refugia pasiones ahora ordenadas, pero siempre musicales. En Ramos Mejía o en Fiorito, donde habrá algún violero, en ese caso de La Máquina, Raul Rulo Fernández, convertido en ídolo barrial y testimonio de una época. A ellos se sumarán figuras polémicas como Enrique Symns ("Cerdos y peces"), que supo prologar a Los Redonditos pero que como buen periodista sigue aventando el rapeado frente al micrófono en algún sótano musical y amigo. También habrá lugar para el Salón Pueyrredón, patio del punk y las bandas que acometen una avanzada que no cesa y ahora se recicla en otro espacio, pero con el mismo nombre. Película de películas, despeinada y auténtica, con sabor ochentoso y la potencia de los desconocidos de siempre, que seguirán siéndolo de otro modo, porque la melancolía y la memoria son difíciles de vencer.
A los costados del camino de la historia del rock. Ocho miradas y enfoques ensamblados en un solo cuerpo trazan las coordenadas de este documental musical, Los Periféricos, para adentrarnos en otros relatos vinculados al rock nacional. La periferia como el espacio para encontrar rostros no tan conocidos y anécdotas que tienen por denominador común la idea contracultural encuentran en la expresión del punk argentino una base para generar discursos contra el poder, contra los poderosos y aquellas prácticas conservadoras que siempre vieron en la juventud un peligro latente. Así las cosas, siempre en blanco y negro, Juan Riggirozzi (Ellos son, Los Violadores), Iván Wolovik (Transformación), Tomás Makaji (Desacato a la autoridad, relatos de punks en Argentina 1983-1988 (Capítulo 1)), Luis Hitoshi Díaz (Héroxs del 88), Gonzalo Hernández (Héroxs del 88), Gabriel Patrono (Blues de los plomos), Lautaro Aledda y Pablo Arias Ulloa, dejan que la música y los testimonios de la calle hablen por sí solos entre pequeñas anécdotas de resistencia y mucho rock. Para amantes y no tanto, Los periféricos adosa una página poco visitada en el manual de los pioneros y sus referentes olvidados, tal vez como se llamaba el grupo del flaco Spinetta, ellos sean ni más ni menos que los socios del silencio.