La montaña calva
Por siglos se han narrado historias centradas en el proceso de maduración del niño y la configuración de una mirada positiva o negativa hacia el mundo. Los senderos de la vida (Treeless Mountain, 2008) nace de la infancia desnuda de So Yong Kim, directora y escritora coreana radicada en Estados Unidos, balanceando la decepción y la esperanza en un marco ascético, sin juicios ni pretensiones.
Jin y Bin son dos hermanitas hijas de padres ausentes; él de cuerpo y ella de mente. Su madre decide abandonar Seúl e ir a EEUU a buscar al padre, y las niñas son entregadas a la borracha de la familia con la promesa de que volverá por ellas el día en que llenen una alcancía. Naufragadas en una Corea rural, aguardan un poco de amor.
Apacible, lentificada por excesos de realismo y la estética de “tiempo muerto” del cine oriental, se desprende la larga espera que describe el film, mezcla de documental y reconstrucción ficticia.
Jin y Bin, actrices primerizas, se mueven con absoluta naturalidad y simpleza, sin hacer gala de los lugares comunes dentro de los que típicamente cae un niño en una película. Dudan, se traban y repiten, sin nada sabio o genial para decir. La actuación se concentra en la mirada de Jin y los correteos de su hermanita; ambas laten auténticas.
La primera película de Kim, In Between Days (2006) seguía una línea narrativa similar, exponiendo la infancia trunca de Aimie, otra niña desencajada de la vida. Le valió premios varios, incluido “mejor película” en el BAFICI 2007. Su nueva película (ganadora en Berlín, Dubai y Pusan) bebe de la misma fuente, pero despliega su autonomía sin problemas.
“Fui utilizando mis recuerdos personales y experiencia como el punto de partida,” explica Kim en una entrevista. “Y luego dejé el personaje [Jin] en libertad para que tomara su propio vuelo”. La directora promete más co-producciones entre su país natal y EEUU dentro de los próximos años. El tiempo dirá si, como su doble fílmico Jin, logra liberarse de la sombra de su infancia y toma vuelo propio.