Es en su totalidad es un film amargo y sin rodeos, sin embargo no se convierte en algo oscuro y fatalista porque adquiere la forma del juego infantil.
Hay saltamontes atravesados por ramitas y puestos a asar, hay árboles muertos que son enterrados en suelos áridos con la ilusión de que algún día prenderán y darán hojas nuevas, hay madres que se van con la promesa de volver y nunca lo hacen, hay hasta un chanchito alcancía, animal muerto e inexpresivo que simboliza la esperanza: porque aquella madre prometió volver cuando el mismo estuviera lleno. Mentira. Los senderos de la vida está repleta de estas sensaciones agridulces. De la muerte o de lo que deja de existir o de aquello que nunca ha tenido vida. Es en toda su completitud un film amargo y sin rodeos, más aún si tenemos en cuenta que su tema es la infancia.
Sin embargo, si la película de la coreana Kim So Yong no se convierte en algo oscuro y fatalista es porque adquiere la forma del juego infantil. Toda la experiencia que les toca atravesar a las hermanitas Jin y Bin (las notables Kim Hee-yeon y Kim Song-hee) está contada como una serie de viñetas sobre la soledad y la forma en que esas dos niñas la reconstruyen. Pero Los senderos de la vida no se permite adoctrinar sobre la dureza de la vida de los chicos abandonados, sino que reflexiona sobre el espacio que construyen los chicos, sobre cómo absorben las pérdidas y las desilusiones.
Si So Yong (coreana, pero residente en los Estados Unidos) logra todo esto es porque apuesta decididamente a mantener en plano casi exclusivamente a sus niñas. La cámara siempre está a la altura de sus ojos, el mundo del film se ve con los ojos de Jin y Bin. Por eso es que las cosas no son nunca demasiado tremendas ni demasiado fatídicas: hay un extrañamiento y una rara fascinación por la reconstrucción de los vínculos, ya sean de sangre o de amistad. Ambas chicas viven pegadas a una ilusión y casi condenadas a la autosubsistencia. Y eso es lúdico.
Tal vez por la forma en que la directora elige construir su historia, casi sin giros dramáticos y a partir de pequeñas anécdotas que van elaborando lo cotidiano, es que hace un poco de ruido el personaje de la tía que queda al cuidado de las chicas cuando la madre sale en busca de su ex pareja. Esa tía es una especia de ser rudimentario, borracha y con problemas de salud. El maltrato sistemático al que somete a las chicas parece sacado de otra película. Sin embargo, por suerte la directora nunca deja de lado lo formal y por eso el film no cae en el sentimentalismo o la manipulación dramática.
Los senderos de la vida es un film sobre la infancia y, más aún, sobre cómo se reconstruye ese momento de la vida a partir de los hechos que la van moldeando. Casi como si fueran de arcilla, esas dos chicas son tomadas por asalto por una cámara que nunca las suelta, pero que también tiene el pudor suficiente como para no hacer una explotación de sus emociones. Un film medido, justo, preciso y precioso que se permite además un final en medio de la acción. So Yong dice así que nada de lo que vimos ha sido excepcional, sino sólo unos cuantos episodios dentro de un par de vidas que sin dudas tendrán otros días tan duros y difíciles como estos. Sin embargo eso no nos impide irnos cantando y alegres por la tarea que tenemos que realizar.