Vida en pareja La segunda película de Mariano Blanco, director de Somos nosotros (2010), ingresa en la vida de una joven pareja. Los tentados (2013) es una película intimista y generacional. No sabemos de qué trabajan. Tampoco, desde hace cuánto están juntos. Al parecer, se quieren. Son jóvenes, pero tampoco adolescentes. Viven en Mar del Plata y cada uno tiene su grupo de amigos. Sobre esta serie de datos (no demasiado específicos), da la sensación de que Blanco posó su cámara y eligió las secuencias que mejor podían describir la dinámica de esta pareja, compuesta por Lule y Rama. Dinámica que, por cierto, nada tiene que ver con una comedia romántica, género dedicado a la exploración de aquel mundo de a dos. Con apenas 24 años, el trabajo de Blanco lo muestra como un director consciente y a la vez radical. Consciente porque no cede ante su planteo estético: sonido directo cuando es necesario capturar el ambiente (esos bichos del comienzo), luz apenas visible cuando los personajes bailan en un boliche, silencios cuando no es necesario decir nada. Y radical porque esa premisa naturalista se sostiene hasta el final, sin mover un ápice de su curva dramática. Que, por otra parte, se direcciona a partir de hechos intrascendentes, cotidianos. La pregunta es, entonces, cuán estimulante podrá ser para el espectador sumergirse en este universo tan privado; construido con reproches, juegos cuasi infantiles, descansos en la playa, encuentros sexuales (entre ellos y de uno de los dos por separado), etc. Ese discurrir está plagado de climas sugestivos y detalles (verbales, corporales, metafóricos) que el espectador podrá -o no- reponer. Estará aquel que pueda habitar esa medianía con interés y habrá otros tantos que vean en Los tentados una apuesta que genera tedio. No deja de ser un trabajo de una coherencia y una madurez elogiable para tan joven realizador.
Dos amantes en Mar del Plata Luego de su consagratoria ópera prima Somos nosotros, retrato de skaters marplatenses que rodó antes de cumplir los 20 años y fue premiado en la Competencia Argentina del Bafici 2010, Mariano Blanco se consolida como un director a tener muy en cuenta con este film -también presentado en la sección oficial del festival porteño durante su edición 2013- sobre una joven pareja que convive en una casa, en aquel balneario. El realizador opta por escatimar algunos datos esenciales (no sabemos si sus personajes trabajan, si estudian, si son mantenidos por alguien) para concentrarse en su cotidianeidad y sus desventuras afectivas. Vemos que se aman, que tienen una activa vida sexual y social, pero también que hay algo agresivo, egoísta y rutinario en ese vínculo, que genera ciertas tensiones y que los lleva (sobre todo a él, que es bastante machista, inmaduro e impaciente) a pensar en aventuras por otros ámbitos. La película es liviana y rigurosa a la vez (Blanco da un claro salto cualitativo en cuanto a sofisticación de la puesta en escena sin perder la frescura y credibilidad de su primer film), pero en la segunda parte la narración divaga tanto como sus personajes, que recorren las calles, centros nocturnos y playas marplatenses (demasiado vacías para una historia que transcurre antes, durante y después de la Navidad) sin rumbo fijo. Un film sobre personajes en tránsito, sobre estos seres tentados a probar nuevas experiencias, a cambiar. Aunque muchas veces ni siquiera sepan cómo hacerlo ni para qué.
De Somos nosotros a Los tentados hay un abismo. Es que de una muy buena ópera prima se pasó sin escalas a una película de una madurez impresionante, que trabaja con materiales más sofisticados y al mismo tiempo bastante más difíciles de maniobrar. Mariano Blanco se saltea lo que en otra filmografía habrían sido dos o tres películas de calentamiento, de aprendizaje de la mirada. En Los tentados el joven director parece utilizar los engaños del protagonista como una excusa para contar el que es el verdadero corazón de la historia: el día a día de Lule y Rama, la rutina cotidiana a veces despojada de cualquier clase de tensión narrativa pero, eso sí, impregnada de un nervio cinematográfico enorme. El mecanismo con el cual se consigue semejante prodigio puede ser descrito de la siguiente manera: mientras que a la pareja no le pasa nada en términos de conflicto más que el hecho de estar vivos (ir a la playa, comer o acostarse) la película mantiene intacto el interés y la vitalidad de las imágenes, en buena medida gracias a la química de los actores y a sus cuidadas performances individuales. La risa abrupta de Lule o los pavoneos de Rama ayudan a dar forma a un robusto universo privado conformado por momentos de un raro brillo, como la salida para tomar un helado después de cenar (y la carrera en bicicleta de la vuelta), el ambiguo combate en la playa que termina con un ladrillazo de barro en el pecho de Rama (todo en un plano único) o los forcejeos y las cargadas de él que siempre amagan con acabar en una pelea real. El guión resuelve la tensión producida por los engaños amorosos de manera casi hawksiana: a las pequeñas traiciones de Rama no le sigue ningún castigo, ninguna condena. Incluso después de la escena de la mesa, cuando la pareja discute fuertemente frente a un amigo por ver quién trae el pan, el relato enseguida encauza ese in crescendo dramático de manera económica y anticlimática: no se sabe cómo fue el desenlace de la discusión, pero sí que Rama está lavando los platos mientras que Lule y Cabe se ríen en el fondo; acto seguido, los tres juegan al ping-pong sin ningún signo de reconciliación a la vista, quizás porque nada de lo ocurrido fue tan grave como para tener que confirmar que los dos se siguen queriendo igual que antes. Tan fluido resulta el derrotero de Rama que de su improvisada búsqueda de otras mujeres no se desprende ninguna clase de miserabilidad o de maldad, sino solo una leve tristeza que Blanco condensa magistralmente en un único plano que muestra al personaje comiendo en la calle, solitario y siendo esquivado por un perro. Lule sale por un rato de la narración y Rama y su vacío se apropian de la historia; una Mar del Plata nocturna y desolada se vuelve el telón de fondo de una angustia sorda que no se aplaca con la compañía de amigos, sexo ni alcohol, sino con el hallazgo a la madrugada de un pato de jardín tirado en la basura.
De Mariano Blanco. Una pareja con una convivencia que puede ser la mejor y la peor, con interacciones y pocos datos sobre sus protagonistas. Una indagación que arranca bien y luego se diluye. PUEDE ANDAR
Hace tres años, el director Mariano Blanco debutaba con su ópera prima "Somos Nosotros", deudora lejana del cine de Gus Van Sant sobre la problemática y cierta abulia de la juventud actual, centrada en un grupo de muchachos de Mar del Plata que pasaban sus días en esa ciudad sin mucho más que el andar en skate. Su segundo opus, "Los tentados", llega a la cartelera corriendo, un poco, el eje en la juventud, pero manteniendo no solo la ciudad costera de fondo, además y fundamentalmente el naturalismo extremo de los hechos. Lule y Rama son una pareja que vive en Mar del Plata, cada uno maneja sus círculos, y por supuesto, también comparten su rutina. Deliberadamente lo que se sabe de ellos es nada, es el aquí y ahora. "Los tentados", está compuesta por una serie de viñetas que nos muestran un instante de vida de pareja. No busca ser complaciente, no busca estremecer, no busca edulcorar, menos aún teñir de rosa; simplemente muestra. Blanco posa su cámara y deja que las situaciones fluyan, no enfatiza en ningún momento. Sin embargo, "Los tentados", logra un cierto hipnotismo en el espectador, aunque sepamos que puede ser poco lo que ocurra en la vida de estos personajes y quienes los rodean, Blanco logra un interés en el “relato”. Alguno podrá decir que estamos ante un film “festivalero”, y no estaría errado, efectivamente, "Los tentados" pasó por la anteúltima edición del BAFICI, y su estilo podría enmarcarse en cierto ascetismo despojado similar al de Lisandro Alonso o el tan en boga actualmente Santiago Loza. Blanco acierta en no variar el tono, en no buscar ir más allá, lo que hay es lo que se ve desde un principio, y puede resultar un espejo. Claro, no es un film apropiado para quienes busquen ritmo y velocidad narrativa y mucho menos vueltas de tuercas constantes. Films como "Los tentados" marcan la orientación de mucho cine jóven argentino actual, es una propuesta diferente a lo que se suele ofrecer en cartelera. Como pareciera sucederles a los personajes, hay una pulsión latente, imperceptible, de que algo está cambiando, lentamente, pero traerá convulsión.
La vida de a dos En su opera prima, Somos nosotros, el director Mariano Blanco acertaba en el tono y el registro para contar las historias de un grupo de skaters que recorrían las calles marplatenses. No era la obra de un lugareño (el realizador es oriundo de Ituzaingo), pero sí de alguien que conocía el espacio donde decidía posar su ojo y enmarcar su cuento. Y no sólo el espacio, era una historia sobre sus pares, generacional, una película sólida porque básicamente su autor no hacía más que un ejercicio honesto de autoconocimiento. Aquel film, más allá de sus falencias de trabajo aficionado casi de tesis, dejaba asomar a un realizador con un ojo atento para los detalles. Eso mismo ocurre en Los tentados, segunda obra de Blanco y quien aún alejándose un poco de aquel universo, y entendiéndola como una historia menos personal, logra momentos de inusitada intimidad con otros un tanto derivativos pero aún atractivos. Los tentados sufre un poco el síndrome FUC: historia mínima, situaciones sostenidas por el carácter contemplativo de la puesta, actuaciones sin demasiadas fluctuaciones dramáticas, una tensión lánguida. Y la lucha entre la propuesta y su resultado final está planteada en cómo Blanco logra que los lugares comunes de mucho de este cine argentino joven, no terminen por comerse a su película. Digamos que durante algo más de una hora el realizador lo logra, porque tiene la suficiente capacidad como para comprender que no todo lo que se observa es digno de formar parte de un relato cinematográfico. Así, el espacio que habitan sus personajes (la Mar del Plata costera que va de La Perla a Mogotes) tiene un impacto funcional en el recorrido que trazan: una pareja de la que observamos su intimidad, su vida cotidiana, su tedio y dudas. Es interesante ver cómo Los tentados se sostiene mientras cuenta esa vida de a dos: la tensión de ese vínculo (que es la de cualquier pareja) se acrecienta a partir del ojo atento del realizador para los detalles. Y cuando la pareja deja el centro de la escena -básicamente ella desaparece y lo que nos queda es seguirlo a él- la película incorpora demasiado las dudas de su protagonista y se enrosca en un derrotero sin rumbo del que le cuesta salir hasta su plano final -para peor: si Los tentados no se vuelve un poco machista es debido a que en el fondo decide no opinar sobre lo que está mostrando, y deja que sus personajes hagan-. Más allá de estos asuntos -que evidencian los problemas de este tipo de películas para profundizar en sus conflictos-, el film de Blanco logra imágenes y secuencias atractivas, y convierte a Mar del Plata en un escenario real donde las historias son posibles alejadas de lo iconográfico. Habrá que verlo a Blanco con un texto más profundo y una apuesta más ambiciosa para ver si puede sostener de la misma forma su propuesta estética, pero sin dudas es un director para tener en cuenta.
Con apenas 23 años, Blanco se sigue revelando como uno de los cineastas más talentosos y promisorios del cine nacional. Tras debutar en el BAFICI 2010 con SOMOS NOSOTROS dirigió este relato acerca de una pareja joven que vive en Mar del Plata en una misma casa. Ambos parecen llevarse bastante bien, aunque una mezcla de agresión pequeña pero constante con una suerte de principio de hastío parece entorpecer una relación que, se ve, está rodeada de un cariño en apariencia sincero. La vida de esta pareja a lo largo de unos días será lo que relatará el filme, que culminará con una salida nocturna de ambos por separado de imprevisibles consecuencias. BAFICI - Los Tentados (1)Blanco filma esos pequeños momentos íntimos con el conocimiento de quien sabe que, en realidad, en esos mínimos intercambios están las secretas raíces de los problemas de la relación, algo que hasta cineastas mucho más “maduros” que Blanco no podrían decir con tal economía de recursos. Rama y Lu, esta pareja de veinteañeros, parecen por momentos personajes de una película de Eric Rohmer, con su aparente compromiso con la pareja pero con la presencia constante de esa “tentación” a la que se refiere el título. Más allá del juicio de valor que el espectador ponga respecto de las situaciones que atraviesa la pareja, Blanco deja espacio para la ambigüedad y permite que se muestren contradictorios, capaces de gestos amorosos y sensibles junto a otros egoístas y hasta violentos. Esta pareja (los intérpretes son excelentes y semidesconocidos) no es tan distinta a otras, que mezclan el afecto y el cariño que se tienen con la imposibilidad de olvidarse del todo que, ante la aparición de un conflicto, esa devoción puede no ser tan poderosa como parece. LOS TENTADOS es, finalmente, una película sobre el amor, o sobre lo que esa palabra puede significar en el mundo real.