Glorioso In Memoriam
Ya quisiera todo actor tener a Lucky (2017) como su última película. Harry Dean Stanton falleció a los pocos meses de su estreno en marzo de este año, lo cual vuelve aún más conmovedora esta pequeña y humilde reflexión sobre la mortalidad - y la aceptación de la mortalidad - del ser humano.
El legendario actor tenía un admirador en el legendario crítico, Roger Ebert, quien formó la teoría de que ninguna película que incluyera a Harry Dean Stanton podía ser del todo mala. Basta echar una mirada a su filmografía, que cuenta con alrededor de 200 interpretaciones, para darle la razón. Icónico como actor de reparto, no fue hasta Paris Texas (1984) que obtuvo un papel estelar y qué final más digno para su vida y obra con otro rol protagónico.
La película es tanto sobre su personaje como sobre sí mismo: Lucky/Stanton es un anciano y testarudo vaquero de 90 y tantos que vive en un pueblito en medio del desierto de Arizona. Es querido por cuanta persona roza su vida pero más solo que una ostra al final del día. Su rutina es mundana pero amena: hace yoga a la mañana, va a un diner a tomar café y completar crucigramas, hace las compras (leche), mira programas de juegos que no le importan y termina sus noches bebiendo en un bar de viejos conocidos.
De repente un disparador: se cae. No es ni un infarto ni un derrame, no está enfermo y se encuentra en perfecto estado. A su edad, bromea el doctor, dejar de fumar probablemente le sería aún más nocivo que seguir fumando. La conclusión es que Lucky es viejo y no hay más que hacer salvo empezar a pensar en la muerte. Un empedernido realista (tiene un diccionario a mano siempre que tiene que definir la palabra), sin familia de quien despedirse ni grandes propósitos que cumplir, Lucky y la película que lleva su nombre se abocan totalmente a la discusión y aceptación de la muerte, sin caer en morbo o sentimentalismo barato.
Es esta candidez lo que termina volviendo a la película en un triunfo, más allá de que funciona como un espléndido homenaje a su estrella póstuma. Muchas películas ostentan tratar la mortalidad y sus implicaciones nihilistas, pero pocas se animan a la franqueza y madurez de Lucky. En ningún momento la película se vuelve pretenciosa con su temática ni traiciona la sinceridad de su propuesta. Celebra la armonía de los pequeños momentos, las conexiones insospechadas con gente pasajera, el valor de la aceptación como felicidad.
Dirige el actor John Carroll Lynch en su debut como realizador, sobre un guión original de Logan Sparks y Drago Sumonja. La crítica ha sugerido equivalencias al cine autoral de los 60s de un Estados Unidos que empezaba a explorar la vida interna de sus personajes marginales – el cine de Bob Rafelson o Hal Ashby, por ejemplo. Otra comparación apta es específicamente Una historia sencilla (The Straight Story, 1999), de David Lynch. Aquella película también comenzaba con una fatídica caída y pasaba a reflexionar con serenidad sobre la mortalidad del ser humano. Harry Dean Stanton aparecía en aquella película, y el mismísimo David Lynch aparece en esta, consternado por la desaparición de su tortuga (¿amuleto de la inmortalidad?). Tom Skerritt hace acto de presencia también, pronto a intercambiar anécdotas de guerra y ofrecer consuelo. El pueblito, descubrimos pronto, abunda en sabios con historias significativas a mano. Quizás así es la vida.
Lucky es una bella película, un glorioso in memoriam a un excelente actor que con una sencillez engañosa descubre nuevas formas de hablar sobre aquello que damos por entendido y sobre lo cual no solemos animaros a pensar demasiado.