Lucky

Crítica de Maia Debowicz - La Agenda

Un hombre con pasado

Con cruces de western crepuscular, road movie filosófica y falso documental, Lucky es un responso festivo de Harry Dean Stanton.

El orden de prioridades al despertarse define a las personas. Esa es una de las razones por la que el debutante director John Carroll Lynch, conocido por su rol de actor y su cara redonda en películas como Fargo o Zodíaco, elige presentar al protagonista de Lucky, Harry Dean Stanton, a partir de su rutina matutina: lavarse los dientes, hacer cinco ejercicios de yoga con rancheras de fondo, prender un cigarrillo, afeitarse hasta que no queden sombras en el bozo, beber un vaso de leche, peinarse y sujetar el sombrero de vaquero para accionar sus mismas costumbres de todos los días fuera de casa. La segunda razón por la que el director elige acercarnos a Lucky con esta larga y puntillosa secuencia reside en que en una persona que supera los 90 años cada despertar tiene un peso adicional. Tanto para Lucky como para Harry Dean Stanton. Si es que acaso no son la misma persona.
Las anécdotas que narra el personaje en la película están basadas en la vida del actor que comenzó trabajando en los años 60 en Rin tin tin, Bonanza y Los intocables para luego ser dirigido en cine por Scorsese, Peckinpah, Huston, Frankenheimer, Cox, Wenders, Scott y Lynch, entre tantos otros. Pero sin importar quién lo dirija o qué personaje interprete, Harry Dean Stanton se interpreta siempre a sí mismo, y Lucky es la condensación de su infinita historia cinematográfica.

La ópera prima de John Caroll Lynch puede leerse como la secuela de Una historia sencilla (1999), aquella película que su director David Lynch odió al definirla como una obra donde se muestra mejor persona de lo que realmente es, y al mismo tiempo como una remake en espejo. Con escenas y diálogos tan similares que es dífícil pensar las películas de manera autónoma. En Una historia sencilla, Alvin Straight (Richard Farnsworth) cruzaba varios Estados, de Iowa a Wisconsin, arriba de una cortadora de césped para encontrarse con su hermano Lyle, interpretado justamente por Harry Dean Stanton. Alvin tenía 73 años en 1999. Lucky estrenó en Estados Unidos en 2017, 18 años después. Si Alvin hubiera vivido 18 más tendría la edad de Harry Dean Stanton al estrenarse Lucky: 91 años. Más allá de los cálculos obsesivos, ambas películas están basadas en personas reales, de carne y hueso. Una historia sencilla es una road movie que nos lleva de paseo por la carretera estadounidense; Lucky también es una road movie pero la ruta que recorre el personaje está adentro suyo. Alvin debe atravesar 500 kilómetros para buscar a su hermano antes de que muera; Lucky tiene que realizar un dilatado y tedioso recorrido para verse cara a cara con la vejez. Con su vejez. Por eso en determinado momento acepta que el marino de piel tersa del portaretratos que posa en uno de sus muebles de madera ya no es él, y procede a darlo vuelta.

Alvin decía que la vejez no tiene nada de bueno, y que lo peor de la vejez es recordar cuando eras joven. Lucky no necesita recordar nada porque él se cree joven, hasta que se sorprende violentamente de que ya no lo es. Tanto Alvin como Lucky deben tolerar ir al médico para que los reten por fumar y les informen que ya son viejos. Que la muerte les respira en la nuca. Lo que les pesa a ambos personajes no es tanto asumir su cercana partida sino la inevitable falta de independencia. Alvin usa dos bastones negándose al andador, y ante la imposibilidad de tener registro de conducir por sus cataratas en los ojos decide subirse a una cortadora de césped. Sentir que no necesita a nadie. Lucky, a partir de que sufre una caída en la cocina, repara en la fragilidad de sus huesos. Y su cuerpo es la cortadora de césped de Alvin, el medio de transporte que le da la autonomía para llegar al destino deseado: desde la cafetería al bar de noche, atravesando el desierto de Piru, California.

Una historia sencilla fue la última película de Richard Farnsworth; Lucky es la última aparición en pantalla grande de Harry Dean Stanton. Sin embargo, entre ambas películas hay una diferencia: Alvin tiene una cuenta pendiente antes de morir, amigarse con su hermano Lyle, y debe atravesar un mundo para completar su periplo. Lucky, en cambio, no tiene deudas ni personas importantes por buscar. Cuando asume su finitud, entendiendo el verdadero significado de “realismo” que repite una y otra vez a los gritos mientras toma un Bloody Mary, aceptar una situación como es y estar preparado para afrontarla en consecuencia, elige simplemente continuar haciendo su rutina diaria. Pero Lucky ya no es el mismo de un principio, y la obsesión por los mismos hábitos cotidianos está ahí para resaltar la metamorfosis que tiene el personaje hasta el inesperado encuentro del final.

No es mi despedida

Si bien el proyecto no fue una idea de origen de John Carroll Lynch, sino de los guionistas Logan Sparks y Drago Sumonja, llegó a sus manos porque como actor tiene un punto en común crucial con Harry Dean Stanton: ambos brillaron a lo largo de sus carreras a través de personajes secundarios, demostrando que no es necesario protagonizar una película para adueñarse de ella. Harry Dean Stanton protagonizó una sola película en 60 años: París, Texas, en 1984. En aquella obra de Wim Wenders, escrita por Sam Shepard, el viaje y la ruta también eran fundamentales, así como los medios de transporte. Cuando Walt (Dean Stockwell) le preguntaba a su hermano si se acordaba de cómo manejar Travis le respondía que era su cuerpo quien lo recordaba.

El cuerpo de Harry Dean Stanton no solo recuerda todo, también almacena los cientos de personajes que interpretó en cine y televisión. Por eso Lucky tiene esa carga no solo emocional sino física. Y como si fuera un guiño a esa biografía eterna, David Lynch, quien lo dirigió en cuatro películas y en la tercera temporada de Twin Peaks (2017), se sienta al lado de Lucky en el bar y pide algo fuerte para tolerar que acaba de perder al Presidente Roosevelt, su tortuga de casi 100 años. Lucky es el único amigo en ese espacio que entiende su dolor, y reta al resto del bar por burlarse de su trágica pérdida. “¡Oye, hablamos de su mejor amigo!” les escupe ubicándolos. Unas escenas después, David Lynch, bajo el nombre de Howard, pronunciará un discurso épico sobre las tortugas que define al carácter de Lucky, película y personaje: “Todos piensan en la tortuga como algo lento. Pero yo pienso en la carga que tenía que llevar en sus espaldas. Sí, es por protección. Pero básicamente es el ataúd con el que lo enterrarán. ¿Y tiene que arrastrar esa cosa durante toda su vida?”. Harry Dean Stanton es esa tortuga que camina lento y lleva una historia de mochila. Y si esa escena es doblemente conmovedora es también porque David Lynch se está despidiendo de su gran amigo Harry a través de esa tortuga que también nació en los años 20. Siendo ambos testigos de las mismas guerras y crisis económicas. Arrastrando sobre sus espaldas la memoria del dolor.

El homenaje en vida y muerte de Harry Dean Stanton, quien falleció el 15 de septiembre de 2017, dos semanas antes del estreno de Lucky en Estados Unidos, se completa con la presencia de Tom Skerritt (Fred), quien compartió la nave con Harry en Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979). El encuentro entre Fred y Lucky sucede en la cafetería, cuando descubren que los dos son veteranos de la Segunda Guerra Mundial. Es este viejo amigo de viajes espaciales quien a través de una anécdota le obsequia la fórmula para sobrellevar la verdad incómoda de que su cuerpo no es inmortal. Dialogan como Fred y Lucky, y también como Dallas y Bret, pero sobre todo como Harry Dean Stanton y Tom Skerritt: dos leyendas del cine.

Unos segundos antes de que Howard entone el discurso sobre la tortuga, Lucky le explica que su amigo no está perdido, simplemente no está con él porque está en otro lado, donde sea eso. Howard necesita un par de escenas para procesar ese razonamiento, al igual que Lucky su vejez y vecina muerte. Cerca del desenlace, Howard le cuenta a sus compañeros de bar que ya dejó ir a la tortuga, y que finalmente se dio cuenta de que el Presidente Roosevelt no lo estaba dejando sino que se fue a otro lado a hacer algo importante. “Si está destinado a ser, lo volveré a ver. Sabe a dónde estoy, y dejo el portón abierto”, dice emocionado. “¡Por Roosevelt!” grita Lucky, pidiendo un brindis por la tortuga. Y todos levantan sus copas para celebrar, en realidad, la longevidad de Harry Dean Stanton.

Lucky puede definirse como un western crepuscular, un falso documental, una road movie filosófica, o todas esas etiquetas al unísono, pero en definitiva esta película es nada más y nada menos que un responso festivo de Harry Dean Stanton. Donde no hay espacio para la despedida. Por eso el personaje y persona canta minutos antes del final la canción “Volver, volver” junto a un grupo de mariachis. Porque, como la tortuga de Howard, Harry Dean Stanton siempre regresa a su casa: el cine.