Zona de riesgo
Lumpen es una de esas películas surgidas de un conjunto de buenas ideas que, sin embargo, no logra llegar a buen puerto. Con elementos de esas ficciones urgentes del fin del neoliberalismo en la Argentina (Okupas es la más directa), ciertos tópicos de crítica social e incluso mediática, el primer largometraje en soledad del actor Luis Ziembrowski (había codirigido junto a Javier Diment el telefilm El propietario) intenta apropiarse de la lógica de sus criaturas orgullosamente marginales, convirtiéndose en un relato desparejo, confuso y por momentos incoherente.
Ambientada en algún lugar incierto del conurbano bonaerense, y con la post-caída de Fernando de la Rúa como contexto social y económico sugerido, narra la vida de Bruno (Sergio Boris), un hombre que está en las márgenes del sistema, con trabajos precarios y en un barrio dominado por una tensión constante. Allí intenta sobrevivir con su hijo adolescente (Alan Daicz) y su nueva pareja (Analía Couceyro), al tiempo que en la fábrica de enfrente se instala un malandra al que Bruno le compra un auto usado, desatando así una sucesión de situaciones inesperadas.
Ziembrowski tiene en claro la búsqueda estética de su relato, haciendo de ese microcosmos un espacio sugerentemente ominoso. Lo sugerido también aplica a las situaciones que el film, sin embargo, jamás resuelve. Ahí está, por ejemplo, la tensión sexual entre la pareja de Bruno y su hijo o las motivaciones de la particular anciana que conduce un programa de televisión visceral, destilando bilis contra el sistema y sus miembros. Así, Lumpen se vuelve enrevesada y arbitraria, quedándose a mitad de camino entre lo que pudo ser y finalmente no fue.