Cita a ciegas
Leo (Ismael Serrano) es un español radicado en Buenos Aires. Llegó como ejecutivo de un banco extranjero, pero ahora es un aspirante a periodista (tiene una investigación a punto de publicarse aunque se gana la vida escribiendo los horóscopos sin saber nada de Astrología). Luna (Carla Pandolfi, vista en Días de Vinilo y en la serie Violetta) es una joven tan bonita como cínica (incluso un poco cruel).
Ambos antihéroes (él todavía más loser que ella) se encuentran de madrugada en un boliche para la primera cita. La sensación inmediata es de incomodidad, de escasa fluidez, de incompatibilidad de personalidades (ella extrovertida e impune; él bastante más introspectivo, torturado, tímido). Lo que en principio parece será una noche breve y olvidable, se va estirando: una cerveza más, un partido de pool, una caminata por Puerto Madero, unos tacos en un restaurante mexicano, un paso por la fiesta de cumpleaños de una amiga de ella…
La película -segunda colaboración del director Juan Pablo Martínez con el popular cantautor ibérico tras El hombre que corría tras el viento- se pretende un retrato íntimo y al mismo tiempo generacional sobre las contradicciones, miedos, represiones y miserias de los de “treintaypico”, con una preponderancia absoluta del diálogo en la línea de tanto cine indie norteamericano.
El problema es que el co-realizador de Desmadre no consigue que sus dos protagonistas consigan esa química, esa tensión romántica tan fundamental para que una historia de estas características funcione, atrape. Los diálogos muchas veces resultan forzados, suenan demasiado “escritos” y poco casuales. La credibilidad, así, se va diluyendo. Y el interés, también. Una pena porque había en la propuesta inicial varios aspectos simpáticos, atractivos. El resultado final, lamentablemente, no está a la altura de lo que prometía.