¿Quién tiene la verdad?
En Mal del viento (2012) la realizadora Ximena González construye un relato sobre el choque cultural que se establece entre una tribu guaraní y el hombre blanco a partir del caso de Julián, un niño de cuatro años con una grave enfermedad que se encuentra entre la vida y la muerte, mientras en paralelo se debate entre las creencias populares y la medicina.
Julián era un niño de cuatro años proveniente de una tribu guaraní cuyo estado tomó relevancia pública cuando la justicia ordenó que se lo trasladará a un hospital de Buenos Aires para ser operado del corazón. Esto no hubiera sido un conflicto si no fuera porqué su familia y demás integrantes de la tribu se oponían a que Julián sea atendido por profesionales, sosteniendo que debía ser curado por espíritus ancestrales.
La documentalista no solo focaliza el conflicto en la situación de Julián sino que abre el abanico para provocar un debate acerca de que es lo correcto, y si lo correcto para unos también lo es para los otros. Una jueza ordena que Julián sea trasladado a un hospital para así recibir la atención médica correspondiente. Su familia cuestiona la orden pero la acata y el niño es atendido por los mejores profesionales del país. Pero esto no alcanza y Julián muere. ¿La jueza actuó de manera acertada al obligar sacar al niño de su hábitat y no recibir los rituales que según la tradición debía cumplir? Preguntas con respuestas abiertas que movilizarán indistintamente a cada uno de los espectadores, pero nunca provocando indiferencia.
Lo más acertado de este documental de observación es lo que genera y la forma elegida para hablar sobre como muchas veces no se respeta la creencia del otro, pensando que una forma de actuar no es la correcta y la otra sí. Verdades encontradas que se oponen de manera sistemática de acuerdo a quien es al emisor y el receptor, provocando un choque cultural donde siempre pierde el más vulnerable.
Mal del viento peca de ser un poco largo en su metraje, algo que termina por volver el relato moroso y reiterativo, sobre todo en la excesiva utilización de imágenes televisivas. Aunque tal vez sea una impresión subjetiva, porque como dijimos en todo momento lo que para unos está bien para otros está mal, y viceversa. Al fin de cuentas, la verdad absoluta no existe ni en la vida, ni en el cine...y mucho menos en la crítica.