Caer en la redundancia de bastardear a la película por su nombre es simplemente un hecho demasiado fácil para calificar a Mala, que dicho sea de paso lo es, pero ¿para qué nos vamos a mentir cuando el resultado está a la vista? Lo que resulta poco plausible es que un director de renombre en el país como lo es Adrián Caetano -lo adoptamos como propio cuando es un hermano uruguayo- quien ha hecho grandes cosas tanto en la pantalla chica (las aclamadas series Tumberos y Disputas) como en la grande (Un oso Rojo, Crónica de una Fuga), ofrezca un producto vacío y carente de alma, en el que las buenas intenciones del realizador se ven plasmadas en escena de manera incoherente y algo trágica, en la que casi nada tiene sentido y el elenco queda a la deriva en una historia a medio camino entre la venganza y la nada misma.
Hay que concederle a Caetano el recurso de usar a cuatro bellas actrices para encarnar diferentes etapas de un mismo personaje, que podría o no tener una mente fragmentada que la empuja a sentirse una mujer distinta durante ciertas instancias de su vida. En ese apartado, claramente se destaca la aguerrida Rosario de Florencia Raggi, que se dejó el cuerpo en la película -literalmente- y tiene escenas bastante jugadas, con un desnudo íntegro que la muestra despampanante a sus 40 años de edad. La novata María Dupláa también aporta un poco de candor y misterio a su porción del personaje, pero en contraste hacen aguas tanto el pequeño cameo -podría decirse- de Liz Solari (que tiene que volver a las pasarelas urgente) como el importante rol que Brenda Gandini apenas puede llenar en la recta final del film.
Detrás de la gran idea de que varias actrices recreen a la misma mujer, la historia de Caetano no esconde ninguna sorpresa ni aspecto interesante en su transcurrir: estamos presenciando, supuestamente, la venganza de una mujer lisiada (una Ana Celentano a la que se nota muy perdida) contra el amor de su vida (Rafael Ferro, otro desperdiciado) que la abandonó por una joven (Juana Viale a la que le sobran calificativos peyorativos por su actuación). Para llevar a cabo dicha revancha se vale de la reciente atrapada Rosario, a la cual su inestabilidad - tanto mental como la del guión- no le permite discernir entre lo que es la realidad y la ficción.
Admiro la idea de Caetano de alejarse del cine argentino convencional y apostar por una historia en la que la línea narrativa es tan caótica como la psiquis de la protagonista, pero detrás del mentado homenaje de género con el que se quiso saldar el director, se esconde una atroz edición y una historia que en escasos noventa minutos de metraje no inspira ningún tipo de sentimiento alguno hacia los diferentes personajes, acartonados y de una teatralidad en sus actos demasiado grandilocuente. Por momentos hilarante (sin quererlo, o eso imagino), en ocasiones interesante, pero decididamente un caos narrativo, Mala es uno de los eslabones más flojos en la filmografía de Israel Adrián Caetano, cuya sola existencia ennegrece la reputación de un director audaz y polémico.