Si hay algo que debo aclarar antes de ponerme a pensar que decir de esta producción yankee es que, a confesión de partes relevo de pruebas y yo debo confesar que a mi Cameron Díaz me puede, ¡que quiere que le diga!, es una de las pocas a la que le perdono todo, desde que la conocí hace tiempo en “La Mascara” (1994), esa muy buena comedia protagonizada por ella y Jim Carrey.
Pero con el tiempo supo demostrarme que no es sólo una cara bonita…. (¡Qué cuerpo, mamasita!), sino que también es buena actriz, como ejemplos puedo recordar “Locos Por Mary” (1998) o “Pandillas de Nueva York” (2002).
Pero, siempre hay un pero, si hay algo que me molesta es presenciar una película que se instala del lado de la incorrección política o moral, que a fuerza de lo que sea intenta ser irreverente, más allá de lo que quiera significar con irreverente, ya que no se podría decir que es irrespetuosa. Digamos que no entra dentro de los parámetros normales de las comedias ligeras americanas. Pero termina como una clásica producción romántica, decepcionando no sólo al espectador sino traicionando todo lo que intentó decir en la mayor parte del metraje.
Esto tampoco la salva de caer en lugares comunes, clisés típicos de este tipo de productos pensados para un público muy bien delineado: hombres jóvenes, adultos y viejos, todos babosos, entre los que me incluyo, pero no tanto.
La historia se centra en la bella Elizabeth Halsey (Cameron Diaz), de profesión docente, pero con el único deseo de ser rica, tener muchísima plata para darse todos los gustos que quiera, todos materiales por supuesto, con un sólo problema, parece ser la seguidora incondicional de uno de los próceres argentino actuales, el sindicalista Luis Barrionuevo. Ella quiere llevar a rajatabla la famosa frase de su líder espiritual argentino: “Nadie hace plata trabajando”.
Es por ello que todos sus esfuerzos están orientados a conquistar el bolsillo, perdón, el corazón, de algún acaudalado caballero dentro de su grupo etario, de ser posible.
Es así que cuando es descubierta por su prometido en sus intenciones, y luego de roto el compromiso, debe volver, de muy mala gana, a trabajar como docente.
Ella es la antitesis de cualquier imagen benévola o icónica de lo que debe ser un profesor: adicta al alcohol, a las drogas, al dinero (por supuesto), odia a los niños, no da clase, se duerme en ella, de cada dos palabras tres son un insulto. Despectiva con todos, sobre todo con sus colegas. Discriminadora, manipuladora, tramposa, y todos los etc. posibles hacen de su presencia un arma mortal. El primero en caer vencido a sus encantos es Russell Gettis (Jason Segel), el profesor de gimnasia, pero él no cumple con el primer requisito, no tiene un peso.
Un día llega a la escuela en calidad de profesor suplente Scott Delacorte (Justin Timberlake), quien aparentemente no sólo es hijo de una familia acaudalada, sino que además es atractivo, esto al decir de las mujeres, tanto las de la sala de cine como los personajes de la película. La “falla” en el recorrido planeado por Elizabeth de seducir a Scott, esta constituida por Amy Squirrel (Lucy Punch), quien interpreta a una maestra en el polo opuesto a ella. Amy será la antagonista de nuestra protagonista.
En este incesante suceder de posibles gags plagados por momentos con elementos rayanos en el mal gusto, que deberían intentar hacernos aunque sea sonreír, se va construyendo un filme pasatista, que pierde la efectividad por acumulación de repetición de situaciones, no sólo de esta producción sino de muchas otras del estilo, como “Porkis” (1982) o “Malos Pensamientos” (1998).
El realizador, hijo de Lawrence Kasdan, con un pasado reciente en la TV yankee, demuestra ser uno más de los tantos directores técnicos de la factoría hollywoodense. Sabe que hacer y cómo hacerlo en relación al material que le entregan, léase guión, pero queda lejos de ser un artista, siendo bondadoso hasta podría decir que sabe contar, no mucho más, por ahora y con lo mostrado. En este caso ello queda explicitado por la elección en el diseño de arte, en especial la fotografía franca, sencilla, iluminar como para que se vea y nada más, la estética ausente.
Solamente se rescatan las actuaciones, del orden de la corrección, salvo Justin Timberlake, bastante azarosa su construcción, y Cameron Diaz quien logra una muy buena performance. Una joven y bellísima actriz, demasiado poco como para justificar pagar una entrada de cine, siempre y cuando allá otra para elegir.